El Oriente que hechiz¨® a Pasolini
La Filmoteca de Bolonia expone hasta el 7 de octubre las fotos que Roberto Villa realiz¨® durante el rodaje de 'Las mil y una noches' en Yemen
Pier Paolo Pasolini, compenetrado con su c¨¢mara, la abraza con todo el cuerpo, los m¨²sculos tensos y concentrados, parece querer colarse por el objetivo; o tendido hacia delante mientras rueda una escena en un patio interior desde lo alto: abajo el cuerpo desnudo de un joven de tez aceitunada (Franco Merli, el protagonista) y dos mujeres enfundadas de negro; o encaramado a una escalera tambaleante, con la m¨¢quina de rodaje apoyada al hombro, mientras los colaboradores se la aguantan. Son algunas de las im¨¢genes capturadas por el fot¨®grafo Roberto Villa durante el rodaje de Las mil y una noches, ¨²ltimo cap¨ªtulo de la Trilog¨ªa de la vida, que Pasolini realiz¨® en 1974, tras El Decamer¨®n (1971) y Los cuentos de Canterbury (1972). "Una pel¨ªcula donde t¨² diriges y yo soy el actor". El poeta, escritor, cineasta italiano (1922-1975) defini¨® as¨ª el trabajo de Villa, que se expone hasta el 7 de octubre en la Filmoteca de Bolonia, ciudad del Norte de Italia donde el intelectual naci¨® y estudi¨®.
La exposici¨®n El Oriente de Pasolini constituye una especie de l¨¢mpara de Aladino, una estrella a la que perseguir para entrar en el filme, que mereci¨® el premio de la Cr¨ªtica en Cannes. Respetando o, mejor dicho, contagiado por el estilo y la cifra del t¨ªtulo del libro y de la pel¨ªcula, construidos por encajes con una historia dentro de la otra, Villa dibuja un verdadero cuento dentro del cuento. Los cap¨ªtulos son im¨¢genes naturales y espont¨¢neas pero a la vez pl¨¢sticas y extra?amente enigm¨¢ticas.
El encuentro entre Villa, entonces treinta?ero fot¨®grafo de publicidad, y Pasolini, ya curtido director y famoso intelectual, tuvo algo de hechizo. "?l interven¨ªa en una charla sobre la televisi¨®n comercial. Cuando termin¨®, me acerqu¨¦ para hacerle unas preguntas. Me hubiera gustado discutir con ¨¦l de semi¨®tica, ya que estaba reflexionando sobre algunos problemas del lenguaje visual. ?l me contest¨® serio, con ese aire humilde, cercano, nada esnob: "Me encantar¨ªa debatir sobre ello, pero ahora estoy ocupado y dentro de dos d¨ªas me voy a Oriente a rodar. ?Por qu¨¦ no viene con nosotros?". Ni decirlo, a los tres meses Villa estaba en Yemen. Justo el tiempo de cerrar unos trabajos en Italia y de encontrar unas revistas interesadas y arranc¨® su aventura al lado del creador m¨¢s poli¨¦drico y controvertido del momento.
El fruto de aquellos cien d¨ªas como empotrado en el rodaje de Las mil y una noches se public¨® en Playboy y Esquire. Hoy se puede admirar en Bolonia, gracias a los archivos que la cinemateca guarda en formato anal¨®gico y digital . La acertada selecci¨®n llevada a cabo por Roberto Chiesi es a la vez un conmovedor documento sobre Pasolini, su manera visceral y concentrada de dirigir, y un fresco de un mundo a punto de derrumbarse por las guerras y la pobreza.
En sus im¨¢genes se documentan los momentos de descanso entre actores y electricistas, la asistente y el operador; la troupe a punto de embarcarse en un avi¨®n, en una polvorienta y ca¨®tica pista de despegue, o sentada en c¨ªrculo comiendo, y, una y otra vez, el director centrado en la lectura del gui¨®n, animando jugosamente a un actor, preparando una escena. Pasolini, delgada figura de gafas negras y pantalones ce?idos, fr¨¢gil pero movido por una determinaci¨®n tensa, es el gran maestro de ceremonia y protagonista absoluto del escenario fotogr¨¢fico.
