La fascinante vida nocturna del chotacabras

La c¨¢lida luz del atardecer interrumpe el sue?o de una de las aves m¨¢s desconocidas de nuestro continente: el chotacabras cuellirrojo. La figura de este animal de costumbres nocturnas y comportamiento esquivo est¨¢ rodeada de mitos, empezando por su propio nombre. La palabra chotacabras y sus t¨¦rminos an¨¢logos en otros idiomas aluden a la falsa creencia de que estas aves pueden mamar de las cabras. Esta disparatada costumbre carece de base cient¨ªfica, pero basta observar de cerca un solo ejemplar para justificar la leyenda. La comedida apariencia de su pico abre paso inesperadamente a una de las bocazas proporcionalmente m¨¢s grandes del reino animal, cuya funci¨®n, lejos de servir de acople para las ubres caprinas, facilita la captura de sus presas: mariposas nocturnas en su gran mayor¨ªa.

El Espacio Natural de Do?ana, situado en plena costa de la luz, es parad¨®jicamente un santuario para la fauna nocturna. Cada primavera, miles de chotacabras viajan desde los bosques subtropicales subsaharianos para reproducirse en los ¨¢ridos ecosistemas de Do?ana, convirti¨¦ndose as¨ª en moradores de nuestro particular laboratorio natural. Casi 2.000 de estos ejemplares forman ya parte del estudio que inici¨¢ramos unos 15 a?os atr¨¢s para comprender mejor a unos animales que miden su tiempo en lunas y reparten su espacio entre continentes.

La media noche se?ala el comienzo de nuestra jornada de trabajo. La captura de las aves se realiza manualmente en plena oscuridad, avanzando suavemente con los pies descalzos y conteniendo el aliento para evitar producir el m¨¢s m¨ªnimo ruido. En apenas tres minutos desde la captura, tomamos medidas del tama?o corporal, el dise?o del plumaje, las reservas energ¨¦ticas o el volumen del est¨®mago de todos los ejemplares, que son posteriormente puestos en libertad. Otros son, adem¨¢s, equipados con una diminuta mochila electr¨®nica que registra datos muy precisos sobre su comportamiento y localizaci¨®n geogr¨¢fica durante un ciclo anual completo. Estos datos nos han permitido conocer detalles nunca antes revelados, como sus preferencias de paisaje, sus lugares de invernada, sus rutas migratorias y sus principales amenazas.

Los chotacabras comparten franja horaria y dieta con los murci¨¦lagos, pero experimentan un universo sensorial muy diferente, basado en la luz, no en el sonido. Los chotacabras se sirven principalmente de la vista para orientarse, comunicarse y alimentarse en plena noche. Es por ello que requieren de un m¨ªnimo de luminosidad para encontrar pareja o cazar. La luna es ¡ªo sol¨ªa ser¡ª la principal fuente de luz disponible durante la noche, por lo que los ritmos de actividad de estas aves tienen un car¨¢cter marcadamente c¨ªclico, modelado por la continua sucesi¨®n de las fases lunares.

En noches de luna llena, es frecuente encontrar a los chotacabras posados sobre el suelo con la cabeza alzada y la mirada puesta en el disco lunar, pretendiendo adivinar el fugaz contraste de siluetas que precede a sus lances de caza. En noches oscuras, su visibilidad queda profundamente mermada y poco m¨¢s pueden hacer que aprovechar las ¨²ltimas luces del ocaso para comer cuanto puedan y permanecer inm¨®viles el resto del tiempo, procurando no comprometer su supervivencia con derroches innecesarios.

Este modo de vida fluctuante, sujeto a una incesante alternancia de festines y hambrunas, solo es posible gracias a una serie de adaptaciones que permiten a los chotacabras capitalizar las ef¨ªmeras oportunidades que les brinda la luna. Entre ellas: una boca enorme y prominentes ojos oscuros que pocos insectos consiguen esquivar, un est¨®mago no menos impresionante que soporta sus copiosos atracones, y un control voluntario de la temperatura corporal que les permite ahorrar energ¨ªa en tiempos desfavorables.

Comunicarse en la oscuridad

El chotacabras es un maestro del camuflaje. Cada ma?ana, tras finalizar su cena, se retira a descansar sobre el suelo en lugares cuidadosamente seleccionados para maximizar el parecido con su propia coloraci¨®n. Esta estrategia le permite pasar desapercibido ante posibles depredadores, pero incluso el ser m¨¢s esquivo necesita revelarse ante otros en alg¨²n momento. El discreto plumaje de los chotacabras esconde prominentes manchas blancas que solo quedan al descubierto cuando despliegan sus alas y cola en pleno vuelo. Estas manchas producen conspicuos destellos en la oscuridad de la noche con los que estas aves comunican su calidad individual y capacidad reproductiva a sus rivales y posibles parejas.

Las plumas de los chotacabras acumulan tambi¨¦n unos pigmentos denominados porfirinas que, al ser expuestos a la luz ultravioleta, emiten fluorescencia en un tono intensamente rosado. En un estudio reciente, pudimos comprobar que la cantidad de fluorescencia bajo sus alas se relaciona positivamente con el peso de los individuos, tal como sucede tambi¨¦n en algunas especies de b¨²hos, por lo que es posible que las aves nocturnas utilicen esta extra?a cualidad como canal privado de comunicaci¨®n.

Guardaespaldas vegetales

Cada noche, los chotacabras abandonan la seguridad de sus dormideros para alimentarse en espacios abiertos que, si bien facilitan la detecci¨®n y persecuci¨®n de sus presas, son menos favorables en t¨¦rminos de camuflaje. En uno de nuestros primeros trabajos, pudimos constatar el papel de los depredadores terrestres como motor para la evoluci¨®n de un comportamiento tan eficaz que se repite en distintas especies de chotacabras de todo el mundo: el uso de ¡°plantas guardaespaldas¡±.

La peculiar disposici¨®n de los ojos de los chotacabras, ubicados en la regi¨®n equivalente a la parte superior de nuestra frente, confiere a estos animales un campo de visi¨®n ¨®ptimo para detectar insectos voladores, pero es al mismo tiempo ineficaz para detectar posibles amenazas que se aproximen por la espalda. Como soluci¨®n a este problema, los chotacabras suelen posarse junto a la base de densos arbustos que obstaculizan las posibles acometidas de zorros o jabal¨ªes y otorgan a las aves unos milisegundos de incalculable valor para evadir el ataque.

En los ¨²ltimos a?os, especies de todo el planeta est¨¢n aumentando sus niveles de nocturnidad debido a las molestias provocadas por la actividad diurna de los seres humanos. Como resultado, una buena parte de la biodiversidad podr¨ªa quedar privada de los beneficios de la luz diurna, cuyos efectos son todav¨ªa un misterio. El estudio de especies nocturnas, como el chotacabras, cobra por tanto una especial relevancia ante la creciente presi¨®n antr¨®pica que sufren un sinf¨ªn de organismos por todo el mundo.

Carlos Camacho es investigador Juan de la Cierva en el IPE-CSIC y coordinador cient¨ªfico del grupo Nightjaring.

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