¡®The Washington Post¡¯ se sume en el caos en su intento de reinventarse
Una investigaci¨®n del propio diario sobre sus nuevos jefes fuerza la renuncia del que iba a ser su nuevo director. El editor brit¨¢nico nombrado por Jeff Bezos despierta recelos en la redacci¨®n
Algo no marcha del todo bien en un peri¨®dico si la gran exclusiva del d¨ªa no es, pongamos, sobre Donald Trump o sobre los planes del Pent¨¢gono, sino sobre... el propio peri¨®dico.
Sucedi¨® el domingo pasado en The Washington Post. A las 20:09 de un d¨ªa sin grandes noticias, los editores dieron al bot¨®n de publicar una historia inusual por dos motivos: dejaba en mal lugar a los nuevos jefes y ahondaba en el caos que vive desde hace semanas un...
Algo no marcha del todo bien en un peri¨®dico si la gran exclusiva del d¨ªa no es, pongamos, sobre Donald Trump o sobre los planes del Pent¨¢gono, sino sobre... el propio peri¨®dico.
Sucedi¨® el domingo pasado en The Washington Post. A las 20:09 de un d¨ªa sin grandes noticias, los editores dieron al bot¨®n de publicar una historia inusual por dos motivos: dejaba en mal lugar a los nuevos jefes y ahondaba en el caos que vive desde hace semanas una de las instituciones period¨ªsticas m¨¢s respetadas de Estados Unidos.
El art¨ªculo, una investigaci¨®n de tres mil palabras con cuatro firmas y arranque en portada en la edici¨®n en papel del d¨ªa siguiente, desvelaba los v¨ªnculos del que estaba previsto que fuera su pr¨®ximo director, Robert Winnett, con un turbio investigador privado de nombre John Ford, a quien ya desde el titular llamaban ¡°ladr¨®n confeso¡±. Hace dos d¨¦cadas, Ford, seg¨²n el texto, emple¨® m¨¦todos poco ¨¦ticos para conseguirle exclusivas a Winnett, cuando ¨¦ste trabajaba en Londres para The Sunday Times.
La publicaci¨®n de esa investigaci¨®n, y de otras que han ido apareciendo en el propio diario y en medios de la competencia como The New York Times, provoc¨® este viernes la renuncia de Winnett antes siquiera de asumir un puesto para el que fue nombrado por otro brit¨¢nico, Will Lewis, consejero delegado y editor del Post desde enero. Winnett ten¨ªa que haber empezado en noviembre, tras las elecciones en Estados Unidos, pero en vista del recibimiento ha decidido que mejor quedarse en Londres. All¨ª seguir¨¢ siendo director adjunto de The Daily Telegraph, medio en el que coincidi¨® hace a?os con Lewis.
Ninguno de los dos quiso responder a las preguntas de los reporteros que firmaron el art¨ªculo del domingo en el Post, y Lewis se ha negado repetidamente esta semana a reaccionar a las revelaciones comprometedoras que han ido saliendo a la luz.
El editor, de 55 a?os, trabaj¨® para Rupert Murdoch (2010-2020) y antes dirigi¨® el Telegraph (2006-2010). En noviembre pasado, lo fich¨® Jeff Bezos, fundador de Amazon y propietario del Post desde 2013, para reflotar un prestigioso diario que tal vez no haya parado de acumular pulitzers, pero vive acosado por la ca¨ªda de lectores, por los malos resultados econ¨®micos (77 millones de d¨®lares de d¨¦ficit, unos 72 millones de euros, solo en 2023) y por una evidente p¨¦rdida de influencia desde los tiempos en los que Martin Baron, un referente de los de antes, estaba al frente del Post y Donald Trump era presidente.
La llegada a Washington de Lewis, un veterano de los diarios conservadores londinenses y un profesional bregado en las luces y las sombras del periodismo ingl¨¦s, ha puesto un poco halagador foco sobre su pasado y su implicaci¨®n en la clase de esc¨¢ndalos (escuchas ilegales, sobornos, ocultaci¨®n y compra de informaci¨®n) con los que al establishment de la prensa estadounidense le encanta rasgarse las vestiduras.
