Ecocidios La Espa?ola (Sociedad Ilimitada)
Lo rom¨¢ntico y paranoide es creer que podemos seguir despreocupados mientras expolian el futuro de nuestros hijos y nietos para malvender fresas en el borde de un desierto
El hombre y la naturaleza siempre han cohabitado en conflictividad. Hay quien dice que no somos capaces de dejar en paz a los dem¨¢s seres vivos. Pero tan agresivos con lo ajeno y lo desconocido, no deber¨ªa extra?arnos nuestro mercantilismo hacia la biosfera. El ecologismo colisiona con realidades antropol¨®gicas: no es pr¨¢ctico pedirle a alguien que haga algo que crea contrario a sus intereses. Lo caricaturesco y calamitoso, es que sea el apostolado conservador el que nos haya hecho creer que la conservaci¨®n biol¨®gica va en contra del progreso. Pues ¡°no habr¨ªa que hablar de progreso en t¨¦rminos de longevidad, seguridad o comodidad antes de comparar a los animales de un zoo con los que viven en libertad¡±, seg¨²n Nassim Taleb.
Estos d¨ªas, por iniciativa de PP y Vox, se tramita en el parlamento andaluz la Proposici¨®n de Ley sobre los regad¨ªos al norte de Do?ana. Parlamento que no podr¨¢ ser informado debidamente por cient¨ªficos, ya que estos, contra toda previsi¨®n y sentido com¨²n, han sido vetados en la comparecencia. La honrosa excepci¨®n, casi nocturna y a rega?adientes por la presi¨®n medi¨¢tica, viene a ser Miguel Delibes, quien parece condenado a predicar en el desierto. Pas¨¢ndose por el arco del fres¨®n todas las advertencias de la Comisi¨®n Europea, esta ley discurre fatalmente como un Leviathan al estilo de la cinta del cineasta ruso Andrey Zvyagintsev, en la que se impone la maldici¨®n hobbesiana: todo para los perversos y nada para los justos. Para cualquier ciudadano bien informado, los subterfugios de agua, progreso y empleo son demagogia l¨ªquida, propaganda vestida de altruismo, una picaresca de legitimaci¨®n galdosiana para el lucro y la fuga. Pero una soga mortal sobre el cuello del Patrimonio Mundial de Do?ana.
Mi defensa deriva de haber dedicado 30 a?os de mi vida profesional al estudio de los ecosistemas del pasado, incluyendo el h¨¢bitat de nuestros ancestros. Compartir¨¦ tres estudios relevantes. En el primero he coordinado a 130 autores de 14 nacionalidades, estudiando casi 500 registros f¨®siles para documentar los cambios en las floras ib¨¦ricas durante los ¨²ltimos 66 millones de a?os. Observamos que el sur peninsular ha servido como refugio de biodiversidad en las fases clim¨¢ticas adversas durante las cuales muchas especies se extingu¨ªan del resto del continente. Hay ejemplos de supervivencia extraordinaria en ecosistemas litorales como Do?ana: Arcas de No¨¦ para especies que c¨ªclicamente recolonizar¨ªan Europa bajo condiciones m¨¢s favorables. Moraleja: la desaparici¨®n de poblaciones en refugios supone la extinci¨®n irreversible en todo el ¨¢rea de distribuci¨®n de la especie.
Otros estudios incluyen la acci¨®n humana durante los ¨²ltimos milenios. Hace m¨¢s de 4.000 a?os se desarroll¨® en el sureste la pr¨®spera cultura del Argar, una de las primeras sociedades urbanas europeas. Observamos su abrupto final (¡°colapso arg¨¢rico¡±), tras la desaparici¨®n de los bosques frondosos con alta biodiversidad que dominaban las ¨¢reas litorales. Los registros f¨®siles muestran c¨®mo la actividad deforestadora (hornos de le?a, incendios), el sobrepastoreo y la explotaci¨®n agr¨ªcola para comercio excedentario, provocaron la cat¨¢strofe ecol¨®gica, el primer gran ecocidio europeo. Moraleja: un ecocidio antecede a un genocidio. Las ¨¦lites arg¨¢ricas deforestaron las monta?as y trajeron hambre, enfermedad y muerte a sus habitantes.
Las especies actuales han atravesado todos los t¨²neles del tiempo pret¨¦rito en un proceso encadenado de contingencias. Est¨¢n aqu¨ª despu¨¦s de que todas las mayor¨ªas de todas las poblaciones pasadas hayan quedado atr¨¢s. Nosotros mismos somos un acontecimiento evolutivo de muy baja probabilidad, herederos de millones de azares afortunados. Y resulta que nuestro pasado evolutivo est¨¢ ligado a territorios con alta complejidad geogr¨¢fica, biodiversidad y presencia de lagos y cursos de agua dulce. Do?ana replica hoy la casa com¨²n de todas las especies de Homo. Por ello, la mayor pandemia actual es lo que Richard Louv llam¨® ¡°trastorno por d¨¦ficit de naturaleza¡±. Aviso, diagn¨®stico y pron¨®stico: la ca¨ªda de Do?ana supone una amputaci¨®n traum¨¢tica de la biodiversidad europea, pero tambi¨¦n simboliza el devenir de un suicidio colectivo, s¨ªntoma de un trastorno identitario por intoxicaci¨®n propagand¨ªstica. No habr¨¢ remedios curativos: en realidad, est¨¢n en la casa com¨²n cuya demolici¨®n se autoriza ¡°democr¨¢ticamente¡±. ¡°La Revoluci¨®n no necesita sabios¡±, le dijeron a Lavoisier frente a la guillotina. M¨¢s de 200 a?os despu¨¦s, la barbarie tartamudea.
Igual es dif¨ªcil explicar c¨®mo la biodiversidad es una red que nos protege de la incertidumbre consustancial a la existencia. Igual es dif¨ªcil aprehender nuestra naturaleza animal y su v¨ªnculo irremediable con el medio natural. A veces pienso que ya nos han convertido en manufactura por imperativo comercial. Dice Edward Wilson que nunca hemos conquistado el mundo porque nunca lo hemos comprendido.
Defender Do?ana no es un asunto rom¨¢ntico ni alocado. Lo rom¨¢ntico y paranoide es creer que podemos seguir despreocupados mientras expolian el futuro de nuestros hijos y nietos para malvender fresas en el borde de un desierto. Tan paranoide como que los siniestros oligarcas piensen que se salvar¨¢n del colapso viajando a Marte o congelados en el arc¨®n transhumanista. Me temo que, como cantaban los Rolling Stones (Sympathy for the Devil), no han comprendido la verdadera naturaleza de los juegos diab¨®licos.
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