Sin embargo hay m¨¢s. No se trata solo de fotograf¨ªas del rodaje. Villa tambi¨¦n retrat¨® a los figurantes en una serie conmovedora de primeros planos: viejos, ni?os, soldados y mujeres, testigos de la historia de las aldeas de Yemen e Ir¨¢n elegidas como exteriores. "Es una de los ¨²ltimas miradas sobre un ¨¢rea geogr¨¢fica que estaba a punto de transformarse en un enorme y prolongado escenario de guerra", dice Farinelli, director de la Cinemateca. "Lo que da valor a mi trabajo es el contexto", cuenta Villa. El fot¨®grafo inmortaliz¨® tambi¨¦n los centenares de curiosos que se acercaban al set o viv¨ªan en los pueblos. Son los retratos de un mundo at¨¢vico, polvoriento y lleno de luz y silencio. Algunos de ellos, por su rostro intenso o un detalle que atrapaba la atenci¨®n visionaria de Pasolini, acab¨® siendo figurante. Eran rostros y cuerpos sobre los que se coagulaba aquella fuerza m¨¢gica y a la vez ultrarrealista que impregna sus pel¨ªculas m¨¢s logradas.
Oriente fue su esencial fuente de inspiraci¨®n. Un mundo que visit¨® y cont¨® (a veces junto con sus amigos y colegas escritores Alberto Moravia y Elsa Morante). Villa documenta la atracci¨®n hacia ese universo figurativo y antropol¨®gico donde el poeta decide ambientar parte de su sue?o, aquellos cuerpos de colores v¨ªvidos, las luces y los cromatismos deslumbrantes de los edificios blancos u ocres. Resultan im¨¢genes casi escult¨®ricas, pl¨¢sticas: viejos que desaf¨ªan el objetivo o grupos de mujeres que dejan escapar una mirada del velo. Personajes de una miseria absoluta, comprimida en la dignidad humilde que Pasolini amaba por encima de todo, poeta de los ¨²ltimos y de su ¨ªntimo decoro.
"Villa consigue capturar la expresividad inmediata y la historia narrada en un gesto, un adem¨¢n, una pose, el parpadeo o la opacidad de una mirada, la comisura curiosa, dejada o aburrida de una boca. Quien es observado observa a su vez, y lo hace desde una distancia que de otros siglos, otra cultura, otra religi¨®n, un universo de c¨®digos y signos que nunca nos pertenecieron", comenta Roberto Chiari que gestiona el archivo Pasolini en Bolonia.
Solo all¨ª, en ese Oriente hechizado, pod¨ªan ambientarse Las miles y una noches, una narraci¨®n a la vez realista (llena de rostros pobres, de polvo, donde las comidas o la indumentaria se describen con una riqueza de detalles casi fotogr¨¢fica) y visionaria, porque los personajes se mueven como empujados por fuerzas ocultas, un destino que les une, les separa, les pone a prueba, les mejora y les vuelve a unir. El cl¨¢sico de la literatura ¨¢rabe funciona como un guante para ejemplificar la idea que funda la trilog¨ªa pasoliniana: "A¨²n m¨¢s que en el Decamer¨®n y en Los cuentos de Canterbury -escribi¨® en 1974 el mismo Pasolini en la revista Il Tempo- en Las mil y una noches toma forma y vive un eros particularmente profundo, violento y feliz: es en las ¨¦pocas de represi¨®n cuando el comercio de los sentidos se hace m¨¢s intenso, afortunado y emocionante. Lo importante es la tolerancia popular, no la tolerancia del poder. Odio el mundo actual, tan peque?o-burgu¨¦s y falsamente tolerante (por la decisi¨®n del poder consumista). En su contra, me quedo con aquel mundo desaparecido, que sobrevive en alguna zona del Tercer Mundo, de N¨¢poles por abajo, aunque acosado por los modelos burgueses del consumismo y de la falsa tolerancia. Para alcanzar niveles de vida occidental, los pueblos ¨¢rabes acabar¨¢n abjurando de su antigua tolerancia real y llegar¨¢n a ser horriblemente intolerantes. Para exorcizar este futuro so?¨¦ con una pel¨ªcula como Las miles y una noches".
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