El escrutinio se intensific¨® despu¨¦s de que la directora del Post, Sally Buzbee, la primera mujer al frente de este buque insignia del periodismo de Washington, anunciara por sorpresa el 2 de junio (otro domingo) que dejaba su puesto por desavenencias con los planes de Lewis para el futuro del diario, que pasan por trocearlo en tres divisiones: noticias (al frente de la cual iba a estar Winnett), opini¨®n y una tercera, h¨ªbrida, dedicada a asuntos tan dispares como las redes sociales, la b¨²squeda de nuevos ingresos o las nuevas narrativas period¨ªsticas. Buzbee, trascendi¨® despu¨¦s, no estaba contenta con lo que esa reorganizaci¨®n le iba a traer en t¨¦rminos de p¨¦rdida de poder. Tambi¨¦n se supo que Lewis hab¨ªa discutido sobre la conveniencia de publicar en el Post informaciones que hurgaban en esc¨¢ndalos relacionados con su pasado. David Folkenflik, reportero de la radio p¨²blica NPR, relat¨® a los pocos d¨ªas nuevas malas pr¨¢cticas: a cambio de no seguir indagando en su carrera, Lewis, que neg¨® los hechos, le prometi¨® una entrevista en exclusiva.
La sucesi¨®n de revelaciones sensacionales y poco halag¨¹e?as sobre la nueva jefatura ha ensombrecido los ¨¢nimos en la redacci¨®n del Post, cuya sede se reparte en varias plantas de un rascacielos (es un decir en Washington) de aire neog¨®tico en la calle K. All¨ª se mudaron en 2016 tras pasar d¨¦cadas en la de toda la vida, inmortalizada en la pel¨ªcula Todos los hombres del presidente, en la que Dustin Hoffmann y Robert Redford interpretaron a Bob Woodward y Carl Bernstein en los gloriosos tiempos del esc¨¢ndalo del Watergate que forz¨® la dimisi¨®n de Richard Nixon. Este lunes, iron¨ªas de la vida, se cumpl¨ªan justo 52 a?os de aquel d¨ªa en que Woodward decidi¨®, casi por aburrimiento, ir a cubrir el juicio por el allanamiento de morada de la oficina del Comit¨¦ Nacional Dem¨®crata en un curvil¨ªneo edificio de apartamentos de la ciudad. Fue el big bang de una investigaci¨®n que acabar¨ªa sirviendo de vara de medir no ya solo de la excelencia en el Post, sino el periodismo estadounidense moderno.
¡°Incertidumbre¡± y ¡°orgullo¡± entre los empleados
En conversaciones durante esta semana con media docena de empleados del diario, que pidieron hablar desde el anonimato, estos describieron un clima de ¡°incertidumbre¡± y de ¡°desconfianza hacia los nuevos¡±. ¡°Seguimos haciendo como siempre nuestro trabajo, pero no podemos evitar distraernos con las noticias, no es f¨¢cil concentrarse¡±, dijo uno de ellos. Todos coincidieron en contar que se hab¨ªan enterado de los esc¨¢ndalos por los medios, incluido su propio peri¨®dico. ¡°El trabajo de esos compa?eros escribiendo contra los jefes es para sentirse orgulloso¡±, a?adi¨® otro.
El departamento de relaciones p¨²blicas emiti¨® un comunicado al d¨ªa siguiente del reportaje-bomba: ¡°Cubrimos The Washington Post de forma independiente, rigurosa y justa¡±, dec¨ªa. El texto tambi¨¦n comunicaba que se hab¨ªa hecho volver a un veterano de los tiempos de Baron, Cameron Barr (jubilado en 2023, pero a¨²n segu¨ªa asociado al peri¨®dico), para encargarse de esa cobertura y as¨ª evitarle el trago a Matt Murray, el director interino hasta noviembre, otro hombre de confianza de Lewis. En sus memorias reci¨¦n publicadas, Baron define a Barr como un periodista ¡°especialmente talentoso y profundamente experimentado¡±.
