Clintitiritero
Madonna logr¨® elevar hasta 114 millones de espectadores la audiencia de la Superbowl con el espect¨¢culo comprimido que exige la pausa de la media parte. La madre superiora de la m¨²sica que hoy es hegem¨®nica sali¨® a escena con un gui?o casi de la zarzuela La corte de Fara¨®n y no dej¨® pasar la fina iron¨ªa de transformarse en la cheerleader de s¨ª misma. Un triunfo de la madurez aer¨®bica. Pero ha sido otro incombustible, Clint Eastwood, que en mayo cumplir¨¢ 82 a?os, quien ha desatado pasiones a causa de un anuncio de coches tambi¨¦n emitido en la media parte.
El actor y director se prest¨® a lanzar un mensaje de esfuerzo y esperanza auspiciado por la Chrysler. El anuncio quer¨ªa ser una empuj¨®n al optimismo desde Detroit, la ciudad fabricante de coches, para el pa¨ªs. Ante frases tan inequ¨ªvocamente patri¨®ticas como "pronto el motor de Am¨¦rica volver¨¢ a rugir de nuevo", nadie imaginaba que se convertir¨ªa en combustible para la pol¨¦mica ideol¨®gica.
Los republicanos m¨¢s radicales, teledirigidos por el locutor O'Reilly, han acusado al anuncio de ser propaganda de Obama, de transmitir sus valores y bendecir las pol¨ªticas de inyecci¨®n econ¨®mica desde el gobierno para desbloquear la recesi¨®n. Lo hacen contra un Eastwood, de ADN republicano, antiguo alcalde de Carmel y sus puestas de sol, que reconoce en p¨²blico que hace siglos que no vota a los dem¨®cratas, salvo en alguna ocasi¨®n para gobernador de California. Pero quiz¨¢ molesta a¨²n m¨¢s que en los ¨²ltimos tiempos y entrevistas, un conservador cl¨¢sico como ¨¦l insista en que la pol¨ªtica no debe entrometerse en el modo de vivir de las personas, y que prohibir el aborto o los matrimonios homosexuales, contradice el verdadero esp¨ªritu liberal. No parece que tirar piedras contra una roca como Eastwood sea la m¨¢s inteligente estrategia de quienes resumen su discurso en un solo principio: el odio a quien piensa distinto. El enconado combate ideol¨®gico persigue que la gente no pueda expresarse con libertad y condiciona cualquier discurso a la dicotom¨ªa, no ya de las dos Am¨¦ricas o las dos Espa?as, sino de los dos mundos. Nadie est¨¢ a salvo de las iras de los que decidieron que la raz¨®n les pertenece durante el tiempo que dure el partido, incluidos los intermedios.
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