"Yo he dicho a menudo que soy un cazador que escribe"
EL PA?S publica por primera vez la entrevista que Juan Cruz realiz¨® a Delibes para la Cadena Ser en 1999
La caza, el periodismo, su vida familiar, sus pasiones y su forma de ver y entender la literatura y la fama... Miguel Delibes se sincer¨® con Juan Cruz en una entrevista para la Cadena SER en 1999, en la que tambi¨¦n participa su hija Elisa. EL PA?S la publica ¨ªntegra por primera vez.
Pregunta. ?Por qu¨¦ comenz¨® a leer Miguel Delibes?
Respuesta. Pues realmente creo que el comienzo de las lecturas suele ser fortuito; mi padre ten¨ªa dos peque?as librer¨ªas con unos cuantos libros, pocos, que pod¨ªan llamar mi atenci¨®n, y entonces empec¨¦ a leer. Pero mi furia lectora vino de mi novia. Mi novia s¨ª que era una lectora formidable, y hac¨ªa una colecci¨®n que se llamaba La Universal, unos libros magn¨ªficos de calidad y de impresi¨®n y que eran muy bonitos.
La terrible relaci¨®n de la vida con la muerte nos viene dada desde que nacemos
Yo creo que la p¨¦rdida es uno de los m¨®viles del escritor
He sido fiel a un peri¨®dico, a una novia, a unos amigos, a todo con lo que me he sentido bien, a mi pasi¨®n period¨ªstica, a la caza
Entre la izquierda y la derecha jodieron Espa?a. Entre todos la mataron y ella solo se muri¨®
La fama no tiene un lugar donde agarrarse que sea realmente positivo
A m¨ª Madrid me da miedo, porque si Valladolid me parece ya un enorme aparcamiento, Madrid me parece cinco veces ese aparcamiento
El ¨²ltimo conquistador de Madrid por la bravas fue Paco Umbral, se cogi¨® el atillo, la carretera y lleg¨® a Madrid
No lloro. Me aguanto pero lo siento, tengo un sentimiento hondo pero sin llegar a la l¨¢grima
Lo que veo el periodismo es que no se mueve, esto del periodismo y de las comunicaciones ha tenido muchos altibajos
Siempre he dicho que soy un hombre sencillo que escribe sencillamente
P. ?Y recuerda cu¨¢l fue el primero?
R. No estoy muy seguro, pero yo creo que le¨ª un libro de las guerras napole¨®nicas de Chatriand. No estoy seguro porque recuerdo algo de los rom¨¢nticos franceses pero con seguridad no puedo hablar, pero estos fueron de los primeros.
P. Es obvio que la literatura de Delibes ha sido muy importante, pero ?qu¨¦ ha sido la literatura, la ajena y la propia, para Delibes?
R. Ha sido una aut¨¦ntica dedicaci¨®n. Yo he encontrado en la literatura el refugio que no encontraba tan perfecto en el cine o en el caf¨¦ o en la tertulia o en el juego. La relaci¨®n de dos se establec¨ªa perfectamente entre una persona y un libro.
P. Usted le ha dado a much¨ªsima gente compa?¨ªa. Sus libros Cinco horas con Mario, Las ratas, La sombra del cipr¨¦s es alargada, todos esos libros les han dado compa?¨ªa, ?su prop¨®sito era darse compa?¨ªa a s¨ª mismo tambi¨¦n?
R. S¨ª, mi af¨¢n al escribir era intentar comunicar a dos personas, emplear la pluma como elemento de comunicaci¨®n con otros, y creo que esto se establece con una novela o con un poema.
P. Usted ha dicho alguna vez que sus personajes son la prolongaci¨®n de usted mismo y en alg¨²n momento los ve crecer como si fueran personajes verdaderos y existentes. ?Qui¨¦nes son esos personajes? ?En qu¨¦ momento usted los ve claros?
R. Yo he dicho a menudo que soy un cazador que escribe. Es decir, que yo tom¨¦ contacto con Castilla, con los elementos fundamentales de la Castilla profunda, mediante mis excursiones de cazador y pescador. Entonces aprend¨ª su idioma, a hablar como ellos, y todos mis libros que vinieron detr¨¢s se refer¨ªan a estos personajes, desde el ratero hasta el se?or Cayo, que no ten¨ªa donde agarrarse en las primeras elecciones... Podemos decir que mi comunicaci¨®n con el pueblo y mi idioma del pueblo lo aprend¨ª en contacto con estos se?ores yendo yo a otra cosa distinta.
