Esculturas que piden caricias
El Museo Mar¨¨s, en obras, cataloga sus colecciones del mundo antiguo
"Este es el m¨¦todo infalible para saber si una escultura es buena: cuando la mano se te va hacia ella, cuando tienes la irresistible tentaci¨®n de acariciarla". La f¨®rmula la ofreci¨® el martes una gran especialista en antig¨¹edad y m¨¢rmoles, la doctora Isabel Rod¨¤, directora del Instituto Catal¨¢n de Arqueolog¨ªa Cl¨¢sica (ICAC). Ante un nutrido p¨²blico congregado en el patio del Museo Frederic Mar¨¨s de Barcelona —a la saz¨®n cerrado por obras— con motivo de la presentaci¨®n del voluminoso (?340 p¨¢ginas!) cat¨¢logo razonado del extraordinario fondo de escultura y colecciones del mundo antiguo del centro, la arque¨®loga, una de las art¨ªfices del trabajo y para ejemplificar ¨¦ste, examin¨® en directo un maravilloso busto de un personaje romano. "Se hab¨ªa resistido hasta ahora", dijo la estudiosa, "y, por fin, hemos conseguido sacarle jugo".
Rod¨¤ se aproxim¨® a la escultura, a la que se ve¨ªa reciamente feliz, con toda seguridad porque a diferencia de muchas de sus hermanas y primas de otras ¨¦pocas, afectadas todas por las actuales obras de reforma del museo, que no acabar¨¢n hasta la primavera de 2011, no estaba tapada por un asfixiante sudario de pl¨¢stico protector. Por cierto, pasear entre ellas, las esculturas, resguardadas en el almac¨¦n mientras se reforma el primer piso, es una ins¨®lita experiencia fantasmag¨®rica, con algo de la escena capital de Blade runner: v¨ªrgenes empaquetadas, santos barrocos con caperuzas transparentes, cristos cuyos clavos emergen del envoltorio...
"Acerqu¨¦monos", continu¨® Rod¨¤ situ¨¢ndose a distancia de tango con el romano. "A las personas y a las esculturas hay que mirarlas a los ojos, eso dice mucho. Es un retrato magn¨ªfico, en m¨¢rmol excelente, del pent¨¦lico o de Carrara, la obra de un artistazo. Este cuello, estos esternocleidos tan marcados", se?al¨® mientras la escultura parec¨ªa hacer esfuerzos por mantenerse impasible, "transmiten vigor y poder. Sientan su fuerza. Aqu¨ª hay un gran personaje. ?Qui¨¦n podr¨ªa ser? Si hab¨ªa m¨¢s de una copia es que era alguien importante. En este caso tenemos cinco: poca broma, era famoso". Desovillando hacia atr¨¢s la pesquisa, la estudiosa explic¨® que de las otras cuatro esculturas, "dos, las conservadas en el Louvre y la gliptoteca de Copenhague, son romanas seguro, con las otras, en Inglaterra y Roma, hay dudas. Nuestro retrato del Mar¨¨s, al que proyectamos reunir aqu¨ª en una futura exposici¨®n con los otros, se parece mucho al del Louvre. Nuestra conclusi¨®n es que se hizo a partir de aquel y teniendo delante el original". Tras explicar que el busto es una extraordinaria copia renacentista (en funci¨®n del trabajo pastoso del cabello y los labios y del hiperrealismo: la escultura de m¨¢rmol es imposible de datar si no es por caracter¨ªsticas formales o contexto arqueol¨®gico) y clarificar que se mantiene entre la colecci¨®n de antig¨¹edades por su calidad de estar hecha "a la manera antigua", Rod¨¤ desvel¨® al personaje: ?tach¨¢n!, Marco Licinio Craso, colega de C¨¦sar y Pompeyo y coautor de la derrota de Espartaco ("Kirk Douglas", aclar¨® la arque¨®loga). Craso "acab¨® mal, en el 53 antes de Cristo, muerto en la guerra con los partos, cuando a¨²n no exist¨ªa Barcino". Un suspiro pareci¨® escapar del auditorio en el patio g¨®tico y todos nos quedamos mirando los nobles rasgos del triunviro y pensando en el sic transit.
La pormenorizada explicaci¨®n sobre la escultura del romano ilustra perfectamente el nivel del estudio del cat¨¢logo, obra coral de 10 autores que pone de relieve una de las secciones menos conocidas y valoradas del museo, la de "mundo antiguo". La directora del centro, Pilar V¨¦lez, recuerda que Mar¨¨s a?adi¨® las esculturas romanas, exvotos ib¨¦ricos, terracotas helen¨ªsticas, figuritas de bronce, f¨ªbulas, lucernas, relieves en hueso y otro material de la antig¨¹edad como "pre¨¢mbulo" de su colecci¨®n, en la que destaca la escultura del XII al XX. Ese pre¨¢mbulo se compone nada menos que de medio millar de objetos. Detr¨¢s de cada uno de ellos, reunidos, recalc¨® V¨¦lez con criterio de coleccionista y no de arqueolog¨ªa o de Bellas Artes, hay una historia, que muchas veces ha habido que reastrear con ¨¢nimo detectivesco.Entre las piezas, obras absolutamente maestras, como el retrato de Augusto, de ¨¦poca de su sucesor Tiberio, procedente de un taller de Tarraco. Tambi¨¦n la Dama togada del siglo I, que se ha identificado como Agripina la menor y que tuvo el placer de estar en la torre de los G¨¹ell en Pedralbes (hoy el Palau Reial)hasta 1919 —luego apareci¨® en el Rastro de Madrid, donde la adquiri¨® Mar¨¨s en 1967—. O el precioso grupo de dos posibles ninfas del siglo II, ligeritas de ropa y con marm¨®reos pechos, que piden, ellas tambi¨¦n, caricias a gritos.
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