La idea de un diario sac¨¢ndose los colores a s¨ª mismo quiz¨¢ resulte chocante en otras culturas period¨ªsticas, pero goza de una ¡°larga tradici¨®n¡± en Estados Unidos, seg¨²n explica Margaret Sullivan, directora ejecutiva del Centro Newmark de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia. ¡°Los medios serios necesitan demostrarse su independencia escribiendo contra sus jefes y probando que pueden informar con la misma cierta objetividad sobre sus asuntos que sobre el resto¡±, aclar¨® el viernes en una entrevista telef¨®nica la prestigiosa periodista, que fue directora del Buffalo News, defensora del lector de The New York Times y redactora de medios del Post hasta 2022.
El caso tambi¨¦n ha servido para poner encima de la mesa las diferencias entre las tradiciones period¨ªsticas estadounidense y brit¨¢nica. El mayor logro de la carrera de Lewis lleg¨® cuando en 2009, al frente del Telegraph, destap¨® un gigantesco esc¨¢ndalo de abusos en los gastos oficiales de los parlamentarios brit¨¢nicos con la ayuda de Winnett, un reportero de raza que ya se hab¨ªa ganado el apodo de Rat Boy, y a cambio de dinero por una filtraci¨®n. ¡°Aquella fue una exclusiva impresionante, pero est¨¢ probado que pagaron 110.000 libras por ella¡±, recuerda Sullivan. ¡°Algo as¨ª va en contra de las reglas del periodismo serio en Estados Unidos¡±. En un documental corporativo que celebraba ese episodio de la historia del Telegraph, Lewis despacha las cr¨ªticas por haber comprado la informaci¨®n como ¡°una cortina de humo¡± para menospreciar ¡°uno de los m¨¢s importantes, si no el m¨¢s importante trabajo period¨ªstico para la sociedad brit¨¢nica desde el final de la Segunda Guerra Mundial¡±.
¡°Hay un punto de hipocres¨ªa en ese sentimiento de superioridad¡±, opina desde Londres James Ball, reportero de investigaci¨®n ingl¨¦s que particip¨® en el principio de Wikileaks y ha trabajado en medios de ambos lados del Atl¨¢ntico. ¡°Les encanta decir que su periodismo es el mejor del mundo, cuando en realidad hay buen periodismo en todas partes y en ambos ecosistemas los medios incurren conscientemente en actividades que pueden ser ilegales cuando creen que pueden ser de inter¨¦s p¨²blico: la filtraci¨®n sobre los gastos parlamentarios era un buen ejemplo de eso. No hay que olvidar que muchos de los entresijos del affaire Lewis los han destapado medios ingleses. Tampoco que las leyes brit¨¢nicas se endurecieron tras algunos de los episodios en los que particip¨® Lewis, y en ciertos aspectos son mucho m¨¢s estrictas que las estadounidenses¡±. Es as¨ª, por ejemplo, en lo tocante a la difamaci¨®n, un asunto muy serio en el Reino Unido, o en las restricciones para publicar informaci¨®n sobre casos judiciales en curso.
La revista sat¨ªrica londinense Private Eye a?adi¨® en su n¨²mero de esta semana otro aspecto distintivo del periodismo americano: ¡°su tendencia a presentar las historias en el formato m¨¢s seco y poco atractivo que sea humanamente posible¡±.
Jeff Jarvis, te¨®rico de la revoluci¨®n digital y profesor em¨¦rito de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), cree que el problema va m¨¢s all¨¢ de una mera diferencia cultural. ¡°Es mal periodismo contra buen periodismo. Punto. Lo peor de los fichajes en el Post es que suponen la extensi¨®n en la prensa liberal y en la democracia de la maligna influencia de la escuela Murdoch. Eso, sumado al decepcionante papel de The New York Times ¨²ltimamente, indica que estamos al borde de un desastre period¨ªstico en este pa¨ªs en el peor momento, con Trump llamando de nuevo a las puertas de la Casa Blanca¡±.
