El ermita?o italiano que se convirti¨® en fen¨®meno literario
Se edita en Espa?a la singular prosa de Mauro Corona tras vender 2,4 millones de ejemplares en su pa¨ªs
A la abuela de Mauro Corona le habr¨ªa gustado no ser tan buena profeta. "Reza, que la monta?a se viene abajo y nos mata a todos", le dijo aquella noche a su nieto. Y, en efecto, el 9 de octubre de 1963 sucedi¨® lo que los ge¨®logos hab¨ªan advertido. Cerca de las 11 de la noche, el monte Toc se derrumb¨® sobre el embalse del Vajont y se form¨® una monstruosa ola que barri¨® los pueblos del valle. "Cayeron 300 millones de metros c¨²bicos de roca. El ruido fue como el de 1.000 millones de aviones supers¨®nicos. La gente huy¨® monta?a arriba, como los ciervos", cuenta por tel¨¦fono este escritor italiano (Erto, 1950). Sin embargo, no todos pudieron escapar: para 2.000 personas aquella fue su ¨²ltima noche.
La vida y la posterior obra literaria de Corona (18 libros de los que en Italia se han vendido m¨¢s de 2,4 millones de ejemplares) quedaron marcadas por una cat¨¢strofe con coincidencias amargas: en el bar del pueblo de Longarone se hab¨ªan juntado los j¨®venes de la zona porque era el ¨²nico lugar con televisi¨®n y se retransmit¨ªa un partido de la Copa de Europa del Real Madrid. El agua los sepult¨®. Los lugare?os que sobrevivieron fueron trasladados a pueblos construidos valle arriba. Mauro, un adolescente entonces, fue a parar a un reformatorio.
Este italiano de pelo y barba largos volvi¨® a?os despu¨¦s al Erto que le obligaron a abandonar para contarlo en las 292 p¨¢ginas de Fantasmas de piedra (Alta?r), una novela de 2006, la primera que se traduce al castellano. Corona est¨¢ entusiasmado con ello porque entre sus referentes est¨¢n "Juan Rulfo, Borges, y Julio Llamazares; a este que nadie me lo toque". Acto seguido, el ertano recita de memoria el comienzo de La lluvia amarilla, del autor espa?ol: "Cuando lleguen al alto de Sobrepuerto, estar¨¢, seguramente, comenzando a anochecer". Llamazares describi¨® en esta desoladora obra la vida en un pueblo pirenaico, un lugar en el que "el fuego de la chimenea un¨ªa m¨¢s que la amistad y la sangre".
Jordi Canals, doctor en Filolog¨ªa Hisp¨¢nica en la Universidad de Trento, le denomina "el Llamazares italiano", porque comparte con el escritor nacido en Vegami¨¢n -un pueblo que se inund¨® para construir un embalse- el amor por el paisaje perdido y reencontrado.
Es escalador, escritor y escultor: "Requieren la misma destreza"
El Llamazares verdadero, en charla telef¨®nica, se muestra "asombrado" de que una aldea rec¨®ndita de los Alpes haya un narrador que le tenga en un pedestal. El leon¨¦s sabe que La lluvia amarilla "tuvo mucho ¨¦xito en Italia" pero no conoce a Corona. Picado por la curiosidad, el autor de Luna de lobos se?ala que intentar¨¢ encontrar a su ¨¢lter ego alpino "en abril", cuando vaya a Italia. "Ojal¨¢ fuera tan bueno como ¨¦l", dice Corona del espa?ol. "Si le viera, le abrazar¨ªa y me tomar¨ªa un vaso de vino con ¨¦l. Habr¨¦ regalado al menos 50 ejemplares de La lluvia amarilla. Desde que lo le¨ª, hay tinieblas en mi escritura. Me dej¨® una cuchillada. No hay una p¨¢gina de ese libro que no haya subrayado". Queda pendiente ese vino y el profesor Canals se presta voluntario para propiciar el encuentro.
