La tarde redonda del joven Mar¨ªas
El novelista madrile?o ocupa el sill¨®n 'R' de la Academia de la Lengua con una defensa encendida del oficio de escritor
Cuando Ian Michael, el profesor de Oxford que escribe novelas espa?olas con el seud¨®nimo de David Serafin, me dijo anoche, al entrar en el sal¨®n de actos de la Academia, que esperaba que "nuestro Rey" se hubiera vestido bien para la ocasi¨®n, me pas¨® por la cabeza la idea de que a lo mejor Don Juan Carlos asistir¨ªa a esta inauguraci¨®n de Javier Mar¨ªas como miembro de la Real Academia Espa?ola de la Lengua.
Pero, claro, en seguida ca¨ª en la cuenta: Ian Michael esperaba la entrada de su Rey, y su Rey es el Red de la Isla de Redonda, Xavier Marias, o Javier Mar¨ªas, soberano de un territorio literario y real que ¨¦l ha convertido en s¨ªmbolo y met¨¢fora de un conjunto de personas que ya se consideran amigos y por tanto s¨²bditos del autor de Negra espalda del tiempo.
As¨ª que Ian Michael esperaba al Rey de Redonda, y all¨ª estuvo Javier Mar¨ªas, risue?o, metido dentro de su impecable traje de acad¨¦mico, caminando hacia un estrado que su padre, el fil¨®sofo Juli¨¢n Mar¨ªas, ocup¨® durante m¨¢s de cuarenta a?os y en el que ¨¦l, desde anoche, tiene el mismo sitio que tuvo Fernando L¨¢zaro Carreter, a quien el nuevo acad¨¦mico dedic¨® el homenaje que se merece el recordado fil¨®logo por su ingente labor a favor de la modernidad de la Academia, continuada sin desmayo por V¨ªctor Garc¨ªa de la Concha.
Iba a ser una tarde redonda para Javier, y para much¨ªsimos de los amigos que acudieron a la sede de Felipe IV a cumplir con un rito que es mucho m¨¢s simb¨®lico, y m¨¢s c¨¢lido, que una simple sesi¨®n solemne. Fernando Savater, que estaba all¨ª, en las primeras filas, hizo con la palabra Redonda, o redonda, el juego de palabras que siempre dibuja con la c¨¢lida maestr¨ªa de un amigo que nunca envejece: "?Ser¨¢ una tarde redonda para Javier!".
Lo hubiera sido del todo del todo si el Real Madrid, el equipo de Javier, hubiera ganado -ya— la liga; pero fue una tarde grande, hermosa y central en la biograf¨ªa de Mar¨ªas, por much¨ªsimas razones. Le respondi¨® Francisco Rico a su discurso sobre la dificultad de contar, y Rico, que sufri¨® de carraspera como si estuviera al principio de un examen de alto grado, y aun as¨ª hizo gozar de su esgrima, situ¨® a Javier en el inicio de esa autobiograf¨ªa. Le conoci¨® en casa de Juan Benet, en la calle Pisuerga, 7, de Madrid; all¨ª iba Javier cuando a¨²n era un adolescente, y all¨ª se fue fraguando su primera relaci¨®n seria y constante con la literatura.
Y de ah¨ª, de aquel entonces, proviene una manera de ser, la de Javier Mar¨ªas. Esa referencia a Benet, que ¨¦l inici¨® en su discurso de ingreso y que luego corroborar¨ªa Rico en su respuesta, ten¨ªa un correlato en la sala, en la presencia de los hijos y la hermana de Juan, en Jaime Salinas, en Antonio Mart¨ªnez Sarri¨®n, en Javier Pradera, en todos aquellos que, sentados ahora en los sillones rojos del sal¨®n de actos, asist¨ªan al encuentro del disc¨ªpulo con la historia de sus mayores, los que no est¨¢n y los que siguen estando.
Javier Mar¨ªas es un escritor total, un escritor de memoria y un escritor de f¨¢bulas y de memorias; su reflexi¨®n sobre lo que hay detr¨¢s de la ficci¨®n (o de la literatura) tiene que ver con el inicio de aquella educaci¨®n sentimental que tuvo en su padre un gozne espiritual muy bien trabado, muy hondo, y que guarda de Benet una autoexigencia que cambi¨® -lo dijo bien Rico, en su discurso—la manera de ser de la literatura de los 70, que aun hoy marca una novedad en la actitud literaria espa?ola.
En la esgrima que se lanzaron el nuevo acad¨¦mico y el acad¨¦mico veterano hab¨ªa esa complicidad, ese juego dial¨¦ctico que Benet propici¨® y que subyace en la inteligencia literaria de Javier Mar¨ªas como una herencia que es tambi¨¦n la herencia ¨ªntima de una actitud. All¨ª estaban, escuch¨¢ndole, conocedores de toda esa historia, gente como Emilio Lled¨®, o como Gregorio Salvador, o como ?lvaro Pombo, o como Arturo P¨¦rez-Reverte, colegas suyos de la Academia y ¨¦ste ¨²ltimo c¨®mplice de aventuras y de gui?os a trav¨¦s de las empresas period¨ªsticas que m¨¢s les han juntado; y all¨ª estaba la Academia, recibiendo a Mar¨ªas. Le dijo Rico: "?Qu¨¦ puede darte en adelante la Academia?" Y se respondi¨® el ilustre petrarquista, recuperando el aliento de una pertinaz carraspera: "Mirar¨¢s de otro modo la negra espalda del tiempo". Lo que es seguro es que la Academia ha visto entrar, esta tarde redonda para Javier Mar¨ªas (?m¨¢s redonda hubiera sido si el Madrid ya hubiera ganado la Liga) un escritor de veras, hondo, decisivo, que nace de la exigencia de una generaci¨®n que ahora le contempla como si aun fuera, en efecto, y lo es, el joven Mar¨ªas.
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