Caprichos de camerino
Los antojos de las estrellas en el Rock in Rio van desde lo m¨¢s desenfrenado a inocentes refrescos edulcorados. - Red Hot Chili Peppers convencen en la segunda jornada del festival brasile?o
Debe de resultar un l¨ªo morrocotudo eso de ser una estrella del rock. Hoy aqu¨ª, ma?ana all¨¢. Los des¨®rdenes alimentarios, la b¨²squeda de cari?o en las conferencias a larga distancia, las toneladas de dinero, el sexo en grupo con desconocidos. Tras mucho darle vueltas, Ingrid Berger, comprensiva jefa de camerinos del festival Rock in Rio desde hace veinte a?os, ha llegado a la conclusi¨®n de que las insensateces de los astros, que ella llamar¨ªa los gajes del oficio, obedecen al r¨ªo de desdicha que fluye bajo la rutilante apariencia del ¨¦xito.
?Que Prince pidi¨® durante la edici¨®n de 1991 cerrar un restaurante para cenar ¨¦l solo? Era su desesperara manera de llamar la atenci¨®n. ?Por qu¨¦ Axl Rose, que act¨²a la semana que viene, ha exigido llenar su nevera de cerveza checa y australiana, mientras Lemmy, de Mot?rhead piensa seguir con su legendaria dieta de Jack Daniels hoy, d¨ªa grande de los metaleiros merced a la actuaci¨®n estelar de Metallica y Slipknot? Es solo que los pobres chicos precisan mantener costumbres a las que agarrarse. Y si Katy Perry incluy¨® en su lista un mont¨®n de chucher¨ªas para su camerino en la jornada inaugural, probablemente no fue sino por la necesidad de demostrarse que todo puede ser tan sencillo como cuando solo era una chica normal.
Pero no se enga?en, en el sueldo de Berger, la viva imagen de lo cabal en medio del disparate, no va el decir a todo que s¨ª. Si bien Rihanna consigui¨® "un camerino m¨¢s grande que los dem¨¢s" el viernes -cuando sirvi¨® de pl¨¢stica demostraci¨®n ante la multitud de lo mucho que se ha infantilizado el pop desde los tiempos de Elton John, artista que le precedi¨®- la diva se tuvo que quedar, ay, con ganas de un Dr. Pepper. Simplemente, Brasil es uno de tantos pa¨ªses en los que no cuaj¨® ese mejunje hipercal¨®rico que los estadounidenses llaman refresco.
Por suerte para Berger, no fueron tan complicadas las aspiraciones de Red Hot Chili Peppers, banda que el s¨¢bado fij¨® la cumbre de una segunda jornada pasada por agua en R¨ªo de Janeiro y marcada por el ¨¦xito de saber que todas las entradas estaban vendidas (100.000 por d¨ªa). El combo de funk rock favorito de los chicos t¨ªmidos solo quer¨ªa hacer surf en la playa de Recreio y un poco de yoga antes de salir al escenario para dar un recital notable que no escatim¨® a la masa enfervorecida sus viejos ¨¦xitos, pese a que el grupo acaba de editar su ¨²ltimo e irregular ¨¢lbum.
Cuando son¨® la balada Under the bridge, pareci¨® buen momento para recordar que ese mismo d¨ªa, precisamente ese mismo d¨ªa de hace 20 a?os, los Peppers publicaron Blood Sugar Sex Magik, el mismo d¨ªa, precisamente el mismo d¨ªa, en que Nirvana edit¨® su recordado Nevermind. No cambi¨® el mundo tal como lo conoc¨ªamos, milagro que s¨ª obr¨® el segundo trabajo del tr¨ªo de Seattle, pero fue un disco que alter¨® para siempre la carrera de la banda de Los ?ngeles, cuya formaci¨®n permanece casi inmutable: adem¨¢s de Kiedis, contin¨²an el prodigioso bajista y chiflado vocacional Flea y el bater¨ªa Chad Smith, con el a?adido de un nuevo y joven guitarrista (sustituto de John Frusciante) con sorprendente querencia por los punteos ¨¤ la Santana. De aquel esfuerzo de 1991 sonaron, adem¨¢s de la citada Under the bridge, Suck my Kiss y Give it Away.
No fue la ¨²nica referencia a los noventa de una jornada en la que los irlandeses Snow Patrol resultaron solo correctos (pertenecen a esa categor¨ªa de grupos que no acaban de gustar precisamente por tenerlo todo para gustar): Mike Patton, exvocalista de Faith No More, firm¨® un concierto redondo con su homenaje a canciones italianas de hace medio siglo. Es un costoso proyecto bautizado Mondo Cane que tiene que levantar all¨¢ donde lo pone en pie con la ayuda de una orquesta local, en este caso, la Heli¨®polis, integrada por una plantilla joven y entusiasta.
Patton, lejos los tiempos del metal crossover de la banda que le otorg¨® fama planetaria, se present¨® con todas sus credenciales de vanguardia y con el pelo engominado como un mafioso de tres al cuarto. Hasta con traje, el tipo mantiene la temible voz y la puesta en escena, esas caras de lun¨¢tico, ese empu?ar del micr¨®fono, de sus d¨ªas m¨¢s duros.
El resto de la jornada se reparti¨® entre la representaci¨®n brasile?a -que fue de lo memorable (Tulipa Ruiz y Na?ao Zumbi) a lo perfectamente olvidable (Capital Inicial)- y las aglomeraciones l¨®gicas en una cita que presume de ser el mayor festival del mundo. En los ba?os, al menos, se ofrecieron pasatiempos como un texto ir¨®nico que parec¨ªa escrito por Berger, la jefa de camerinos. Adornaba los dispensadores de papel y dec¨ªa: "Tenemos bandas de rock que presentan listas de exigencias de treinta p¨¢ginas. Dado que hoy se puede sentir como una estrella y a¨²n est¨¢ consciente, le rogamos que la suya conste de dos ¨²nicos papeles con dos peticiones: secar sus manos y cuidar del medio ambiente".
Babelia
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