Lewis y Winnett no han sido los ¨²nicos compatriotas en desembarcar en el coraz¨®n del establishment estadounidense: la CNN, el Times, el Wall Street Journal, Bloomberg o AP est¨¢n dirigidos por profesionales llegados en los ¨²ltimos tiempos del otro lado del oc¨¦ano. Los medios no lo han pasado por alto: ya han bautizado al grupo, en un gui?o beatlemaniaco, como la ¡°invasi¨®n brit¨¢nica¡±. Ninguno de esos contratos ha generado, con todo, un cataclismo comparable al del Post.
Ecos de Fleet Street
Tal vez porque ninguna trayectoria resume tan bien como la de Lewis las miserias y las grandezas de Fleet Street, la calle de Londres en las que se concentraban en los tiempos gloriosos los medios de informaci¨®n m¨¢s importantes y que hoy a¨²n sirve para definir esa relaci¨®n particular de la prensa con la sociedad brit¨¢nica a la que sirve. Lewis no es un producto de las ¨¦lites, de cuna o de universidad, que pueblan las redacciones de los principales diarios de la ciudad del T¨¢mesis; m¨¢s bien lo contrario. Empez¨® desde abajo, pero subi¨® r¨¢pido. En los 90, trabaj¨® en el Mail on Sunday y en el Financial Times, donde se gan¨® fama de reportero de investigaci¨®n obstinado. En la d¨¦cada siguiente, convenci¨® a los hermanos Barclay, dos gemelos multimillonarios que han manejado los hilos del poder durante d¨¦cadas en el Reino Unido, para que, a sus 37 a?os, lo nombraran el director m¨¢s joven de la historia del Daily Telegraph.
Con los Barclay, Lewis comenz¨® una exitosa carrera en el arte de seducir a algunos de los hombres m¨¢s ricos del mundo. El siguiente fue Murdoch, que lo rescat¨® del paro en 2010. Su primera encomienda fue la desagradable misi¨®n de limpiar el esc¨¢ndalo que acababa de estallar con la revelaci¨®n de que los periodistas de uno de los tabloides de Murdoch, el extinto News of the World, hab¨ªan pinchado entre 2000 y 2006 los tel¨¦fonos de 600 famosos, pol¨ªticos o miembros de la familia Real, as¨ª como sobornado a la polic¨ªa para obtener informaci¨®n. Lewis no tuvo que ver con aquellas pr¨¢cticas, pero s¨ª se emple¨® a fondo en la mitigaci¨®n de los da?os, y eso incluy¨® compartir con la polic¨ªa los nombres de decenas de reporteros implicados en las escuchas. ¡°Muchos en Londres tomaron entonces nota¡±, explica Ball. ¡°Se hab¨ªa pasado al otro lado. Dio la impresi¨®n de que le preocup¨® m¨¢s la empresa que defender a los periodistas; pero bueno, eso es lo que hacen los ejecutivos, ?no?¡±.
Aquellas tareas de fontanero tuvieron consecuencias m¨¢s all¨¢ de su reputaci¨®n: en enero pr¨®ximo est¨¢ prevista la celebraci¨®n, siete a?os despu¨¦s, de un juicio por la demanda del Pr¨ªncipe Harry, junto a otros 40 afectados, contra los tabloides brit¨¢nicos de Murdoch por las escuchas, s¨ª, pero tambi¨¦n por una supuesta conspiraci¨®n para ocultar y destruir pruebas. A Lewis, seg¨²n consta en los documentos judiciales, lo acusan de haber participado presuntamente en la desaparici¨®n de 30 millones de correos electr¨®nicos y de ocho cajas de documentos para evitar la incriminaci¨®n de sus superiores. Despu¨¦s de aquello, Lewis, que ha negado repetidamente su implicaci¨®n en los hechos, sigui¨® trabajando en las empresas de Murdoch hasta 2020 (durante seis a?os, como consejero delegado de Dow Jones, editora del Wall Street Journal). Tras dejar el imperio del magnate australiano, fund¨® The News Movement, una start-up dedicada a informar a la generaci¨®n Z a trav¨¦s de las redes sociales.
