(i?+m)¦µ=0 ?Existe la f¨®rmula del amor?
Paul Dirac escribi¨® una ecuaci¨®n que integraba al mismo tiempo las aportaciones de la relatividad restringida y las de la f¨ªsica cu¨¢ntica. Lo que no se atrevi¨® a imaginar Dirac es que su ecuaci¨®n llegase tan lejos al ser declarada como la f¨®rmula del amor
El mundo de los espacios cu¨¢nticos es apasionante. Entre ecuaciones, gatos y paradojas, podemos encontrarnos a Dios jugando a los dados. Todo es posible. Porque en el mundo de las part¨ªculas, la imaginaci¨®n siempre es m¨¢s grande que la realidad entera desde que, un buen d¨ªa, el f¨ªsico irland¨¦s G. J. Stoney (1826-1911) estableci¨® la hip¨®tesis de una unidad m¨ªnima de carga el¨¦ctrica a la que bautiz¨® como electr¨®n.
De esta manera, el estudio de la naturaleza a peque?a escala encontr¨® su fundamento a partir de dicha hip¨®tesis cu¨¢ntica. Ocurri¨® en 1881 y, con ello, Stoney fue el primero en ¡°cuantizar¡± una forma de energ¨ªa que se cre¨ªa continua. Luego llegaron los dem¨¢s. Entre ellos cabe aqu¨ª destacar al f¨ªsico brit¨¢nico Paul Dirac (1902-1984) quien, en 1928, formul¨® una ecuaci¨®n relativista para describir al electr¨®n. Y la consigui¨® a partir de otra ecuaci¨®n; la que describe la evoluci¨®n en el tiempo de un sistema cu¨¢ntico formulada por Schr?dinger.
Para entendernos, y dicho de una manera gruesa, lo que consigui¨® Dirac con su enunciado fue explicar a escala subat¨®mica el comportamiento del electr¨®n. Y lo consigui¨® unificando los principios de la mec¨¢nica cu¨¢ntica con los de la relatividad en una ecuaci¨®n que es contemplada como una de las m¨¢s bellas de la f¨ªsica:
(i?+m)¦µ=0
Seguro que alguna vez la hemos visto tatuada, pues, adem¨¢s de describir el fen¨®meno del entrelazamiento cu¨¢ntico, desde hace alg¨²n tiempo se ha venido interpretando como la ecuaci¨®n del amor. La cosa es que dicha ecuaci¨®n sugiere que, cuando dos part¨ªculas se relacionan durante un tiempo y luego se separan, lo que le ocurre a una le sigue afectando a la otra a pesar de la distancia. La imaginaci¨®n, ya dijimos, no cabe en la realidad ni aunque cojamos la realidad y la dilatemos.
De esta manera, la cultura popular convierte una f¨®rmula matem¨¢tica en un icono que identifica la mec¨¢nica cu¨¢ntica con el amor. Resulta peculiar que un hombre solitario, pongamos de vida asc¨¦tica, genio y loco a la vez, formulase una ecuaci¨®n tan bella que, con el tiempo, superar¨ªa la dimensi¨®n cient¨ªfica para ser tatuada por j¨®venes que sellan su amor cerrando un candado en las barandas de los puentes.
Leyendo el libro que el f¨ªsico y ensayista Jim Baggott (1957) ha dedicado al mundo cu¨¢ntico titulado La historia del cuanto (Biblioteca Burid¨¢n) nos encontramos con el Dirac matem¨¢tico y con la historia de su f¨®rmula explicada de una manera muy sencilla. Baggott nos presenta a un Dirac muy cercano, un hombre sumido en complejos problemas matem¨¢ticos que ten¨ªa querencia por la relatividad y que se pas¨® media vida buscando una forma relativista de la teor¨ªa cu¨¢ntica que pudiese reclamar como propia.
Estableciendo un espacio-tiempo cuatridimensional con matrices de cuatro filas y cuatro columnas, Dirac liber¨® al electr¨®n describiendo su movimiento en un campo electromagn¨¦tico. Con ayuda de las matem¨¢ticas lo fue simplificando hasta formular la ingeniosa ecuaci¨®n que hoy se ha hecho viral gracias a su interpretaci¨®n amorosa.
Es curioso, pero las parejas hablan de entrelazamiento cu¨¢ntico como si existiese una unidad m¨ªnima de carga amorosa que se pudiese ¡°cuantizar¡±. Bien mirado, tal vez est¨¦n en lo cierto, pues el amor tampoco es una forma de energ¨ªa continua.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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