Instrucciones para encontrar un meteorito
La glaci¨®loga Veronica Tollenaar ha publicado un ¡°mapa del tesoro¡± con la probable ubicaci¨®n de m¨¢s de 300.000 rocas espaciales en la Ant¨¢rtida
La humanidad descubri¨® antes el planeta Urano, en 1781, que la existencia de un sexto continente en la propia Tierra. El tard¨ªo hallazgo de la Ant¨¢rtida y sus cicl¨®peos acantilados de hielo, en 1820, desboc¨® la fantas¨ªa de los escritores. Edgar Allan Poe imagin¨® una ruta llena de tribus salvajes sanguinarias. Julio Verne fantase¨® con una esfinge magn¨¦tica en pleno Polo Sur. Y Lovecraft situ¨® all¨ª las monta?as de la locura, pobladas por voraces criaturas f¨¦tidas. La glaci¨®loga holandesa Veronica Tollenaar, nacida en ?msterdam hace 30 a?os, cuenta la historia real, igual de asombrosa, mientras camina despreocupada por la Ant¨¢rtida profunda. Bajo el manto de nieve, relata la investigadora, no hay monstruos ni reliquias de civilizaciones olvidadas, pero s¨ª rocas espaciales llegadas de otros mundos, quiz¨¢ con se?ales de vida alien¨ªgena. La noticia m¨¢s esperada ¡ªque los seres humanos no estamos solos en el universo¡ª podr¨ªa esconderse en alguna parte bajo sus botas.
Todo empez¨® con una broma. Unos meses despu¨¦s de que el astronauta Neil Armstrong pisara por primera vez la Luna en julio de 1969, en plena fiebre mundial por la exploraci¨®n del espacio, el ge¨®logo japon¨¦s Masao Gorai les dijo de guasa a unos colegas que iban a la Ant¨¢rtida: ¡°Traedme unos meteoritos¡±. D¨ªas despu¨¦s, los expedicionarios se toparon con una extra?a roca negra en el hielo. Luego con otra. Y con otra. En apenas 10 d¨ªas se encontraron nueve meteoritos.
El enigm¨¢tico hallazgo revel¨® un insospechado mecanismo. La nieve que cae en la Ant¨¢rtida se compacta y al cabo de siglos se convierte en un hielo inmaculado, sin burbujas, que se hunde y se desplaza unos metros cada mes en monumentales glaciares. Tollenaar calcula que cada a?o caen sobre el continente varios cientos de meteoritos de m¨¢s de 50 gramos, que acaban perdi¨¦ndose de vista en las profundidades del manto blanco. Sin embargo, relata con entusiasmo, hay puntos de la Ant¨¢rtida en los que estos r¨ªos de hielo milenario se topan con una monta?a y acaban emergiendo. Los meteoritos sepultados afloran a la superficie en zonas de hielo azul. Su colega Harry Zekollari encontr¨® m¨¢s de 400 rocas espaciales en una sola expedici¨®n. ¡°Hemos hecho un mapa del tesoro para encontrar estos lugares llenos de meteoritos¡±, proclama Tollenaar.
El explorador ingl¨¦s Frank Bickerton fue la primera persona que recogi¨® un meteorito en la Ant¨¢rtida, en 1912. Desde entonces, en el continente blanco se han encontrado casi 50.000 rocas espaciales, el 62% de todas las halladas en la Tierra. No es que aqu¨ª caigan m¨¢s, simplemente se acumulan durante milenios en ¨¢reas concretas, a la vista de cualquiera que pase. ¡°Casi todos los meteoritos provienen del cintur¨®n de asteroides, pero tambi¨¦n los hay de Marte y de la Luna¡±, detalla Tollenaar, de la Universidad Libre de Bruselas (B¨¦lgica). Su equipo ha utilizado herramientas inform¨¢ticas de aprendizaje autom¨¢tico para calcular, con una precisi¨®n estimada del 80%, en qu¨¦ puntos pueden estar aflorando los meteoritos: son zonas de hielo azul especialmente fr¨ªas, con velocidades muy lentas y en pendientes moderadas. El resultado de su trabajo es un mapa p¨²blico con un t¨ªtulo po¨¦tico: ¡°D¨®nde coger una estrella fugaz¡±.
