L¨¹tzerath: el pueblo engullido por una mina de carb¨®n que encarna el dilema energ¨¦tico alem¨¢n
La guerra de Ucrania y la crisis de abastecimiento el¨¦ctrico han provocado un cisma entre el partido verde, que forma parte del Gobierno, y el movimiento por el clima
Eckardt Heukamp fue el ¨²ltimo de L¨¹tzerath. Le habr¨ªa gustado mostrar la casa familiar, un edificio construido en 1763 donde ¨¦l, cuarta generaci¨®n de granjeros, se dedic¨® a la agricultura como antes hicieron su padre y su abuelo. ¡°Pero todo ha desaparecido ya; no queda nada¡±, lamenta. El pueblo entero, en el oste de Alemania, es historia. Las excavadoras de la empresa minera RWE entraron a tirar los edificios en cuanto la Polic¨ªa consigui¨® desalojar a los centenares de activistas que se hab¨ªan atrincherado all¨ª. Heukamp, de 58 a?os, vio c¨®mo demol¨ªan su fachada en la distancia, con unos prism¨¢ticos.
¡°Es un trago amargo¡±, reconoce, aunque ha tenido tiempo para hacerse a la idea. Heukamp ha sido el rostro de la resistencia en L¨¹tzerath. Durante a?o y medio fue su ¨²nico habitante. Cuando todos sus vecinos vendieron sus propiedades a RWE, que pretende ampliar la cercana mina de carb¨®n de Garzweiler excavando bajo el pueblo, ¨¦l se mantuvo firme, contrat¨® a un abogado y pele¨® en los tribunales. Abandon¨® tras perder el ¨²ltimo recurso, en abril pasado. ¡°No pude evitarlo. Tuve que vender¡±, explica frente a la iglesia de Keyenberg, otro de los pueblos de esta regi¨®n de Renania del Norte-Westfalia vecinos de una mina a cielo abierto que con los a?os se ha ido extendiendo hasta alcanzar los 48 kil¨®metros cuadrados.
L¨¹tzerath, epicentro del movimiento en defensa del clima en Alemania, se ha convertido en un s¨ªmbolo. La relevancia de la lucha por salvar esta aldea con 900 a?os de historia va mucho m¨¢s all¨¢ de la granja y el sustento de Heukamp. Encarna el dilema energ¨¦tico al que se enfrentan Alemania y Europa tras la invasi¨®n rusa de Ucrania y la imperiosa necesidad de deshacerse de la dependencia de los hidrocarburos rusos. La batalla que se libra en este pl¨¢cido rinc¨®n verde del oeste alem¨¢n, cerca de las fronteras con B¨¦lgica y Pa¨ªses Bajos, tiene que ver con la dificultad de conjugar la seguridad del suministro energ¨¦tico con la transici¨®n verde.
La iglesia donde Heukamp cita a EL PA?S est¨¢ cerrada. La desecralizaron hace unos a?os. ¡°Ya v¨¦is, se llevaron hasta las campanas¡±, relata el agricultor. Keyenberg iba a correr la misma suerte que L¨¹tzerath, as¨ª que el pueblo ha ido vaci¨¢ndose poco a poco. Hoy solo queda un negocio abierto, una panader¨ªa. ¡°El pueblo todav¨ªa no est¨¢ muerto. Puede volver a venir gente. Y lo mismo podr¨ªa haber pasado en L¨¹tzerath, pero se ha antepuesto el ¨¢nimo de lucro de una empresa¡±. Heukamp, que ahora vive de alquiler mientras busca otra granja que se adapte a sus necesidades, es de los que cree que extraer el carb¨®n de su aldea no era necesario para asegurar el suministro energ¨¦tico alem¨¢n y acusa a Los Verdes de traicionar al movimiento por el clima.
El partido ecologista alem¨¢n, que forma parte desde diciembre de 2021 de la coalici¨®n de Gobierno, ha sido el objetivo prioritario de las cr¨ªticas y los insultos que se han coreado durante la resistencia al desalojo de L¨¹tzerath. Centenares de activistas llegados de toda Alemania se atrincheraron en la aldea para evitar o al menos retrasar la demolici¨®n. Pese a que se produjeron algunos enfrentamientos con la polic¨ªa, con lanzamiento de piedras y petardos, el desalojo fue r¨¢pido y apenas dej¨® da?os personales.
La protesta cont¨® con el respaldo de la activista sueca Greta Thunberg, que fue desalojada el martes pasado junto a otros activistas. Las im¨¢genes de los agentes llev¨¢ndose en volandas a la cara m¨¢s conocida del movimiento ambientalista dieron a la protesta eco internacional. Tambi¨¦n se hicieron virales v¨ªdeos de polic¨ªas antidisturbios atrapados en el barrizal mientras un activista vestido de monje medieval se cachondeaba de ellos.
El movimiento ecologista confiaba en que la llegada de Los Verdes al gobierno alem¨¢n evitar¨ªa la destrucci¨®n de los pueblos cercanos a la mina de Garzweiler, pero la invasi¨®n de Ucrania y el cierre del grifo del gas ruso han impuesto una nueva realidad. Un pacto reciente con RWE permite a la empresa explotar el lignito de L¨¹tzerath a cambio de cerrar la mina en 2030, ocho a?os antes de la fecha prevista en la legislaci¨®n para dejar de quemar carb¨®n. El ministro de Econom¨ªa, el verde Robert Habeck, ha destacado que el acuerdo ha permitido salvar a otros cuatro pueblos que tambi¨¦n iban a ser derruidos. Al final solo perece L¨¹tzerath.