P. Y probablemente su contacto con la naturaleza le ha dado sabidur¨ªa, conocimiento de lo que es la relaci¨®n de la vida con la muerte. Las cosas que ocurren est¨¢n relacionadas con la naturaleza, y en los libros suyos siempre hay la creencia de que todo se acaba...
R. Yo creo que la terrible relaci¨®n de la vida con la muerte nos viene dada desde que nacemos. Tengo la impresi¨®n desde chico de que estaba amenazado por la muerte. No de la m¨ªa, sino de la muerte de quienes depend¨ªa. Yo era un rapaz de 4 o 6 a?os pero ten¨ªa miedo de que me faltaran aquellos que me proporcionaban elementos para vivir, como eran mis padres.
P. ?Y c¨®mo reaccion¨® usted ante la evidencia de que eso no s¨®lo era as¨ª, sino que se produc¨ªa...?
R. Pues escribiendo La sombra del cipr¨¦s es alargada, una nefasta novela. Una novela mala, pero que ten¨ªa buenas intenciones. Quer¨ªa decir que no nos agarr¨¢ramos a las cosas de la vida porque eran ef¨ªmeras, pero realmente yo escrib¨ª esta novela tan pronto tuve ocasi¨®n de hacerlo, cuando ten¨ªa 20 a?os.
P. La tristeza o la melancol¨ªa es la gasolina principal de la escritura...
R. Yo creo que la p¨¦rdida es uno de los m¨®viles del escritor. El sentimiento de p¨¦rdida, que las cosas no van tan bien ni son siempre crecientes como pensamos, nos da razones para escribir y lamentarnos.
P. Usted ha escrito un libro despu¨¦s de la muerte de su esposa, que ha sido el gran amor de su vida, y luego ha escrito como si en efecto aquel hecho fundamental de su propia biograf¨ªa le siguiera inspirando. ?Qu¨¦ ha sido el amor para usted?
R. Esto es una cuesti¨®n t¨®pica, el hablar del amor como compartir creo que es una cosa t¨®pica, el amor se establece desde el momento en que uno cede ante el otro o en que el otro cede ante el uno, de manera que ¨¦sta es la f¨®rmula de avenencia que se sigue valorando a trav¨¦s del tiempo, y ¨¦sta es la forma en que se puede llegar a los 25 o 50 a?os de matrimonio, como vemos a menudo entre nosotros.
P. Usted gan¨® el Nadal siendo bastante joven. ?C¨®mo recibi¨® usted el premio?
R. Lo recib¨ª con una gran emoci¨®n porque yo sab¨ªa que la cena del otorgamiento se celebraba en las Ramblas de Barcelona y yo estaba en Valladolid de periodista en juel Norte de Castilla. Generalmente yo era un hombre vago al levantarme a cortar el teletipo, pero esa noche no me gan¨® nadie. Yo entraba cada cinco minutos y arrancaba y miraba el teletipo. Hasta que en una de las entradas vi aquello: reunidos en tal restaurante, los miembros del jurado del premio Nadal, han decidido otorgar las ¨²ltimas votaciones a Manuel Pombo Angulo con seis votos y a Miguel Delibes con seis votos por La sombra del cipr¨¦s es alargada. Calro, yo ya entonces no me pude guardar la primicia, y sal¨ª a la redacci¨®n y dije: "Soy finalista del premio Nadal". Nadie sab¨ªa que yo escrib¨ªa novelas.
Y me dicen: 'No digas historias'. Y les dije, 'Hombre, aqu¨ª lo tienes'. Y les entregu¨¦ la noticia del viejo teletipos, que entonces que sonaban a tractores y entonces ya todo el mundo se puso en movimiento. Hab¨ªa un escritor falangista que hab¨ªa impuesto el ministerio de Franco, no me acuerdo, el Ministerio de Informaci¨®n y Turismo, y el cura que era descendiente de ellos y les pregunt¨® al ministerio. 'No tenemos ni idea de lo que le ocurre al se?or Delibes'. Y el cura, ya m¨¢s lanzado, llam¨® a Barcelona al restaurante donde se fallaba el premio Nadal: "Oiga, ?es ah¨ª lo del premio Nadal? ?Me puede usted decir qu¨¦ ha sido de Miguel Delibes?". "Ha sido elegido premio Nadal".
