Morente libre
El cantaor granadino derrocha intensidad durante hora y media en el Festival de Cante de Las Minas
A Enrique Morente no le gusta cumplir con las expectativas que de su cante se tienen, ni hacer lo que el p¨²blico espera de ¨¦l. Anoche lo volvi¨® a demostrar en su actuaci¨®n en el Festival de Cante de Las Minas en La Uni¨®n, Murcia. Cuando las alrededor de 1.200 personas (estimaci¨®n de la organizaci¨®n) que abarrotaban el antiguo mercado esperaban que el cantaor se exhibiese por los cantes locales, los mineros, que ¨¦l conoce en profundidad, ¨¦l prefiri¨® pasar de puntillas sobre ellos, y dedicarse a hacer el cante que a ¨¦l le apetec¨ªa.
Cuesta pensar que a estas alturas Enrique Morente pueda hacer un recital cl¨¢sico, si por cl¨¢sico entendemos ajustado a los patrones de la ortodoxia, y sin embargo, desde su libertad m¨¢s absoluta, la que le otorga la sabidur¨ªa de ser uno de los cantaores actuales con m¨¢s largo recorrido, Morente suena a cl¨¢sico. A sabor a?ejo. A pellizco. A pureza. A revoluci¨®n.
Comenz¨® la noche con una ronda de ton¨¢s. Todo el equipo morentiano de riguroso traje negro, formados en semic¨ªrculo en torno al micr¨®fono, el patriarca en el centro. Al cante de Morente le sigue el de su hijo, que se llama como ¨¦l, y que da muestras de lo que puede llegar a ser, con una voz a¨²n joven. Antonio Carbonell y ?ngel Gabarre completan el c¨ªrculo cantaor, que recrea un momento tr¨¢gico, un llanto por un pueblo que sufre, que en el final de la ronda se personaliza en ?frica y Nelson Mandela.
El cantaor no est¨¢ en su mejor momento de voz. Ni falta que le hace. El ronco del Albaic¨ªn est¨¢ m¨¢s ronco que nunca, pero sin saber de d¨®nde, ¨¦l siempre saca suficiente para pellizcarte el coraz¨®n. Su cante es ahora m¨¢s doliente, m¨¢s recogido, de m¨¢s emoci¨®n. Con este momento del cante m¨¢s primitivo hecho en la ronda de ton¨¢s, Morente ya casi no tiene necesidad de seguir. Lograr la magia desde el inicio es peligroso, la intensidad puede decaer en el resto del recital.
No es el caso. Tras la lecci¨®n por ton¨¢s, Morente se exhibe por canti?as, alegr¨ªas, tientos, malague?as, soleares... El p¨²blico asiste silencioso, respetuoso, pero rompe en una sonora ovaci¨®n al final de cada cante. "?No se puede cantar mejor!", le gritan desde la grada. Escuchando estos juegos de voz, que nacen de tonos bajos, susurrantes, y alcanzan el grito doliente para detenerse en el camino, se olvida casi el acompa?amiento. Las guitarras de David Cerreduela y Rafael Riqueni, la percusi¨®n de Bandolero, las palmas y coros de Pedro y ?ngel Gabarre, Antonio Carbonell y Enrique Morente hijo, que en el ¨¦xtasis de disfrutar el cante de su padre, por un instante se olvida ¨¦l tambi¨¦n de todo lo dem¨¢s.
Pero est¨¢n ah¨ª, y llevan al cantaor en volandas. ?l no dice nada entre cante y cante y despu¨¦s de casi hora y media de intensidad, cierra el recital como lo abri¨®. En semic¨ªrculo. Esta vez por buler¨ªas, r¨ªtmicas, rabiosas, con sabor a Jerez.
A¨²n tiene arte para un bis, por tarantos, por El peque?o reloj, por tangos.
Babelia
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