Lejos de las leyes de los hombres
Andr¨¦s Calamaro en la sala Razzmatazz. Barcelona, 8 de septiembre
Los artistas inspirados, las personas sobradas de talento, pueden acabar desconect¨¢ndose de la tierra para vivir inmersas en la burbuja de su propia brillantez. Inasequibles a la moderaci¨®n, blindados al consejo ponderado, seguros de que cualquiera de sus ocurrencias es una genialidad, acaban por hurtar a sus seguidores lo mejor de s¨ª mismos, pose¨ªdos por un yo que se ha emborrachado de s¨ª mismo y s¨®lo encuentra solaz en el solipsismo.
En el peor concierto que Calamaro ha ofrecido en Barcelona se puso de manifiesto todo ello, ya que el enemigo m¨¢s categ¨®rico que tuvo el recital fue un Calamaro inconexo, excesivamente locuaz y ajeno a las normas que marca la gram¨¢tica elemental de un recital, comenzando por la que indica que un concierto no se inicia media hora antes sorprendiendo incluso a sus propios t¨¦cnicos de sonido.
Fue un concierto atropellado, sin din¨¢mica, con el ritmo entrecortado por confusos discursos en los que siempre pareci¨® que la cabeza iba m¨¢s r¨¢pida que una lengua entumecida y rematado por una p¨¦sima sonorizaci¨®n.
Convencido de que la canci¨®n era ¨¦l, los temas se atropellaron en los huecos que dejaban libres las disertaciones, alguna de ellas incomprendida y, por ello, generadora de muestras de protesta por parte del p¨²blico. Una selecci¨®n de versiones muy obvia —tocar el Imagine es un aut¨¦ntico desprop¨®sito dado el saqueo de significados que ha sufrido el tema— sembr¨® la perplejidad entre el sector m¨¢s rockero de la asistencia.
Claro que a Calamaro el viento le sigue soplando a favor y tiene bula para esto y para m¨¢s, no en vano ha compuesto verdaderas joyas del rock latino que con su sola interpretaci¨®n salvan un concierto. Estas piezas sonaron y el p¨²blico march¨® satisfecho tras dos horas y media de concierto. Previamente, la asistencia estren¨® un c¨¢ntico: "una m¨¢s y no queremos m¨¢s". Andr¨¦s no hizo caso.
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