Uno de los meteoritos m¨¢s c¨¦lebres de la historia es el ALH 84001, una roca marciana que sali¨® despedida del planeta rojo hace 16 millones de a?os y cay¨® en la Ant¨¢rtida hace unos 13.000. Un equipo de la NASA dictamin¨® en 1996 que conten¨ªa compuestos qu¨ªmicos probablemente producidos por microbios extraterrestres. El propio presidente estadounidense de la ¨¦poca, Bill Clinton, present¨® el hallazgo al mundo con solemnidad. ¡°[El meteorito] nos habla de la posibilidad de vida. Si se confirma este descubrimiento, ser¨¢ una de las revelaciones m¨¢s asombrosas que la ciencia haya hecho jam¨¢s sobre nuestro universo¡±, proclam¨® Clinton. Hace un a?o, otros cient¨ªficos estadounidenses demostraron que esos compuestos se pudieron formar sin necesidad de microbios marcianos.
Hoy hace muy buen d¨ªa en este lugar de la Ant¨¢rtida profunda: hay cinco grados bajo cero. La glaci¨®loga camina al sol por un paraje inveros¨ªmil. Los cient¨ªficos llaman a este rinc¨®n ¡°la playa¡±, porque realmente parece un peque?o mar congelado, a unos 1.000 kil¨®metros del Polo Sur. ¡°Los meteoritos siempre aparecen en hielo azul como este¡±, se?ala Tollenaar. A cada paso, las p¨²as de sus crampones arrancan esquirlas que suenan como campanillas al rebotar en el suelo helado. A su alrededor se alzan los Montes Ellsworth, la cordillera m¨¢s alta de la Ant¨¢rtida. Uno de los picos se llama Cabeza del Elefante, porque parece un paquidermo esculpido por una civilizaci¨®n extinta. La escena encajar¨ªa en las fantas¨ªas m¨¢s disparatadas de Allan Poe, Verne y Lovecraft.
¡°La Ant¨¢rtida es el mejor lugar para encontrar meteoritos. Se concentran en puntos concretos y adem¨¢s los puedes divisar f¨¢cilmente, porque son una cosa negra sobre el hielo azul. Es casi imposible encontrar un meteorito que cae en una regi¨®n agr¨ªcola o en un bosque. Adem¨¢s, aqu¨ª hace mucho fr¨ªo y se conservan mejor, no se deterioran¡±, explica Tollenaar. ¡°Hay zonas en las que cada roca que te encuentras es un meteorito¡±.
El an¨¢lisis de la investigadora, publicado hace un a?o en la revista Science Advances, sugiere que se han encontrado menos del 13% de los meteoritos que hay en la superficie del continente. Quedar¨ªan m¨¢s de 340.000 rocas espaciales, concentradas en las manchas de su mapa. La glaci¨®loga holandesa participa en una expedici¨®n de 18 d¨ªas a la base chilena Glaciar Uni¨®n, organizada por el Instituto Ant¨¢rtico Chileno, en la que ella y su colega Jos¨¦ Jorquera estudian las propiedades de la nieve y el hielo para intentar entender qu¨¦ est¨¢ ocurriendo con el calentamiento global en la superficie de la Ant¨¢rtida. Tollenaar busca ahora financiaci¨®n para organizar futuras misiones a los lugares con meteoritos que indica su mapa del tesoro.
