El cuento chino del Arca de No¨¦
La esperp¨¦ntica noticia del hallazgo de la m¨ªtica nave invita a navegar en su leyenda
La noticia de que una expedici¨®n china afirma estar al 99 % segura de haber encontrado el Arca de No¨¦, y en buen estado, es de las que te dejan estupefacto. No por el hallazgo, que es imposible -por la sencilla raz¨®n de que el arca, hay que insistir en este punto, no existi¨® jam¨¢s, el relato b¨ªblico es un cuento (todo lo bonito que se quiera), y tiene el mismo sentido buscar la capucha de Caperucita-, sino porque manifiesta una vez m¨¢s las enormes credulidad y estulticia del g¨¦nero humano. Una ingenuidad y una necedad, tambi¨¦n, conced¨¢moslo, una leg¨ªtima necesidad de maravillas, que desgraciadamente se manifiestan muy a menudo en el terreno de la (pseudo) arqueolog¨ªa.
La fotograf¨ªa que han distribuido los chinos de una supuesta cuadra de la nave -que estar¨ªa varada intacta, con camarotes y todo, a 4.000 metros en el Monte Ararat- en la que puede apreciarse incluso paja es un insulto a la inteligencia, o una colosal broma, si es que estuviera en el ¨¢nimo de la expedici¨®n el prop¨®sito jocoso, lo que es de temer que no sucede. Al menos nos pod¨ªan haber puesto ante unos restos con pedigr¨ª, unas viejas cuadernas podridas con grafitos de Jafet. En fin, podr¨ªa haber sido peor: afortunadamente no ha aparecido esti¨¦rcol de la pareja de elefantes, aunque parece que todav¨ªa no han explorado a fondo la sentina.
El hecho de que la expedici¨®n, de hecho mixta chino-turca, est¨¦ impulsada por un grupo evangelista de Hong Kong, nos recuerda el da?o que est¨¢n haciendo a la arqueolog¨ªa las investigaciones pretendidamente cient¨ªficas desde instancias religiosas y fundamentalismos.
No es la primera vez que aparece el Arca de No¨¦. La expedici¨®n m¨¢s antigua que afirm¨® haber encontrado la legendaria nave o sus restos fue la del explorador brit¨¢nico sir James Bryce, en 1876, que anunci¨® el hallazgo de una gran pieza de madera manufacturada en las alturas del monte Ararat. En 1915, un grupo de soldados rusos dijo haber divisado el arca desde el aire, pero la Revoluci¨®n (ah, siempre los rojos), impidi¨® investigar el asunto. En 1955, el explorador y escalador franc¨¦s Fernand Navarra se baj¨® del Ararat un trozo de madera que aseguraba haber extra¨ªdo del arca y que, afirmaba, era parte de una viga. Como en el caso que nos ocupa (los chinos han datado su arca con una antig¨¹edad de 4.800 a?os, la que seg¨²n algunos c¨¢lculos le atribuye la Biblia al episodio) an¨¢lisis espurios otorgaron a la pieza 5.000 a?os, aunque luego se rebaj¨® mucho la cifra, hasta el siglo III de nuestra era. Es cierto que No¨¦ fue longevo (950 a?os, seg¨²n el G¨¦nesis) pero parece un material muy moderno. No se descarta que la madera procediera de los restos de una vieja caba?a de monta?eros. Se ha especulado, con cierta magnanimidad pues no hay la m¨ªnima evidencia, con que los recurrentes avistamientos (y valga la ufol¨®gica palabra) del Arca, muchos desde aviones, pudieran deberse a la existencia en el Ararat de alguna antigua capilla, quiz¨¢ medieval, que recuerde el acontecimiento b¨ªblico y cuya estructura se pareciese a la m¨ªtica nave. Vaya usted a saber. Dejemos un terreno a la imaginaci¨®n.
Entre las expediciones que no han cejado en la b¨²squeda del arca, y afirman haber dado con ella, que es lo peor, figuran las dos que lider¨® el ex astronauta James Irwin del Apolo 15; la de Ron Wyatt, una enfermera anestesista de Nashville que examin¨® una estructura con aspecto de bote previamente fotografiado por Life y que en 1991 consigui¨® su momento de fama al ser secuestrada por separatistas kurdos; y la de Bob Cornuke, un polic¨ªa miembro de los SWAT (!) reconvertido en investigador b¨ªblico (!!) y autor de best sellers. Cornuke ten¨ªa experiencia previa como guardaespaldas del equipo de Irwin, pero tras la muerte de este mont¨® su propia expedici¨®n. Su pretendido hallazgo del arca no tuvo lugar en el Ararat sino en el Monte Suleiman, en la monta?as Elburz iran¨ªes, a 4.000 metros de altura.
Se han realizado intentos serios de poner el relato b¨ªblico del arca y el diluvio universal en un contexto hist¨®rico. Eso no significa darle credibilidad al episodio del G¨¦nesis sino rastrear sus ecos literarios y, quiz¨¢, la remota influencia de un acontecimiento catastr¨®fico que impact¨® en las mentalidades de los habitantes de Oriente pr¨®ximo. Un mito similar al de la Biblia y que seguramente es su fuente aparece en la leyenda de Gilgamesh, en la que Ut-Napishtim sobrevive a un diluvio gracias a la ayuda divina. Las inundaciones frecuentes provocadas en Mesopotamia por el Tigris y el ?ufrates pudieron inspirar el mito.
Una moderna teor¨ªa, de la que dar¨ªan prueba algunos hallazgos arqueol¨®gicos a cargo del investigador submarino Robert Ballard, es que la historia del diluvio universal estuviera basada en el desastre natural causado por la irrupci¨®n torrencial de agua al abrirse al Mediterr¨¢neo el Mar Negro alrededor del sexto milenio antes de Cristo, una cat¨¢strofe que habr¨ªa sumergido en d¨ªas poblaciones costeras enteras y podr¨ªa haber sido visto como el fin del mundo. De los sue?os (m¨¢s bien pesadillas) de esa gente acaso surgi¨® el mito del arca, que si en alg¨²n lugar permanece embarrancada es en el fondo de nuestras consciencias: el ¨²nico lugar donde cabe buscarla.
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