El siguiente multimillonario en su historial fue Bezos. A la luz de la controversia de las ¨²ltimas semanas, muchos en Washington se preguntan ahora si el empresario encarg¨® siquiera una m¨ªnima revisi¨®n del equipaje que cargaba su nuevo fichaje. Quienes conocen a Lewis se explican la contrataci¨®n en parte por sus dotes de seducci¨®n y por un talento para las relaciones p¨²blicas que ya se ha dejado notar en la capital y en la redacci¨®n. ¡°Es encantador, muy inteligente y brillante. Puedo imaginarlo perfectamente embaucando a Bezos¡±, explica Jarvis, que a?ade otra pregunta a la anterior: ¡°?A qui¨¦n se le ocurre a estas alturas de 2024 sustituir a una mujer [Buzbee] por cuatro hombres blancos [Lewis y los directores de las tres divisiones]?¡±.
Aunque la inc¨®gnita m¨¢s urgente por resolver es si Bezos mantendr¨¢ su apoyo a su consejero delegado. En un mensaje mandado a un grupo de directivos del diario esta semana, el empresario dio a entender que lo har¨¢. Sullivan, por su parte, lo da casi por seguro: ¡°Creo que Winnett, que a¨²n no se hab¨ªa mudado, es un cordero que era f¨¢cil de sacrificar para que las cosas se calmen. De momento, me parece que lo han logrado. Ahora toca ver a qui¨¦n ponen en su lugar; el trabajo m¨¢s importante de un editor es elegir director. Y a la primera, este editor ha fallado¡±.
Deshacerse de Lewis, coinciden todos, dejar¨ªa en peor lugar al fundador de Amazon, que compr¨® el diario por 250 millones de d¨®lares y lo lanz¨® a una expansi¨®n en t¨¦rminos de personal y de su implantaci¨®n internacional bajo el mandato de Baron. Este emplea buena parte de sus esfuerzos en probar en las m¨¢s de 500 p¨¢ginas de sus memorias que Bezos no influ¨ªa en sus decisiones. Eso, seg¨²n inform¨® la semana pasada el Times, parece haber cambiado tambi¨¦n. El magnate se ha implicado m¨¢s en la marcha del diario. Va a reuniones, y en ellas dice cosas como que ve posible alcanzar los 100 millones de suscriptores (ahora tienen 2,5 millones) y sugiere que para lograrlo tal vez ser¨ªa bueno reescribir art¨ªculos de otros medios (aparentemente, fue f¨¢cil quitarle esa idea de la cabeza).
Lidiar con un due?o impaciente y reflotar un buque insignia de la prensa libre mientras pacifica la redacci¨®n es la dif¨ªcil misi¨®n de Lewis. No est¨¢ claro cu¨¢nto dinero le pagar¨¢n por ello, pero aparentemente el sueldo le ha alcanzado para comprar una casa de 7 millones de d¨®lares con siete dormitorios y ocho cuartos de ba?o en Georgetown, uno de los barrios m¨¢s exclusivos de la capital. Un comentario recurrente en la redacci¨®n, que busca estos d¨ªas el alivio del humor, ha sido si no se habr¨¢ precipitado al comprarla, visto lo visto. El viernes, tras conocerse la noticia de la renuncia del reci¨¦n nombrado director, el chascarrillo era otro. Ese d¨ªa, los mensajes de alivio que dec¨ªan cosas del estilo ¡°?Winnett ca¨ªdo!¡± Ya solo queda uno¡± corr¨ªan entre los empleados, seg¨²n cont¨® uno de ellos.