Aquello fue la locura. Botellas de vino, no hab¨ªa para champ¨¢n, y la locura. Pero realmente fue una sorpresa, porque aquello lo sab¨ªan mi padre, mi madre y mi mujer, no lo sab¨ªa nadie m¨¢s, de manera que cuando yo dije aquello se empez¨® a extender una noticia que era ignorada por la ciudad...
P. Miguel, est¨¢ usted en Sedano, rodeado de algunos nietos, algunos hijos, la nuera, digamos que donde Castilla pierde su nombre, estamos cerca del Pa¨ªs Vasco. ?Qu¨¦ es este sitio para usted?
R. Pues mira, este sitio primero es mi origen como persona y en segundo lugar mi origen como novio. Quiero decirte que mi abuelo, que era franc¨¦s, hizo un alto en Molledo, en Santander, al lado de Reinosa y Torrelavega, y all¨ª este hombre se enamor¨® de una monta?esa y se cas¨®. Y entonces ah¨ª vinimos de esa boda, primero tres hijos y luego ocho nietos. Yo era uno de ellos. Pero yo entonces me enamor¨¦ de una chica que ven¨ªa a pasar los veranos aqu¨ª a Sedano, pero claro, el trasladarse de Valladolid a Sedano o de Molledo a Sedano no era nada f¨¢cil. Pero yo ten¨ªa mi bicicleta, una bicicleta que ten¨ªa unas ruedas como las de los carros, que pesaba endemoniadamente pero que me val¨ªa para desplazarme, y yo vine varias veces a ver a mi novia en esa bicicleta y estuve viviendo en esa bicicleta hasta que salieron las primeras motos, la Montesa o la Vespa un poco m¨¢s tarde. Y entonces ahorr¨¦ y me compr¨¦ una Montesa, y viaj¨¢bamos los dos en Montesa. La novia era la esposa, y la madre de mis hijos, ?ngeles de Castro.
P. ?Esa fue la primera novia que usted tuvo?
R. Primera y ¨²ltima.
P. Yo hab¨ªa pensado que ten¨ªa usted otra novia antes.
R. Yo no era noviero. Era hombre de una sola novia, pero si la novia me hubiera dejado hubiera sido de dos novias. O tres novias.
P. Pero siempre ha sido un hombre fiel.
R. S¨ª, es evidente, he sido fiel a un peri¨®dico, he sido fiel a una novia, he sido fiel a unos amigos, a todo con lo que me he metido. A la pasi¨®n period¨ªstica, a la caza. Desde chico he sido fiel a todas estas cosas, lo mismo que hac¨ªa de chico lo he hecho de mayor. Con mayor perfeccionamiento, con mayor sensibilidad, con mayor mala leche, pero siempre haciendo lo mismo.
P. Usted vivi¨® una ¨¦poca fundamental de la historia del siglo de este pa¨ªs que puso como ejemplo la posibilidad de que dos hermanos se pudieran matar, y usted dijo una vez que el amor y la violencia son las dos v¨ªas m¨¢s frecuentes en el trato con los ni?os. Usted como ni?o vio aquella violencia sobre este pa¨ªs.
R. Yo lo que s¨¦ es que a los ni?os se les sonr¨ªe o se les da un sopapo. Es un trato amor/odio muy frecuente, ni un odio muy fuerte ni un amor tampoco demasiado demostrado, pero si no le est¨¢s dando un cap¨®n le est¨¢s acariciando, las cosas de los ni?os te ponen nervioso o te divierten, y yo he crecido siempre rodeado de ni?os, primero de ocho hermanos, luego de siete hijos y luego de 18 nietos, de modo que mi problem¨¢tica con los ni?os no ha existido.
