En la Arcadia de los santos inocentes
Tres d¨¦cadas ya desde que el buen tonto Azar¨ªas masticaba la nada con el culo pegado al tajuelo del hogaril, rutando su mundo loco, acunando a la Ni?a Chica, que, una tarde s¨ª y la otra tambi¨¦n, te?¨ªa de miedo el aire con alaridos de monstruo sordo. Tres d¨¦cadas ya, pero parecieran siglos, de aquel mundo arcaico de Miguel Delibes en forma de libro, seis lustros de evocaci¨®n y memoria de Los santos inocentes, criaturas de papel y tinta que contaron a lo bestia el v¨ªa crucis de los desharrapados del campo espa?ol, prolongaci¨®n brutal de aquella Arcadia habitada por Daniel el Mochuelo que el gran bardo de la tierra castellana plasm¨® en El camino.
S¨®lo tres d¨¦cadas de aquel universo arcaico de boinas caladas y bo?igas en los zaguanes, de aquella epopeya rural de pantalones a la altura de las corvas en la que Paco El Bajo, el Azar¨ªas, la R¨¦gula, el se?orito Iv¨¢n y su mundo en sepia de ridiculez aristocr¨¢tica echaban en los campos la simiente de otros tiempos, de otras cosas. Pero el Azar¨ªas ya no corre el c¨¢rabo en los cerros, ni tontea su idilio ingenuo con la milana -"?qui¨¢, qui¨¢!, milana bonita, milana bonita"- ni se mea en las manos para que no se le resquebrajen con el fr¨ªo, ni se va de vientre en la corralada, ni ahorca se?oritos de sangre azul porque en un siesno¨¦s le han matado el pajarraco. Todas esas vidas y todas esas muertes relat¨® Miguel Delibes en el que es y siempre fue su artefacto literario predilecto, Los santos inocentes, o lo que es lo mismo, "los humillados y ofendidos de la vida campesina, por el gran escritor de la Castilla actual", tal y como rezaba la portada de la edici¨®n original de Planeta en 1981, en un libro que el autor dedic¨® a su amigo F¨¦lix Rodr¨ªguez de la Fuente y que Mario Camus convertir¨ªa en la pel¨ªcula del mismo t¨ªtulo, pel¨ªcula que nos regal¨® a nosotros las interpretaciones imborrables de Paco Rabal y Alfredo Landa y, a ellos, un premio de interpretaci¨®n en Cannes.
Ya no es 1981, y mucho menos 1964, a?o en que diversos estudiosos de la obra sit¨²an la acci¨®n del relato. Decir acci¨®n es quiz¨¢ excesivo. Porque claro que import¨® a Miguel Delibes hace tres d¨¦cadas y media el qu¨¦: la exposici¨®n y consiguiente denuncia de la opresi¨®n rural de los se?oritos de las fincas sobre los desheredados del campo. Pero m¨¢s pareci¨® vivir en sus intenciones el deseo del c¨®mo: la plasmaci¨®n emotiva y brutal, en apenas 120 p¨¢ginas, de semejante galer¨ªa psicol¨®gica.
Y por supuesto, no cabe olvidar el deseo del mensaje: "Una clara intenci¨®n moral que a¨²n existe", seg¨²n contestaba hace unos a?os el propio autor por escrito desde su casa de Valladolid cuando se le preguntaba si esta novela era s¨®lo literatura o tambi¨¦n una alegor¨ªa de la pugna entre los de arriba y los de abajo...
Y si se le segu¨ªa preguntando a Miguel Delibes y se le consultaba si contin¨²an existiendo hoy en las fincas privadas de Espa?a los mismos estigmas del vasallaje y el servilismo que retrata su libro, el autor de Las ratas y El camino contesta: "Esto ha evolucionado para bien. La gran diferencia entre pobres y ricos se ha atenuado, aunque sigue siendo lamentable. En Castilla, la tierra est¨¢ m¨¢s repartida".
Incrustaci¨®n inolvidable de los fantasmas de la Espa?a negra en pleno siglo XX -y aunque algunos perviven-, Los santos inocentes ajusta cuentas con la historia. Ya no se mea Azar¨ªas / Paco Rabal en los pantalones con gatera, ya no cruje la pata herida de Paco el Bajo / Alfredo Landa bajo el yunque arist¨®crata y hortera del cacique / Juan Diego... ya no le rasca Azar¨ªas "con el ¨ªndice de la mano derecha los pelos del colodrillo" a la Ni?a Chica, que, inm¨®vil, indiferente, se dejaba hacer...
El tonto heroico frente a la oligarqu¨ªa campesina y el feudalismo rural.
La honra del desharrapado frente a la ruina moral del idiota encumbrado.
Los santos inocentes, libro indispensable. Tres d¨¦cadas ya.
Babelia
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