Las decisiones equivocadas
Tienen las ociosas hermanas Conway cuando sue?an en voz alta con un futuro esperanzador la alegr¨ªa ingenua de las Tres hermanas chejovianas, tejedoras incansables de planes que tampoco se cumplir¨¢n. El tema de fondo de El tiempo y los Conway y el de la obra del optimista pero esc¨¦ptico m¨¦dico ruso vienen a ser el mismo: ambas hablan de que la distancia entre las expectativas personales y los objetivos cumplidos se mide en a?os luz bisiestos.
El primer acto sucede al terminar la I Guerra Mundial, ante la perspectiva optimista de que la reci¨¦n creada Sociedad de Naciones, predecesora de la ONU, traiga al mundo paz duradera y crecimiento econ¨®mico. En el segundo acto, veinte a?os despu¨¦s, vemos donde fueron a parar las ilusiones de la autosatisfecha familia Conway: Robin, el ni?o mimado de mam¨¢, es un maltratador, adem¨¢s de manirroto; Kay, la escritora incipiente, se gana la vida haciendo entrevistas basura con pretensiones; Hazel se ha casado con un hombre al que en principio despreciaba¡ En el ¨²ltimo acto, y aqu¨ª reside la originalidad de esta obra, J. B. Priestley nos devuelve justo al momento donde acab¨® el primero, para mostrarnos, a la luz de lo sucedido en el acto intermedio, c¨®mo se tomaron p¨¦simas decisiones como si fueran grandes aciertos.
EL TIEMPO Y LOS CONWAY
Autor: J. B. Priestley. Versi¨®n: Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mari?o. Int¨¦rpretes: Luisa Mart¨ªn, Juan D¨ªaz, Alejandro Tous, D¨¦bora Izaguirre, Alba Alonso, Ruth Salas, Rom¨¢n S¨¢nchez Gregory¡ Direcci¨®n: J. C. P¨¦rez de la Fuente. Teatros del Canal. Del 18 de enero al 5 de febrero.
En este montaje, la acci¨®n principal, en 1919, sucede con un alborozo un tanto subrayado que prefigura el tono que suponemos tendr¨¢ esa ingenua representaci¨®n de aficionados dentro de la representaci¨®n que se est¨¢ celebrando en la sala contigua, fuera de campo. La reuni¨®n tr¨¢gica que los hijos ya emancipados mantienen en casa de su madre en 1937, ante la quiebra inminente de las finanzas familiares, est¨¢ llevada por Juan Carlos P¨¦rez de la Fuente, director de la funci¨®n, hacia un registro melodram¨¢tico. En ese acto segundo, hay momentos decisivos sin valorar o mal valorados: por ejemplo, cuando Ernest (un Lopajin cuya riqueza se forja en paralelo al declive de la fortuna de los Conway) descubre que su mujer le ha estado pasando dinero al descerebrado de Robin, personaje al que int¨¦rprete y director imprimen un acento involuntariamente caricatural.
Tiran del espect¨¢culo el oficio de Nuria Gallardo y de Chus Barbero, int¨¦rpretes de personajes (las hermanas mayores) acordes con sus edades y caracteres respectivos. Tambi¨¦n Toni Mart¨ªnez sostiene con aplomo el papel del administrador familiar. Con diez a?os m¨¢s, Luisa Mart¨ªn coger¨ªa m¨¢s por derecho el papel de madre caprichosa, inconsciente dilapidadora del patrimonio familiar y desleal competidora en amores de una de sus hijas. Mucho ha querido abarcar el director meti¨¦ndose tambi¨¦n a dise?ador de una escenograf¨ªa plana, ilustrativa, poco elocuente. Grata y expresiva, sin tacha, la versi¨®n castellana de Luis Alberto de Cuenca y Alicia Mari?o.
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