A la espera de ese momento, Corona sigue conjugando sus tres almas: escritor, escultor y escalador. Tres labores que "requieren la misma destreza: quitar los superfluo", asegura el italiano. Nacido en el carromato de sus padres, vendedores ambulantes, Corona se cri¨® en la miseria y creci¨® entre montes. Su abuelo le ense?¨® a fabricar enseres de madera para ganarse unas monedas.
Lo mismo sol¨ªan hacer sus paisanos, antes de ser engullidos la tragedia del Vajont. "El agua arras¨® en medio minuto con una civilizaci¨®n de pastores, le?adores, y campesinos", asegura Corona, que recupera en su libro recuerdos como "las noches de verano, cuando la gente sal¨ªa a la calle a charlar". Algo consustancial a una sociedad "con comunicaci¨®n oral, de gentes que pasaban los inviernos en casa contando historias", destaca Canals.
En 'Fantasmas de piedra' resucita su pueblo, desalojado en 1963 tras un alud
A esas voces, Corona ofrece sus p¨¢ginas y su misi¨®n como literato: "Soy un torpe salvador de memorias". En Fantasmas de piedra rescata al viejo Erto en un paseo por sus calles y casas que le provoca "una dulce melancol¨ªa". "Era como si viera a los antiguos amigos, o¨ªa a los campesinos golpeando el suelo con su hoz", relata.
Corona rememora tambi¨¦n una infancia de cazas y escaladas junto con su padre y su abuelo. Sin embargo, el recuerdo de la relaci¨®n con sus progenitores -ambos id¨ªlicos- no es tan id¨ªlico: "De ni?o, mi padre me tir¨® una cuchillada y, aunque la par¨¦, me hizo un corte en la mano. Si tuviera a mi padre delante le preguntar¨ªa por qu¨¦ me ataba a un palo y me pegaba con un l¨¢tigo, y a mi madre por qu¨¦ nunca me hizo una caricia".
S¨ª le mostr¨® cari?o Marisa Madieri, la entonces mujer de Claudio Magris, hoy fallecida, cuando el ertano se adentr¨® en la literatura, en 1997. Fue la insistencia de Madieri -"escribe", le dijo- la que le hizo recuperar los papeles de sus primeros cuentos, que hab¨ªa roto. Su obra de debut, El vuelo de la marta, se tradujo al franc¨¦s, alem¨¢n y chino.
El ¨²ltimo logro de este ermita?o es el Premio Bancarella, este verano, por El final de un mundo equivocado, un galard¨®n que ganaron Hemingway, Umberto Eco y Ken Follett. Corona, que acaba de lanzar su obra n¨²mero 18, Como una piedra en la corriente, se ha marcado su pr¨®xima meta: hacer en primavera el Camino de Santiago "sin dinero, ni tarjeta de cr¨¦dito". En "la Macondo del tercer milenio", como Corona llama al viejo Erto, tampoco le hacen falta: "Me basta con una comida al d¨ªa y una botella de vino".
Piedra, papel y madera
El asc¨¦tico Corona se levanta "a las tres de la madrugada" para escribir. A las 9 va "a la monta?a a caminar o escalar y a cortar le?a", lo que le hace sentirse "vivo". "Por la tarde voy a la taberna y escucho a los le?adores contar historias. Despu¨¦s vuelvo a casa y me pongo a escribir o a esculpir. Se podr¨ªa decir que vivo entre piedra, madera y papel". Corona abomina de una civilizaci¨®n en la que "no se hacen esfuerzos. Las puertas y los grifos se abren solos; con una tarjeta enciendes la luz en los hoteles...". A ¨¦l, en cambio, le gusta sentirse fatigado: "Tallar madera es como una medicina". Y aunque comparte su vida con su mujer y cuatro hijos, le gusta "con locura" estar solo. "En realidad est¨¢s t¨² y la soledad, somos dos". Pronto ser¨¢n tres: "Me construir¨¦ una casita de madera en el bosque".
Babelia
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