P. Y, ?c¨®mo era aquel ni?o, Miguel?
R. Era un ni?o melanc¨®lico, triste, no me gustaba nada ir al colegio, era al mismo tiempo muy callado. Nunca dije que no me gustara ir al colegio, me aguantaba e iba al colegio, sobre todo, despu¨¦s de las vacaciones de Navidad, era una cosa tan tremenda que me daban ganas de llorar aunque no llorase. Fui, estudi¨¦ regularmente, saqu¨¦ los cursos regularmente, uno por a?o, y me plant¨¦ a los 15 a?os todav¨ªa con los pantalones cortos en el final de bachiller para empezar con una carrera. Pero ten¨ªa que empezar una carrera y con pantal¨®n corto. Y Franco debi¨® de pensar que era muy joven para entrar en la Universidad y abri¨® la Guerra Civil, entonces ya no pude so?ar con hacer carrera. Las universidades se cerraron, yo no ten¨ªa edad para ir a la guerra. La guerra dur¨® m¨¢s de lo que uno pensaba, y ya cuando me vi que cumpl¨ªa los 17, con otro mont¨®n de amigos hicimos una solicitud para irnos a la marina, antes de que nos llamaran y nos enviaran a infanter¨ªa o a la Legi¨®n. En fin, a un destino mas problem¨¢tico y dif¨ªcil y peligroso, y nos fuimos al mar. All¨ª muri¨® uno, all¨ª cay¨® enfermo y muri¨® otro, y los dem¨¢s volvimos a Valladolid y nos encontramos con una situaci¨®n dif¨ªcil, con una situaci¨®n de total censura.
P. ?Y qu¨¦ aprendi¨® usted como ser humano de la Guerra Civil?
R. Lo que ya sab¨ªa, que en las guerra no gana nadie, pierden todos. Y si la guerra es civil, la p¨¦rdida es m¨¢s fuerte que la de cualquiera otra guerra.
P. ?Ese hecho acentu¨® su melancol¨ªa como ciudadano?
R. Eso me familiariz¨® con la muerte. En fin, se fue agravando lo que ya era de por si bastante grave.
P. Debi¨® de ser dif¨ªcil para una persona honesta vivir bajo el fascismo.
R. No, si m¨¢s que el fascismo, lo que era dif¨ªcil all¨ª era tener familia que estaba convencida de que el otro lado era la verdad, y con otro grupo con el que estaba convencido de que la verdad estaba de su lado; m¨¢s que el nombre de fascismo, comunismo, rompi¨® las familias por completo. Unas familias se romp¨ªan, otros mor¨ªan en el Alc¨¢zar de Toledo, era el final m¨¢s triste que uno pod¨ªa imaginar para aquella guerra, iniciada como en broma en el norte de ?frica.
P. Manuel Rivas me dio una preguntas para usted y una de ellas se refer¨ªa a una pregunta que tambi¨¦n hace Vargas Llosa referida a Per¨² en Conversaci¨®n en la Catedral. ?En que momento se jodi¨® Espa?a?
R. Yo creo que se jodi¨® mucho tiempo antes. Yo no ten¨ªa edad para juzgar en el momento en que se jodi¨® Espa?a, pero s¨ª que la jodieron entre unos y entre otros. No hay la disculpa de decir no fue la derecha o no fue la izquierda, entre los dos jodieron Espa?a. Entre todos la mataron y ella sola se muri¨®.
P. Y ahora, ?c¨®mo est¨¢ de salud Espa?a?
R. Bueno, yo creo que est¨¢ m¨¢s asentada Espa?a de lo que estuvo nunca. Hoy me da la impresi¨®n de que hemos aprendido los dos, las izquierdas y la derecha, y que vamos entrando en una fase de estabilizaci¨®n, y aquellos mandos de los caciques de los pueblos y de los jerarcas pol¨ªticos parece que se han terminado.
P. En sus correr¨ªas en pos del amor a Sedano y todos estos lugares donde iba a usted en bicicleta, parec¨ªa que iba a ser ciclista, y en alg¨²n momento hasta futbolista en el Sedano.
R. Pero futbolista lo fui siempre desde peque?ito y yo era un estilista y me part¨ªan la cara y no daba una. Una vez desafiamos en Valladolid los del peri¨®dico a los del circo Feijoo, y hab¨ªa dos chinos que eran unos cabrones. Yo llevaba la pelota, el chino me entr¨®, no s¨¦ c¨®mo entr¨® ni c¨®mo me puso la pierna, pero sal¨ª dando volteretas y ca¨ª medio muerto y ?mi novia en la tribuna vi¨¦ndome! Fue una de las grandes verg¨¹enzas de mi vida. Fue un martirio chino vergonzoso, porque yo pensaba que al chino aquel que no ten¨ªa media guarra, yo pensaba que le iba a hacer rodar por el suelo y quitarle la pelota, y fue todo lo contrario. No s¨®lo me quit¨® la pelota, sino que me hizo volar por los aires, cosa que era m¨¢s dif¨ªcil porque pesaba m¨¢s que ¨¦l y all¨ª yo ve¨ªa la tribuna y ve¨ªa las risitas. Un desastre.
