C¨®mo unos ind¨ªgenas africanos pudieron pintar un animal anterior a los dinosaurios
En la cueva de Brakfontein, en Sud¨¢frica, existen pinturas rupestres realizadas por el pueblo San posiblemente a comienzos del siglo XIX
Nunca sabremos con certeza qu¨¦ pensaban los humanos cuando pintaban o grababan en las paredes de roca. ?Eran simplemente escenas para acompa?ar los relatos, el Netflix de la ¨¦poca? Lo que s¨ª sabemos es que, como los artistas modernos, no siempre retrataban solo el mundo real que ve¨ªan, sino que tambi¨¦n representaban motivos nacidos de la imaginaci¨®n, tal vez con significado mitol¨®gico o religioso. Algunos de estos mitos, piensan los expertos, pueden haber venido inspirados por el hallazgo de f¨®siles de animales extinguidos. Y este puede ser el caso de la pintura de una extra?a criatura con largos colmillos en Sud¨¢frica.
La cueva de Brakfontein, en una granja llamada La Belle France de la provincia del Estado Libre de Sud¨¢frica, alberga pinturas rupestres que muestran los t¨ªpicos motivos de animales y escenas de caza, y que fueron plasmadas por el pueblo San de la zona (antiguamente llamados bosquimanos), probablemente a comienzos del siglo XIX. Pero en este mural, descrito en 1930 por George Stow y Dorothea Bleek, hay algo m¨¢s, un animal que recuerda a una serpiente gruesa con patas y largos colmillos, o quiz¨¢ una morsa. Sin embargo, nunca ha habido morsas en aquella parte del mundo, y la imagen no parece corresponderse con ning¨²n animal real.
Al menos, ninguno actual. La identidad de esta figura ha sido un misterio. Pero el paleobi¨®logo Julien Benoit, de la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo (Sud¨¢frica), cree haber dado con la soluci¨®n: podr¨ªa representar un dicinodonte, un tipo de protomam¨ªfero herb¨ªvoro que vivi¨® antes de los dinosaurios. Estos animales, de cuerpo fuerte y pico c¨®rneo, surgieron a mediados del P¨¦rmico, hace unos 265 millones de a?os. Llegaron a alcanzar gran diversidad, desde los peque?os como ratas hasta los mayores del tama?o de un elefante. La mayor¨ªa de ellos desaparecieron en la extinci¨®n p¨¦rmica, hace 252 millones de a?os, y solo unos pocos sobrevivieron durante el Tri¨¢sico, el amanecer de los grandes reptiles.
Los dicinodontes sol¨ªan tener largos colmillos orientados hacia abajo, similares a los de la pintura, por lo que el parecido es veros¨ªmil. Pero ?c¨®mo iban a retratar los ind¨ªgenas africanos de hace dos siglos a un animal extinto hace cientos de millones de a?os? La respuesta est¨¢ en los f¨®siles: los de dicinodontes abundan en la zona, incluso a ras de suelo. Curiosamente, la dataci¨®n estimada de la pintura se adelanta en al menos 10 a?os al hallazgo cient¨ªfico del primero de estos f¨®siles en 1845, lo que convertir¨ªa a los San en los descubridores originales de los dicinodontes.
Benoit no se basa solo en la semejanza de aspecto. Seg¨²n el paleobi¨®logo, la mitolog¨ªa de los San habla de extintas ¡°bestias monstruosas¡±, como Stow las denomin¨®, incorporadas al sistema de creencias de los ind¨ªgenas. ¡°La evidencia arqueol¨®gica apoya que los San encontraban y transportaban f¨®siles a gran distancia y pod¨ªan interpretarlos de forma sorprendentemente precisa¡±, escribe Benoit en su estudio, publicado en la revista PLoS ONE.
