Eagles exhiben su madurez en el Sant Jordi
La banda norteamericana ofreci¨® un concierto sin sobresaltos repleto de ¨¦xitos
Lugar: Palau Sant Jordi. Hora. 21:50. Protagonistas: Eagles. A esa hora y en ese lugar la banda norteamericana comenzaba a cerrar una deuda con el p¨²blico espa?ol, una deuda con m¨¢s de treinta a?os de intereses acumulados. Con Take it easy, una de sus m¨¢s c¨¦lebres piezas, la banda iniciaba su primer y ¨²nico concierto en Espa?a. Hubo gritos, peroatendiendo a la compostura de un p¨²blico mayormente adulto, ¨¦stos no resistir¨ªan la comparaci¨®n con los desatados por cualquier ¨ªdolo juvenil. El hecho de que el Sant Jordi no se llenara por completo favoreci¨® la comodidad de un p¨²blico al que el equipo de sonido no siempre ofreci¨® el matiz necesario en una banda como Eagles.
La segunda pieza, Witchy woman, que ya cuenta con orfebrer¨ªa de coros, no lleg¨® n¨ªtida a la pista, donde la suave cadencia de los cuerpos en movimiento era mecida por la melod¨ªa que brotaba del escenario. En ¨¦l una poderosa y numerosa banda, doce m¨²sicos ataviados con la mesura que suelen otorgar los a?os, hac¨ªan lo posible por recrear a la perfecci¨®n todos los recovecos de unas composiciones que en los equipos de alta fidelidad hacen que esta definici¨®n se ajuste por completo a su sentido. Una pantalla frontal suspendida sobre el escenario, otra en la parte posterior del mismo dividida en catorce fragmentos y otras dos laterales acercaban con tiento las figuras de los protagonistas al p¨²blico, que se estremeci¨® levemente cuando los acordes de One of these nights sonaban como cuarto tema del concierto. Inmediatamente despu¨¦s llegaba New kid in town y m¨¢s de uno ci?¨® la cintura de su pareja recordando cuando bailaron por vez primera esta canci¨®n, presentada por Glenn Frey como una de las que forman parte del emblem¨¢tico Hotel California, disco cuya sola menci¨®n ya desat¨® un leve conato de delirio.
Y esa fue la pauta de un concierto sin sobresaltos, apacible y por momentos tambi¨¦n rom¨¢ntico. Por un espacio cercano a las tres horas, Eagles repasaron su historia dando solaz a quienes crecieron con ella mediante temas como Life in the fast line, Tequila sunrise, la inevitable Hotel California y la postrer Desperado. Tambi¨¦n hubo espacio para los estrenos, No more claudy days, y para que en Love Hill keep us alive cantara Timothy B. Schmidt, el bajista, Con el sonido mejorando a medida que el concierto avanzaba, la banda norteamericana fue protagonista de lo que podr¨ªa considerarse un triunfo "tranquilo", el concierto propio de una formaci¨®n con velocidad de crucero que no se expone a riesgo alguno y que para no tentar a la salud incluso se regal¨® un descanso de veinte minutos para as¨ª abordar con la mejor disposici¨®n de ¨¢nimo la parte final de su actuaci¨®n. Al fin y al cabo, Eagles, como el grueso de su p¨²blico, no son precisamente unos jovencitos.
Antes de comenzar el concierto ya se pod¨ªa intuir qu¨¦ tipo de p¨²blico formaba la principal aportaci¨®n de seguidores, pues con notable antelaci¨®n al inicio del concierto las plazas de aparcamiento pr¨®ximas al Sant Jordi estaban llenas, algo inhabitual cuando el p¨²blico es joven .La tipolog¨ªa de los veh¨ªculos tambi¨¦n hablaba de madurez, confort y una cierta situaci¨®n, aunque evidentemente no todos los seguidores de Eagles se toman respiros en M¨®naco, pongamos por caso. A¨²n as¨ª, modelos de gama media y alta con alguna incrustaci¨®n de deportivos exhalantes formaban el friso de una galer¨ªa de cuatro ruedas perfectamente aparcada cuando a¨²n faltaban muchos minutos para el inicio del espect¨¢culo.
En las colas frente a las taquillas se verbalizaba el predominio de la mediana edad acudiendo a palabras un poco descatalogadas. As¨ª, un espectador, al reconocer a un conocido entre los que comprobaban que comprar la entrada por Internet no forzosamente te exime de colas ante la taquilla, exclamaba con aire c¨®mplice y, se supone, intenci¨®n simp¨¢tica "aqu¨ª estamos todos los carrozas". Lo cierto es que muchos se encontraban por vez primera frente a una situaci¨®n ins¨®lita, pues cuando acostumbraban a ir a conciertos en su juventud, a¨²n no se hab¨ªa inventado ese recurso que genera tanta comodidad a los promotores: la venta anticipada.
"Es que esto de comprarse las entradas con tanta antelaci¨®n luego te deja colgado, pues quien quer¨ªa venir contigo finalmente no puede hacerlo", dec¨ªa una de las personas que con gesto implorante y abordando una situaci¨®n ins¨®lita en su vida pon¨ªa cara de carnero degollado intentando vender la entrada sobrante que hab¨ªa pertenecido al acompa?ante. Ver a se?ores con jersey de algod¨®n al cuello, camisa rayada y canas repeinadas hacia atr¨¢s con esmero intentando demostrar al posible comprador que ¨¦l no era un simple reventa ten¨ªa notas francamente humor¨ªsticas. En especial porque su ¨ªmprobo esfuerzo sol¨ªa ser dinamitado por el verdadero reventa que sabedor que no hab¨ªa negocio se hac¨ªa pasar por otro abandonado de ¨²ltima hora. No resultaba dif¨ªcil distinguirlos, uno ol¨ªa a colonia cara y el otro a esencia corporal, pero cuando de dinero se trata todos nos volvemos desconfiados. Incluso frente a un ejecutivo con reloj suizo
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