P. ?C¨®mo es la vida cotidiana de Miguel Delibes?
Respuesta de su hija Elisa. Corriente. Hombre, yo creo que ¨¦l quisiera que fuera m¨¢s corriente, como antes de la operaci¨®n, porque ahora pasamos m¨¢s tiempo con ¨¦l. Yo no sab¨ªa c¨®mo era antes, porque no est¨¢bamos juntos tanto tiempo. Escribe menos, y lo dem¨¢s, comemos juntos, cenamos juntos y paseamos juntos.
P. Le han regalado un term¨®metro.
R. Yo no, el de la caja de ahorros, porque tiene dinerito, es el que tiene, porque le encantan los term¨®metros. Entra a una habitaci¨®n derecho al term¨®metro, ya cuando sube de 23 se deprime tanto... Le gustan mucho los term¨®metros.
P. Miguel, ?qu¨¦ marcan los term¨®metros?
R. Los grados, la temperaturas son el alma del hombre. Una temperatura para una vallisoletano que pase de 23 dentro de casa es una barbaridad, y que pase de 30 fuera de casa tambi¨¦n es una barbaridad, mientras que unas temperaturas que no lleguen a 20 y pocos es suficiente para estar en casa. Resulta que en cada habitaci¨®n de la casa hay una temperatura distinta, hay que tener term¨®metros en todas las habitaciones de la casa para saber a qu¨¦ carta quedarse.
P. Tu padre, Miguel, le dijo una vez a Manu Leguineche que la fama era peor que una cabronada. ?C¨®mo se ha defendido ¨¦l de la fama?
Respuesta de su hija Elisa. Pues lo mejor que ha podido, pero desde luego s¨ª que deb¨ªa ser una cabronada, porque mi hermana la peque?a dec¨ªa: "Yo no quiero ser famosa". Le parec¨ªa lo m¨¢s horrible, porque si no te gusta realmente es horrible. Entonces se ha defendido a base de su secretaria, y de decir no, llamen de cuatro a seis y de cuatro a seis tampoco. El otro d¨ªa me preguntaba si en la lista de no concede hay inauguraci¨®n de bodegas; pues no, pero ahora lo ponemos, de colegios s¨ª que hay, de inauguraci¨®n de calles, tampoco. Le dec¨ªa a muchos que no, pero luego se quedaba mal. Queda mal con unos y otros.
P. ?Y c¨®mo ve usted la fama de los otros?
R. Un desastre completo. Lo de la fama que despierta la curiosidad y el morbo de la gente me parece una verdadera desdicha. Por ejemplo, el Premio Nobel, que tiene una desventaja bestial que es el dedicar un a?o o dos a?os a recibir a periodistas del mundo entero, a inventar respuestas para todo y a fastidiarte. La fama no tiene un lugar donde agarrarse que sea realmente positivo.
P. ?Y c¨®mo ha vivido usted su relaci¨®n con los numerosos lectores que ha tenido?, ?le perturba, le resulta gratificante?
R. Yo me quedo conforme con una doble actitud, el ir a dar una conferencia cada cierto tiempo a una ciudad en la que me consta que hab¨ªa admiradores y despu¨¦s con la firma de libros en Madrid en mayo. Con esto me daba por satisfecho. En Valladolid no hab¨ªa nada que hacer, nada que firmar, de manera que hab¨ªa unas cuantas condiciones peque?as de las que no pod¨ªas escabullirte. Pero bueno, tampoco esto me gustaba, no hab¨ªa m¨¢s que bobadas, y se present¨® una vez un t¨ªo en una caseta del Retiro, con un perro negro, y me dijo que se lo firmara a ¨¦l y al perro, y se lo firme a ¨¦l. A la media hora vuelve y me dice: 'No le ha firmado usted al perro'. Yo ya no me acordaba, a qu¨¦ perro, al m¨ªo, y yo 'que los perros no saben leer', 'pero se lo leo yo y a m¨ª me entiende'. ?Pues f¨ªrmeselo usted, mi letra no la va a entender?. Total, que acabamos ri?endo, la gente protestando, y se fue al barrio de Salamanca otra vez.
P. ?C¨®mo es la vida cotidiana en su relaci¨®n con los lectores de Miguel Delibes?
Responde la hija. Responde ¨¦l a mano, contesta todas las cartas. Algunas que son m¨¢s complicadas se las paso a m¨¢quina, pero ¨¦l contesta todas las cartas. Las abre, y luego me las pasa a m¨ª.
