Un icono de voz dulce en el pop
La cantante, superventas en los ochenta, representaba el triunfo de la mujer afroamericana
Cegados por el descomunal ¨¦xito de Beyonc¨¦ o Rihanna, tal vez, hoy, a los oyentes m¨¢s j¨®venes no les diga nada el nombre de Whitney Houston, que seguro que sus padres, t¨ªos, hermanos o primos mayores citar¨¢n con cara de sorpresa y posible tristeza. Tal vez, hoy, parezca una eternidad, pero hubo un tiempo en que Whitney Houston, fallecida esta madrugada a los 48 a?os, fue la gran estrella del pop mundial, allanando el camino a las actuales divas del pop comercial, que hacen pasar un espect¨¢culo de luces y contoneos por R&B y soul bailables. Porque sin Whitney Houston, seguramente, no se pueda entender las cimas millonarias que han conquistado la propia Beyonc¨¦ o Mariah Carey, entre otras.
En la era de la MTV, Houston fue una de sus superestrellas, a la altura de Michael Jackson o Madonna. Eso fue en los ochenta, cuando la famosa cadena televisiva cre¨® un nuevo concepto de consumir la m¨²sica a trav¨¦s de la imagen, marcando las preferencias de toda una generaci¨®n que se acercaba al pop y haciendo primar en muchos despachos el impacto de la est¨¦tica por encima del contenido art¨ªstico. Pero la cantante de Nueva Jersey no solo fue esa cara bonita, de mirada dulce y sonrisa luminosa, que despleg¨® todo su encanto en la pel¨ªcula, El guardaespaldas, junto a Kevin Costner. Su atractivo residi¨® en su m¨²sica durante muchos a?os.
A diferencia de las supermodelos del pop actual, tan explosivas en el muslo y el fogonazo, bas¨® su fulgurante ¨¦xito en su voz, la mejor de sus armas para dulcificar el g¨®spel que llevaba dentro y vestirlo para todos los p¨²blicos con su ropaje pop. Hija de Cissy Houston, cantante de g¨®spel que hizo coros para la Reina del soul, Aretha Franklin, y prima de Dionne Warwick, la maravillosa voz que en los sesenta trabaj¨® a las ¨®rdenes de los compositores Burt Bacharach y Hal David, Houston ten¨ªa la esencia de las mejores voces del soul. Aretha Franklin fue su madrina y muchos quisieron ver en este hecho un relevo generacional, m¨¢s cuando ambas ten¨ªan un estilo tan seductor, aunque hubo diferencias art¨ªsticas insalvables entre una y otra. Con su inigualable y portentosa garganta, Franklin lleg¨® a musa de la m¨²sica negra bajo los jazz¨ªsticos arreglos orquestales de su etapa en Columbia Records o la explosiva elegancia de sus a?os en Atlantic, mientras que Houston, una voz menos poderosa que se recreaba m¨¢s en su timbre amable, desarroll¨® su carrera al amparo de sintetizadores, bater¨ªas electr¨®nicas y comedidas baladas. Seguramente, cada una fue hija de su tiempo, y eso ya era un punto a tener en cuenta, aunque Franklin, todo sea dicho, tambi¨¦n termin¨® sucumbiendo a esas producciones.
Pero la ahijada dej¨® peque?o el ¨¦xito de su madrina. En 1987, su segundo disco Whitney fue el primero de una artista femenina en debutar en el n¨²mero uno de Billboard. Con discos como Whitney Houston (1985), Whitney (1987) o I¡¯m Your Baby Tonight (1990), la protagonista de El guardaespaldas fue m¨¢s que una gran vocalista, explotando mucho m¨¢s su imagen de nueva princesa. Era el contrapunto tierno e inocente a la chica independiente y provocadora que representaba Madonna, la otra musa de la era de la MTV. Una y otra abr¨ªan dos caminos diferentes hacia el aplauso mundial en el pop femenino. Porque, en el actual espect¨¢culo de divas, Lady Gaga, Shakira, Beyonc¨¦ o Christina Aguilera tuvieron en Madonna y Houston a sus dos grandes predecesoras, dos referencias absolutas de llegar al ¨¦xito con el valor de la imagen femenina, en sus diferentes medidas, como piedra angular.
La c¨²spide de su carrera lleg¨® a principios de los noventa. Antes que Madonna, Houston interpret¨® el himno nacional estadounidense en la final de la Super Bowl en 1991. Con su cinta en el pelo y su ch¨¢ndal, su actuaci¨®n es a¨²n muy recordada por la emotividad que impregn¨® a The Star-Spangled Banner. Esa imagen de superestrella que escond¨ªa una chica sencilla, capaz de hacer pasar una simple camiseta con unos vaqueros como el mejor de los conjuntos ante sus fans, fue siempre su punto fuerte. La m¨¢xima representaci¨®n de este aspecto p¨²blico lleg¨® con El guardaespaldas, cuya canci¨®n I Will Always Love You, original de la cantante country Dolly Parton y ganadora de un Oscar, ha pasado a la memoria colectiva como una de las bandas sonoras m¨¢s c¨¦lebres de la historia.
Houston representaba el triunfo de la mujer afroamericana media. De alguna manera, era como una versi¨®n femenina de Sam Cooke. Art¨ªsticamente, hab¨ªa trazado un puente fant¨¢stico entre el cerrado mundo del g¨®spel y el siempre adaptable y consumista del pop. Y socialmente, al igual que el cantante de Misisip¨ª, romp¨ªa barreras raciales y consegu¨ªa hechizar a un ampl¨ªsimo p¨²blico blanco con su voz y su presencia maravillosa. Era un s¨ªmbolo, que tuvo en la famosa presentadora Oprah Winfrey a su mejor confidente en una entrevista en 2009.
Lo parad¨®jico fue que Madonna, la chica mala, supo controlar su carrera mucho mejor que la buena de Houston, que descarrill¨® entre los excesos de las drogas y el alcohol y un desastroso matrimonio con el cantante Bobby Brown. Desde que se consagr¨® con El guardaespaldas, todo empez¨® a ir a peor, aunque mantuvo el tir¨®n comercial durante unos a?os hasta que los medios estaban m¨¢s pendientes de su decadencia y sus esc¨¢ndalos. De hecho, algunas revistas norteamericanas hac¨ªan c¨¢lculos de cuantas rayas de coca¨ªna pod¨ªa consumir al d¨ªa seg¨²n el dinero que gastaba en drogas. Todo esto era el pre¨¢mbulo hacia el pozo con discos intrascendentes y conciertos deficientes. El hechizo se hab¨ªa acabado.
Dif¨ªcil recordarlo, despu¨¦s de tantos a?os de sequ¨ªa y pol¨¦micas sentimentales, pero s¨ª, Whitney Houston estuvo en la c¨²spide. Fue una voz dulce que dio frescura a la m¨²sica pop y se convirti¨® en espejo de toda una generaci¨®n de j¨®venes superestrellas femeninas. Fue, sencillamente, un icono del ¨¦xito y la decadencia de la cultura norteamericana.
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