La doble vida de Teddy Bautista
Hay mucho de admirable en la trayectoria de Eduardo Bautista. Los que se sienten encajonados por una opci¨®n profesional, los que deben seguir los carriles laborales, no pueden evitar envidiar a alguien que se reinventa a los treinta y tantos a?os. Hasta entonces, y esto suele olvidarse, Teddy fue uno de los m¨²sicos esenciales del pop espa?ol, con una discograf¨ªa que tocaba el beat, el soul (ah¨ª alcanz¨® su apoteosis), el jazz-rock, el rock progresivo y el AOR. Era el hombre de los teclados de ¨²ltima generaci¨®n, produc¨ªa a otros artistas, hizo cine y se implic¨® en los primeros musicales estrenados en Espa?a. En t¨¦rminos deportivos, encarnaba al MVP, el Most Valued Player.
As¨ª que sorprendi¨® mucho cuando abandon¨® la m¨²sica -aunque todav¨ªa publicar¨ªa discretamente algo de electr¨®nica vanguardista- para entrar en algo que no sab¨ªamos muy bien qu¨¦ era: la SGAE. La Sociedad General de Autores de Espa?a parec¨ªa enquistada en el mundillo franquista del teatro, la zarzuela y la copla. As¨ª que aquella conquista se vivi¨® como una victoria de los buenos, las fuerzas de la cultura progresista en ascenso.
Teddy, que hab¨ªa vivido en Estados Unidos y algo conoc¨ªa del funcionamiento de sociedades de gesti¨®n como BMI y ASCAP, comprendi¨® que la SGAE era una m¨¢quina anticuada de recoger y repartir dinero. Sin descuidar el teatro y el cine, hab¨ªa que volcar recursos en la explotaci¨®n de la m¨²sica popular. De ah¨ª que, en un alarde de sindicalismo vertical, transformara la SGAE en Sociedad General de Autores y Editores: por su propio inter¨¦s, deb¨ªan convivir en un mismo techo las ovejas, los lobos y los pastores.
Al principio, parec¨ªa un PNN voluntarioso, un profesor no numerario que acud¨ªa a las citas p¨²blicas con un libro de la UNESCO, bien subrayado, de donde extra¨ªa atractivas frases sobre la importancia econ¨®mica de las artes, los beneficios de la excepci¨®n cultural, la necesidad de acabar con el abuso de los creadores. Sonaba bien la letra pero, a los interesados, les gustaba a¨²n m¨¢s la m¨²sica de las cajas registradoras, que reflejaban recaudaciones asombrosas... y crecientes. Solo le criticaban autores del viejo r¨¦gimen desde peri¨®dicos de derechas.
En pocos a?os, aquella entidad arcaica, que sonaba a Arniches y Chap¨ª, se transform¨® en un crucero transoce¨¢nico, que surcaba los mares en busca de talento y recalaba, por ejemplo, en Cuba, donde una decisi¨®n castrista hab¨ªa acabado con el derecho de autor y muchos creadores malviv¨ªan mientras languidec¨ªan sus ingresos en todo el mundo. A la vez, SGAE se ocupaba de labores olvidadas por la desidia gubernamental, como la promoci¨®n exterior de la m¨²sica espa?ola o el estudio de sus creadores. Llegar¨ªa a contar con una discogr¨¢fica (que no era competencia ya que esencialmente publicaba trabajos rechazados por el resto de las compa?¨ªas), fabulosos estudios de grabaci¨®n y hasta una cadena de teatros.
Teddy oteaba el futuro desde su atalaya. Mucho antes que los disqueros, fue el primero al que escuch¨¦ una advertencia sobre el "gratis total" que tra¨ªa Internet. Hasta entonces, la principal amenaza al statu quo era la copia privada y lo que se dar¨ªa en llamar top manta. El y su SGAE fueron el motor de iniciativas legislativas como el canon y el castigo implacable a los vendedores de copias piratas. Segu¨ªan pautas que ya exist¨ªan en otros pa¨ªses pero no supieron explicarlo. Ellos y no las discogr¨¢ficas o las distribuidoras de cine eran la punta de lanza de la defensa de la propiedad intelectual y pagaron por ello un precio desproporcionado.
Sospecho que Teddy no entendi¨® las razones de que se convirtiera en una de las personas m¨¢s odiadas de Espa?a. Ten¨ªa ch¨®fer pero nunca le vi guardaespaldas (excepto en La Habana). De todos modos, resultaba imposible discutir con ¨¦l: sab¨ªa m¨¢s sobre los mecanismos de SGAE que cualquiera e ignoraba las percepciones p¨²blicas. Y la Sociedad se hab¨ªa transformado en un monstruo tan complejo como el PRI mexicano, con un sistema de representaci¨®n que garantizaba la perpetuaci¨®n del clan dominante y que tapaba cualquier esc¨¢ndalo (que los hubo, y no precisamente los aireados por la prensa de cobro a festivales ben¨¦ficos o espionaje en bodas).
En los ¨²ltimos a?os, el matador de dragones se hab¨ªa transformado en otro estereotipo: el pol¨ªtico eternizado en su puesto. Parec¨ªa trabajar para los poderosos e ignorar a los dem¨¢s. A su disposici¨®n ten¨ªa una bolsa de pr¨¦stamos y adelantos que le permit¨ªa establecer una agradecida red clientelar. Como un pol¨ªtico de caricatura, dec¨ªa a todos que s¨ª y luego se olvidaba de sus promesas. Estaba tan alejado de la calle que no entendi¨® lo hirientes que resultaban su sueldo y su (prevista) jubilaci¨®n, cuando inaugur¨® una tard¨ªa pol¨ªtica de transparencia. Seguramente, tampoco advirti¨® la confluencia en su persona de tantos vectores de sospecha e indignaci¨®n. Se le iba poniendo cara de chivo expiatorio.
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