La victoria de la derrota
Hay actores a los que recordaremos por sus personajes y hay actores a los que recordaremos por su persona, hay actores a los que echaremos de menos en la ficci¨®n y actores a los que echaremos de menos en la realidad. Paul Newman, una de las ¨²ltimas leyendas de Hollywood que falleci¨® el viernes a los 83 a?os, aunque la noticia se conoci¨® hace unas horas, nos faltar¨¢ en el cine y en los botes de salsa de tomate, en la vida p¨²blica estadounidense y en unas pel¨ªculas cada vez m¨¢s descafeinadas. "Una botella de bourbon, sin vaso, sin hielo", exclamaba Eddie Felson en El Buscavidas (Robert Rossen, 1961) mientras se enfrentaba al Gordo de Minesota en una partida "con la que llevaba a?os so?ando mientras estaba en la carretera". Felson fue uno de los muchos perdedores a los que Newman dio vida en la pantalla, tipos simp¨¢ticos y rotos, siempre dispuestos a tomar la decisi¨®n equivocada (?acaso, al final, hay otra forma de acertar?) y, lo que es m¨¢s importante, a conseguir que los espectadores le sigan hacia ninguna parte.
"No es tan duro como parece", dice Robert Redford en El golpe sobre el despiadado gangster al que pretenden desplumar. "Nosotros tampoco", replica Newman. "Si me diese el dinero que se gasta en que no le robemos, no le robar¨ªa", asegura otro de sus personajes m¨¢s famosos, Butch Cassidy, en Dos hombres y un destino, el memorable western crepuscular de George Roy Hill en el que compart¨ªa tambi¨¦n cartel con Redford. Fue candidato al Oscar en diez ocasiones y lo gan¨® en 1987 por El color del dinero, la continuaci¨®n de El Buscavidas, dirigida por Mart¨ªn Scorsese.
Recibi¨® la estatuilla otras dos veces, pero ambas honor¨ªficas: por el conjunto de su carrera y su trabajo solidario. Pero Newman era m¨¢s grande que la Academia. Se form¨® en el Actor's Studio en una generaci¨®n a la que tambi¨¦n pertenecieron Marlon Brando y James Dean. Comenz¨® a trabajar en los a?os cincuenta y no par¨® hasta que el c¨¢ncer comenz¨® a ser m¨¢s fuerte que su propia leyenda. Tiene muchas pel¨ªculas prescindibles (?qui¨¦n no las tendr¨ªa despu¨¦s de haber rodado m¨¢s de 60 filmes en medio siglo de carrera?), pero nos ha dejado un pu?ado de t¨ªtulos y de personajes que permanecer¨¢n porque, sabemos, que al final siempre vence la derrota. Adem¨¢s de las citadas, ser¨¢ muy dif¨ªcil que nos olvidemos de La gata sobre el tejado de zinc, El largo y c¨¢lido verano, El premio, Harper, investigador privado, Fort Apache, Ausencia de Malicia o Camino a la perdici¨®n.
Pero s¨®lo por haber sido capaz de crear a Eddie Nelson en El buscavidas, por haber dado vida a ese impetuoso y autodestructivo jugador de billar, cuyo principal enemigo es ¨¦l mismo, merece un lugar en nuestro imaginario colectivo, algo que s¨®lo ocurre cuando el cine es tan aut¨¦ntico como la realidad. Por eso, pero tambi¨¦n nos acordaremos de ¨¦l por sus infames salsas de tomate.
Newman declar¨® que una de las cosas de las que sent¨ªa m¨¢s orgulloso en su vida (adem¨¢s de su matrimonio de 50 a?os con Joanne Wordward y de los coches de carreras) era que Nixon, el presidente del Watergate, le hubiese incluido en su lista por peligroso liberal. Don¨® cerca de 175 millones de d¨®lares a todo tipo de causas solidarias con los beneficios que le produc¨ªan sus salsas y tuvo el detalle de nunca callarse una opini¨®n inc¨®moda. Gracias.
Guillermo Altares es jefe de BABELIA, suplemento cultural de EL PA?S.
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