Pero para los activistas la lucha no ha terminado. La resistencia se organiza desde un campamento a las afueras de Keyenberg, donde se alinean las tiendas de campa?a. Decenas de activistas se organizan para preparar tres comidas calientes al d¨ªa y mantener razonablemente limpias las letrinas y las duchas. Lakshmi Thevasagayam, de 28 a?os, es una de ellos. Es m¨¦dica, pero ha aparcado su profesi¨®n para volcarse en la causa clim¨¢tica. ¡°Me gustar¨ªa estar trabajando en un hospital, pero me niego a aceptar esta situaci¨®n. Sent¨ªa mucha impotencia. Si queremos salvar vidas necesitamos luchar, de la forma que sea¡±, dice frente a un guiso vegano de lentejas que sus compa?eros van sirviendo de una gran olla de metal.
Su forma de luchar contra la crisis clim¨¢tica fue dejarlo todo e irse a L¨¹tzerath, donde estuvo viviendo un a?o con otros activistas. ¡°El carb¨®n tiene que permanecer bajo tierra si queremos conseguir el objetivo de 1,5 grados [el umbral de seguridad que establecieron las naciones del mundo cuando en 2015 firmaron el Acuerdo de Par¨ªs para limitar el calentamiento a 1,5 grados cent¨ªgrados en comparaci¨®n con los niveles preindustriales]¡±, asegura, y no ahorra cr¨ªticas a Los Verdes por haber permitido que RWE arrase otro pueblo para seguir extrayendo lignito, el carb¨®n m¨¢s abundante en Alemania. ¡°Es descorazonador que un partido que hizo campa?a por los 1,5 grados no pueda mantener sus promesas cuando llega al poder¡±, asegura. ¡°?Qui¨¦n les va a votar ahora?¡±
Seg¨²n los c¨¢lculos de RWE, dados por buenos por las autoridades, las toneladas de lignito bajo L¨¹tzerath son necesarias para la seguridad energ¨¦tica alemana. Pero estudios independientes los desmienten. ¡°Las minas de Garzweiler y Hambach tienen carb¨®n m¨¢s que suficiente para abastecer a las centrales de carb¨®n existentes, incluso con la mayor utilizaci¨®n debida a la crisis energ¨¦tica y del gas¡±, afirma Claudia Kemfert, especialista en energ¨ªa del Instituto Alem¨¢n para la investigaci¨®n Econ¨®mica (DIW).
La presencia de Los Verdes en el nuevo Gobierno parec¨ªa indicar que Alemania acelerar¨ªa su salida del carb¨®n. Pero la crisis energ¨¦tica ha obligado a incrementar la producci¨®n de lignito nacional y se han reabierto centrales el¨¦ctricas de carb¨®n ya cerradas. A falta de los datos oficiales para 2022, algunos c¨¢lculos indican que el pa¨ªs ha vuelto a incumplir sus objetivos medioambientales. ¡°No esperamos reducciones significativas de emisiones en 2022¡å, confirma Dirk Messner, presidente de la Agencia Medioambiental de Alemania (UBA), que publicar¨¢ sus primeros c¨¢lculos el 15 de marzo.
Algunas manifestaciones, especialmente la del 14 de enero, en pleno desalojo, han congregado a miles de personas en L¨¹tzerath, pero hay residentes que ya est¨¢n cansados de la continua presencia de activistas en la zona. Muchos ni siquiera est¨¢n en contra de la mina. ¡°Garzweiler y RWE han tra¨ªdo prosperidad y desarrollo¡±, aseguran casi al un¨ªsono Barbara y Thomas Gigowski, una pareja de jubilados que vive a 15 kil¨®metros de L¨¹tzerath. Se han acercado a un mirador desde donde se aprecia, pese a la intensa nevada, la inmensidad de la explotaci¨®n. ¡°Claro que nos preocupan las emisiones de CO2, pero no se puede cerrar el carb¨®n y luego preguntarse de d¨®nde va a salir la energ¨ªa que necesitamos¡±, asegura ¨¦l. Tampoco sienten nostalgia por la destrucci¨®n de los pueblos. ¡°Mucha gente ha salido ganando con sus nuevas casas¡±, apunta ella.
En el campamento, los activistas preparan nuevas acciones. Habr¨¢ m¨¢s manifestaciones, seguir¨¢n protestando en las sedes de Los Verdes, y tratar¨¢n de impedir el avance de las m¨¢quinas. ¡°Estamos decididos a resistir el tiempo que haga falta y de la forma que haga falta¡±, promete la activista Thevasagayam. Para L¨¹tzerath ya es tarde. ¡°No hay nada que ver all¨ª. Est¨¢ vallado, lleno de m¨¢quinas y es peligroso entrar¡±, contesta un portavoz de RWE a la petici¨®n de visitar el pueblo. La aldea en la que se crio el granjero Heukamp ya no existe.
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