Tres planetas y un destino
Venus, la Tierra y Marte comparten sus inicios, pero en alg¨²n momento separaron sus caminos, siendo hoy muy diferentes, sobre todo en las caracter¨ªsticas de sus atm¨®sferas y en un peque?o detalle: solo en uno el destino encerraba que apareciera la vida y evolucionara por doquier
Nacieron de la misma madre, una nube de gas y polvo c¨®smico compuesta principalmente de hidr¨®geno y helio, con menos de un 2% de su masa en forma de otros elementos, entre los cuales pod¨ªamos encontrar el ox¨ªgeno, el silicio, el aluminio o el hierro. Elementos que, por otro lado, abundan en las piedras que vemos a nuestro alrededor, donde menos de un 0,2% de sus ¨¢tomos son hidr¨®geno y helio. La nube comenz¨® con una densidad de solo unas miles de part¨ªculas por cent¨ªmetro c¨²bico, trillones de veces menos densa que el aire de nuestra atm¨®sfera, un tama?o decenas de veces mayor que el Sistema Solar hasta Neptuno, y una masa decenas de veces mayor que la del Sol. Y, sin embargo, la nube evolucion¨® muy r¨¢pidamente hasta formar una estrella y varios planetas en solo unas decenas o como mucho un centenar de millones de a?os. En un tiempo parecido al que llevan las ballenas en nuestro planeta se crearon varios mundos. Hoy conocemos 8 planetas en nuestro Sistema Solar, seguramente hubo o hay m¨¢s, pero esa es otra historia.
Tuvieron como madrinas varias supernovas, que seguramente nacieron de la misma madre, empujando parte de la nube primigenia, ayudando a que se comprimiera por estos lares y se iniciara el proceso de incremento de la densidad en una determinada zona, aqu¨ª mismo, y por gravedad fue cayendo a m¨¢s y m¨¢s material para formar nuestro Sistema Solar. Sabemos de estas supernovas que influyeron en nuestro nacimiento porque nos dejaron como legado elementos raros, muchos radiactivos, y con mezclas extra?as que no casan bien con lo que m¨¢s abunda en nuestros planetas. Pero esa es otra historia.
Tuvieron tambi¨¦n un padre, lo que se llama un disco protoplanetario, gobernado por una estrella en formaci¨®n, una protoestrella que se convertir¨ªa en Sol, cuya temperatura fue subiendo hasta llegar a alcanzar millones de grados en su centro, unos miles en su superficie, y siendo capaz de mantener caliente la zona circundante. Hasta una distancia no mucho m¨¢s all¨¢ de la ¨®rbita de Marte, las temperaturas estaban por encima de los 0 grados cent¨ªgrados. A ese nivel, el gas, que recordamos que daba cuenta del 98% de la masa de la nube original, estaba demasiado caliente para condensar. No se formaban gotitas ni de hidr¨®geno ni de helio, pero s¨ª empezaron a juntarse motas de polvo de silicatos, haci¨¦ndose cada vez m¨¢s grandes a?adiendo hierro, magnesio, n¨ªquel, u ox¨ªgeno que oxidaba esos metales, entre otros elementos. La mezcla tend¨ªa a enfriarse, pero tambi¨¦n se calentaba por choques entre rocas c¨®smicas, planetesimales cada vez m¨¢s grandes, que adem¨¢s estaban m¨¢s calientes en sus n¨²cleos, por encima de los 1000 K, algo que en los ¨²ltimos meses hemos aprendido que es el punto de fusi¨®n de muchas rocas, y que provoc¨® que los elementos m¨¢s pesados se hundieran y que los planetas tomaran formas cuasiesf¨¦ricas. Pero esa es otra historia.
Tuvieron primos, hoy bastante lejanos, pero con los que quiz¨¢s jugaron en su infancia, ya sea al pilla pilla o a tirarse piedras y bolas de nieve. De hecho, sin J¨²piter quiz¨¢s no tendr¨ªamos el agua que tenemos hoy. Quiz¨¢s por culpa de J¨²piter en alg¨²n momento estuvieron m¨¢s cerca del Sol, o quiz¨¢s se formaron algo m¨¢s lejos de lo que hoy vemos, pero tampoco mucho m¨¢s all¨¢, por algo son planetas rocosos y la temperatura de la zona donde se formaron no pudo ser muy baja. Si las distancias al Sol no siempre fueron las mismas, quiz¨¢s en alg¨²n momento Venus no recib¨ªa mucha m¨¢s radiaci¨®n solar que la que hoy llega a la Tierra, o Marte recib¨ªa m¨¢s, pudiendo ambos albergar agua l¨ªquida. Pero esas son otras historias.