El ge¨®logo Ralph Harvey dirige desde 1996 el Programa de B¨²squeda de Meteoritos Ant¨¢rticos, un proyecto estadounidense que en medio siglo ha encontrado unos 22.000 espec¨ªmenes. El veterano cazador de rocas espaciales aplaude el nuevo mapa del tesoro del equipo de Tollenaar. ¡°Servir¨¢ para priorizar los lugares de b¨²squeda¡±, celebra. Sin embargo, Harvey recuerda que la Ant¨¢rtida es un infierno en el que se han registrado temperaturas de 89 grados bajo cero y vientos huracanados de m¨¢s de 300 kil¨®metros por hora. ¡°La tarea de recuperar meteoritos ant¨¢rticos tiene solo un 10% de ciencia, el resto es entrenamiento, planificaci¨®n y log¨ªstica. Nos enfrentamos a una enorme sobrecarga intelectual a la hora de organizar viajes a sitios con condiciones clim¨¢ticas extremas, de otro mundo, donde el mero hecho de mantenerse con vida d¨ªa a d¨ªa requiere un cierto esfuerzo¡±, explica el investigador, de la Universidad Case de la Reserva Occidental, en Cleveland (EE UU).
¡°Los que nos ganamos la vida con esto somos pocos y no creo que ninguno de nosotros decidiera, bas¨¢ndose ¨²nicamente en este mapa, no visitar una zona de hielo de aspecto prometedor. En mi opini¨®n, el factor del apoyo log¨ªstico es la verdadera clave: si tienes apoyo en una regi¨®n en la que no est¨¢ demostrado que haya meteoritos, puede ser mejor opci¨®n que dirigirse a un lugar con mayor potencial, pero al que es 10 veces m¨¢s dif¨ªcil llegar¡±, opina.
La idea de hacer un mapa del tesoro surgi¨® del glaci¨®logo belga Harry Zekollari. Hace una d¨¦cada, este investigador particip¨® en una expedici¨®n de b¨²squeda de rocas espaciales en el entorno de la base belga Princesa Isabel. En poco m¨¢s de cinco semanas encontraron 424 meteoritos, con un peso total de unos 70 kilos. ¡°El 1% de la superficie de la Ant¨¢rtida son zonas de hielo azul, pero en la mayor¨ªa de ellas no encuentras meteoritos. La gran pregunta era por qu¨¦ s¨ª hab¨ªa en una zona, pero no hab¨ªa ninguno en otro sitio que estaba a solo 10 kil¨®metros¡±, recuerda. Ah¨ª entr¨® en escena Veronica Tollenaar.
La holandesa jam¨¢s imagin¨® que se dedicar¨ªa a buscar meteoritos en el fin del mundo. Durante a?os, so?¨® que se ganar¨ªa la vida con su gran pasi¨®n, la m¨²sica, como flautista, con un repertorio de ¨¦poca medieval, renacentista, barroca y contempor¨¢nea. Entre tanto, estudi¨® ingenier¨ªa civil y aprendi¨® a manejar herramientas de inteligencia artificial inusuales entre sus colegas glaci¨®logos. Esta ins¨®lita formaci¨®n le permiti¨® elaborar el primer mapa del tesoro de los meteoritos ant¨¢rticos, como parte de su tesis doctoral.
Tollenaar se arrodilla sobre el hielo azul y toma muestras con su martillo. En la Ant¨¢rtida profunda, todo el mundo tiene un nombre de combate, que se usa en las transmisiones por radio. La glaci¨®loga es Thor, como el dios n¨®rdico del trueno, que llevaba un martillo de guerra. Dos exploradores militares del Ej¨¦rcito de Chile, apodados Face y Prometeo, van unos metros por delante abriendo agujeros con sus piolets. Tollenaar explica que no todas las rocas espaciales valen lo mismo. ¡°Puede que solo uno de cada 100 meteoritos sea especial. As¨ª que para obtener ese meteorito especial necesitas encontrar tambi¨¦n el otro centenar¡±, explica mientras golpea el hielo azul con su martillo.
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