¡°En la pintura, el dicinodonte se usa como si fuera un animal-lluvia, un ser fant¨¢stico destinado a traer la lluvia¡±, detalla Benoit a EL PA?S. ¡°Cuando entran en estado de trance, los chamanes San viajan al reino de los muertos para traer un animal-lluvia que lleve la lluvia al mundo real. Los dicinodontes como animales-lluvia ser¨ªan consistentes con el hecho de que los San sab¨ªan que estaban completamente extinguidos¡±.
Los hallazgos de f¨®siles previos al nacimiento de la paleontolog¨ªa cient¨ªfica acumulan una larga historia como inspiradores de mitos en culturas de todo el mundo. ¡°En China todos los f¨®siles se consideran huesos de drag¨®n, y no solo los de dinosaurios¡±, comenta Benoit. Adem¨¢s de los dragones, humanos gigantes, c¨ªclopes, unicornios o serpientes marinas se hicieron hueco en las leyendas populares a trav¨¦s de este tipo de restos. Y as¨ª como en oriente y occidente estos casos son bien conocidos, la paleontolog¨ªa ind¨ªgena africana a¨²n es la gran ignorada.
Pero hay precedentes: seg¨²n Benoit, el ejemplo m¨¢s llamativo de paleontolog¨ªa San es el arte rupestre en la cueva de Mokhali, en Lesotho. All¨ª los ind¨ªgenas reprodujeron una huella de dinosaurio y pintaron tres figuras similares a estos animales. ¡°Estas siluetas no tienen brazos, porque no hay impresiones de manos en las huellas de la zona, y tienen una cola corta porque los dinosaurios no arrastraban la cola¡±, se?ala el paleobi¨®logo.
Estas pinturas, a?ade Benoit, se realizaron antes incluso de que se inventara el t¨¦rmino dinosaurio; en la mitolog¨ªa San, los dinosaurios equival¨ªan a una criatura denominada ||Khwai-hemm (con dos barras iniciales), cuyo nombre se traduce como un inquietante ¡°devorador de todo¡±. Y todav¨ªa hoy para los Basotho, ind¨ªgenas de Lesotho, los f¨®siles de dinosaurios son restos de este mismo monstruo temible al que llaman Kholumolumo.
El conocimiento ind¨ªgena de los f¨®siles
¡°El doctor Benoit ha presentado un caso muy convincente¡±, comenta Adrienne Mayor, historiadora de la Universidad de Stanford, que en sus libros The First Fossil Hunters: Paleontology in Greek and Roman Times (Princeton University Press, 2000) y Fossil Legends of the First Americans (Princeton University Press, 2005) ha analizado la influencia de la paleontolog¨ªa ind¨ªgena en sus mitos y sus creencias. ¡°Los San son famosos por su conocimiento de la anatom¨ªa animal y sus agudas observaciones de su entorno¡±, a?ade Mayor.
Esta experta apunta que existen otros casos de f¨®siles africanos imbricados con la mitolog¨ªa: en los a?os 1990 los n¨®madas tuaregs de N¨ªger guiaron a los cient¨ªficos hacia unos esqueletos de m¨¢s de 20 metros que sobresal¨ªan del terreno en la escarpadura de Tiguidi, en las rutas de las caravanas. Para los tuaregs, eran antiguos y temibles camellos gigantes que perecieron en una inundaci¨®n. Los cient¨ªficos descubrieron en ellos una nueva especie de dinosaurio y, como apunta Mayor, ¡°la llamaron Jobaria tiguidensis por el Jobar, el nombre de la bestia aterradora para los tuaregs¡±.
Todo ello concuerda con que ¡°la existencia de un antiguo conocimiento ind¨ªgena de los f¨®siles es muy probable¡±, como concluye Benoit en su estudio. Si todo esto nos ha pasado pr¨¢cticamente inadvertido hasta ahora es, sobre todo, por una raz¨®n: la escasez de registros escritos. Hoy los cient¨ªficos unen los puntos de distintas evidencias para dibujar las l¨ªneas de este conocimiento ancestral, pintado en los abrigos rocosos de la sabana africana y, posiblemente, en muchos casos aguardando a¨²n a ser descubierto.
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