Sus or¨ªgenes comunes tambi¨¦n debieron implicar que sus atm¨®sferas fueran muy parecidas al principio de su evoluci¨®n. Estaban tan calientes que ning¨²n gas pod¨ªa quedar atrapado por la gravedad de cada planeta, escapaba hacia el espacio, as¨ª que las grandes cantidades de hidr¨®geno o helio que hab¨ªa en la nube maternal nunca llegaron a formar una gran atm¨®sfera. Ese s¨ª fue el caso de planetas como J¨²piter o Saturno, que tienen atm¨®sferas que se denominan primarias, y pudieron crecer much¨ªsimo m¨¢s al poderse nutrir de los superabundantes hidr¨®geno y helio. Los planetas m¨¢s cerca del Sol, al enfriarse poco a poco en su exterior y mantenerse calientes en su interior, fueron soltando gases que formaron atm¨®sferas secundarias. La composici¨®n similar de los 3 planetas seguramente implic¨® que esas atm¨®sferas fueran muy parecidas en sus or¨ªgenes, una combinaci¨®n de los gases que normalmente liberan los volcanes: agua, di¨®xido de carbono y de azufre, o metano. De hecho, en la atm¨®sfera de la Tierra cuando ten¨ªa menos de la mitad de edad de hoy, en torno a la transici¨®n entre el e¨®n arcaico y el proterozoico, seguramente abundaban las nubes de ¨¢cido sulf¨²rico como las que hoy en d¨ªa hay en Venus. Ah¨ª hay m¨¢s historias que explicar¨ªan por qu¨¦ nuestro aire es ¡°nitr¨®geno, ox¨ªgeno y arg¨®n¡±, como nos cantaba Mecano.
Concluimos ya. Tenemos 3 planetas hermanos cuyo origen es com¨²n, lo que hace que Venus, Tierra y Marte sean planetas llamados rocosos, terrestres o interiores. Su composici¨®n interna no es muy diferente, dominada por hierro, magnesio, silicio, ox¨ªgeno... Pero en alg¨²n momento empezaron a separar sus destinos. Hoy sus atm¨®sferas son tremendamente distintas, quiz¨¢s porque tienen otras diferencias notables, como la distancia al Sol, la presencia de un campo magn¨¦tico fuerte o casi inexistente, periodos de rotaci¨®n distintos, o sat¨¦lites m¨¢s o menos grandes o ausentes. El caso es que solo uno lleg¨® a evolucionar para dar lugar a algo que hoy no podemos librarnos de considerar ¨²nico, porque no la hemos visto en ning¨²n otro sitio: la vida. ?Por qu¨¦ la Tierra? ?Estaba destinada a ello? ?Destinada a albergar vida o a mantenerla? ?Los otros planetas rocosos albergaron vida alguna vez? ?Hay algo que hizo inclinar la balanza hacia ser planetas inh¨®spitos frente a uno lleno de vida? ?O fueron un c¨²mulo de factores? ?Son muchos los factores que deben confabularse en un sistema planetario para que aparezca la vida? ?Cu¨¢n probable es ese evento vital? ?Es el universo suficientemente grande y viejo como para que, por muy baja que sea esa probabilidad, sea imposible que no haya vida m¨¢s all¨¢ de nuestro planeta? Esas son otras historias, la mayor parte nunca escritas, ni siquiera concebidas.
Pablo G. P¨¦rez Gonz¨¢lez es investigador del Centro de Astrobiolog¨ªa, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Cient¨ªficas y del Instituto Nacional de T¨¦cnica Aeroespacial (CAB/CSIC-INTA)
Vac¨ªo C¨®smico es una secci¨®n en la que se presenta nuestro conocimiento sobre el universo de una forma cualitativa y cuantitativa. Se pretende explicar la importancia de entender el cosmos no solo desde el punto de vista cient¨ªfico sino tambi¨¦n filos¨®fico, social y econ¨®mico. El nombre ¡°vac¨ªo c¨®smico¡± hace referencia al hecho de que el universo es y est¨¢, en su mayor parte, vac¨ªo, con menos de un ¨¢tomo por metro c¨²bico, a pesar de que en nuestro entorno, parad¨®jicamente, hay quintillones de ¨¢tomos por metro c¨²bico, lo que invita a una reflexi¨®n sobre nuestra existencia y la presencia de vida en el universo. La secci¨®n la integran Pablo G. P¨¦rez Gonz¨¢lez, investigador del Centro de Astrobiolog¨ªa; Patricia S¨¢nchez Bl¨¢zquez, profesora titular en la Universidad Complutense de Madrid (UCM); y Eva Villaver, investigadora del Centro de Astrobiolog¨ªa.
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