P. Y supongo que lo que dijo antes de su mala leche, no responde a la realidad,
R. Es una persona muy amable...
P. Miguel, ?c¨®mo ha vivido usted la insistencia que ha tenido Madrid sobre su persona? Le hicieron acad¨¦mico, usted fue all¨ª con un cargamento de palabras que eran casi todas referidas a p¨¢jaros, y D¨¢maso Alonso le hizo alg¨²n reproche por ello. Luego, Jos¨¦ Ortega Spottorno le propuso que dirigiera EL PA?S, usted no dirigi¨® EL PA?S y adem¨¢s casi no va a la Academia... ?Qu¨¦ es Madrid para usted?
R. Para m¨ª es la ciudad del miedo. A m¨ª Madrid me da miedo, porque si Valladolid me parece ya un enorme aparcamiento, Madrid me parece cinco veces ese aparcamiento, irresistible. Pero claro, se ha presentado cuando surg¨ªa la posibilidad de marcharme a Madrid, con mi mujer, con mis hijos, cuando qued¨® vacante mi c¨¢tedra de Derecho Mercantil en Empresariales. Aquello dur¨® poco, la vacilaci¨®n, porque mi mujer dijo que ella no se iba, pues mira, me has quitado la palabra de la boca, y no nos fuimos. Y luego el momento m¨¢s peligroso fue cuando ella desapareci¨® y me vino a proponer el viaje a Madrid Ortega Spottorno. Me dijo que ten¨ªa a mi disposici¨®n una redacci¨®n, un despacho magn¨ªfico, y que hab¨ªa alquilado un monte para que yo fuera a cazar los domingos y que se hab¨ªa preocupado de todo pero ven¨ªa para ver si necesitaba alguna cosa m¨¢s; y yo le dije: "Mira, Jos¨¦, yo para irme a Madrid a dirigir EL PA?S, lo que necesito es tiempo para pensarlo, porque as¨ª de buenas a primeras... Yo necesito, tengo que cambiar de vida al morir mi mujer, pero no creo que la raz¨®n o la forma de cambiar de vida en lo sucesivo sea viviendo en Madrid".
Volvi¨® por all¨ª y se lo dije. Mira, Jos¨¦, no cuentes conmigo. Hay muy buenos periodistas en Espa?a. No, hombre, hay muchos, pero EL PA?S hay que dirigirlo con temple. Total, que le dije que no me iba a Madrid, porque ten¨ªa un peligro, me iba a Madrid, me encontraba encajonado en Madrid, me encontraba vendido en Madrid, pero no ten¨ªa salida de Madrid ni con el monte, y entonces me retir¨¦, segu¨ª en El Norte de Castilla. Luego hab¨ªa alguna otra posibilidad, pero nunca, es m¨¢s, los que se hab¨ªan hecho periodistas conmigo, como eran Umbral y Leguineche, y el cura Mart¨ªn Descalzo, y en lugar de estar a gusto en Madrid, se iban de Madrid, uno a Guadalajara, el cura a su pueblo. Total, era tan asqueroso aquello, que Jos¨¦ Luis Mart¨ªn Descalzo se muri¨®. Yo creo que el ¨²ltimo conquistador de Madrid por las bravas fue Paco Umbral, se cogi¨® el atillo, la carretera y lleg¨® a Madrid; como se conquistaba Madrid anta?o. Yo se lo digo a Paco, ya no hace falta hacer todo lo que hiciste. Lo bonito es ser el ¨²ltimo que lo hizo. Hoy no tienes m¨¢s que irte a por un premio, ganarlo y en Madrid ya est¨¢n hablando de ti y t¨² no te has movido de Valladolid. Que s¨ª, que tienes raz¨®n.
P. Hemos convocado a Gustavo Mart¨ªn Garzo para hacernos una pregunta, y nos ha mandado una sobre la presencia continuada en sus obras de los animales y de la p¨¦rdida que se produce en la actualidad...
R. Realmente es una reflexi¨®n muy triste, porque esto de los animales no solo es grave, sino que tambi¨¦n es incierto, no sabemos por d¨®nde va a salir. La lectura del pr¨®logo de Ortega y Gasset al libro del Conde de Yepes es de una sabidur¨ªa magn¨ªfica, pero entonces Ortega escribi¨® all¨¢ por el a?o 40 que a medida que el campo espa?ol se domestica, la caza ir¨ªa desapareciendo. Pero yo ve¨ªa que las perdices aumentaban, las liebres y los conejos. Pero ha pasado el tiempo y lo que Ortega vaticin¨® en una parte se va cumpliendo y las perdices van desapareciendo y las tenemos que fabricar en incubadoras, aquella perdiz viva, silvestre, agresiva que ten¨ªamos en los montes y que las par¨ªa la tierra, la paren hoy las incubadoras; lo mismo con los faisanes, las codornices. A cambio, ?qu¨¦ ha pasado aqu¨ª? Pues ha pasado una cosa que Ortega no se imagin¨®, que es que en Castilla, el granero de Espa?a, resulta que a pesar de la domesticaci¨®n y del arado y del tractor, empiezan a multiplicarse los jabal¨ªes, los corzos, los lobos. Hoy d¨ªa est¨¢ organizada la vida y la caza en Espa?a, de forma que haya una temporada para cazar, rebecos, lobos... De manera que quien puede asegurar qu¨¦ va a ser de estos animales, se van a imponer los animales grandes sobre los peque?os... Yo no lo s¨¦, lo lo que s¨¦ es que la perdiz se ha hecho de corcho, de pl¨¢stico y uno compra la perdiz, la siembra en el monte de un amigo, y a cazar perdices.
P. ?Usted recuerda cu¨¢l fue el cierre, el momento en el que su peri¨®dico le emocion¨® m¨¢s como periodista?
R. Yo ser¨ªa un hip¨®crita si lo negara, fue cuando di la noticia del Nadal. Ese fue el cierre m¨¢s emotivo.
P. ?C¨®mo es usted emocionado? ?Llora?
R. No, no lloro. Me aguanto pero lo siento, tengo un sentimiento hondo pero sin llegar a la l¨¢grima.
P. ?No ha llorado nunca?
R. No, yo no lo recuerdo. S¨ª, recuerdo. Llor¨¦ varias veces cuando muri¨® mi mujer, pero llor¨¦ a solas.
P. Dicen las personas sentimentales que las l¨¢grimas a veces van por dentro...
R. S¨ª, no cabe duda. Las l¨¢grimas van por dentro.
P. ?C¨®mo ve el periodismo ahora?
R. Yo lo que veo en el periodismo es que no se mueve, esto del periodismo y de las comunicaciones ha tenido muchos altibajos, la gente dijo cuando naci¨® la radio, el periodismo se hab¨ªa acabado, que la radio era lo que triunfaba. Siguieron conviviendo la radio y el periodismo y aparece la televisi¨®n, menudo invento. Hay un t¨ªo fum¨¢ndose un pitillo en Washington y te echa el humo en Madrid. Luego result¨® que este invento tampoco mataba a la radio aunque el humo lo ve¨ªamos, de manera que tanto el periodismo como la radio como la televisi¨®n no han muerto, como el cine tampoco ha matado a la televisi¨®n, ni la televisi¨®n ha matado al cine, aunque tengan tambi¨¦n sus puntos de contacto.
P. ?Y cu¨¢les ser¨ªan los defectos del periodista contempor¨¢neo?
R. Bueno, hay un af¨¢n por el morbo, verdad de sacar las cosas de quicio, concretamente de cosas que yo haya vivido, pues el cambiar los t¨ªtulos, por dar un t¨ªtulo distinto al que usted ha querido poner, por ejemplo. Una vez hablamos de la Guerra Civil, en una revista que no me acuerdo, yo no soy muy rencoroso, y despu¨¦s hablamos de las perdices y hablamos de si no me daba compasi¨®n matar p¨¢jaros. Hombre, a veces s¨ª, a veces, no; entonces el titular fue 'Miguel Delibes est¨¢ cansado o le da compasi¨®n'. Primero hablaba de que Miguel Delibes estuvo en la Guerra Civil, "hoy se arrepiente de la sangre que ha vertido", como si yo hubiera ido por el frente mat¨¢ndole con un tiro en la nuca. Y ante eso no tiene uno defensa, no puedo salir a discutir si estaba arrepentido de la perdiz que hab¨ªa matado o si estaba arrepentido de los soldados que hab¨ªa matado.
P. Dice usted que no es rencoroso...
R. Creo que no.
P. ?Qu¨¦ se tiene que tener dentro para no guardar rencor?
R. Que es aburrido... Yo siempre he dicho que soy un hombre sencillo que escribe sencillamente.
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