Obras de arte de 300 toneladas
Grafiteros de todo el mundo utilizan un cementerio de aviones en Arizona como museo
En pleno desierto de Arizona, el medio de ninguna parte (al menos en apariencia), se encuentra el museo Pima. El Pima no es un museo al uso, m¨¢s bien todo lo contrario: en primer lugar la mayor¨ªa de sus tesoros se encuentran al aire libre, repartidos en miles de metros cuadrados en lo que algunos considerar¨ªan una gran chatarrer¨ªa; en segundo lugar en sus instalaciones se pueden encontrar m¨¢s de 300 aviones de todas las ¨¦pocas, tama?os y estilos; y en tercer lugar -ojo al dato- los graffiteros son bienvenidos y su trabajo apreciado. Este lugar de culto para los amantes de la aeron¨¢utica podr¨ªa parecer a primera vista un cementerio donde los aviones de ayer y de hoy van a morir pero en realidad el Pima (uno de los museos dedicados a la aviaci¨®n m¨¢s grandes del mundo) es mucho m¨¢s ambicioso que eso. La prueba (inapelable) es el proyecto Boneyard, que empez¨® en 2010 de la mano de Eric Firestone y Carlo McCormack. Firestone, propietario de una famosa galer¨ªa en Long Island, y McCormack organizaban -por separado- todo tipo de eventos a lo largo de Estados Unidos hasta que un d¨ªa se dieron de bruces con esta bestia de arena en las entra?as de Arizona: un lugar donde gigantescas masas de metal yac¨ªan est¨¢ticas ante un espectador con caracter¨ªsticas muy determinadas que poco ten¨ªa que ver con el turista, el espont¨¢neo o el velocista. As¨ª fue como la pareja entr¨® en contacto con la direcci¨®n del museo en cuesti¨®n y les ofreci¨® una propuesta tan marciana que el Pima no tuvo m¨¢s remedio que aceptar: ?por qu¨¦ no traerse a un mont¨®n de artistas con sprays a aquel rinc¨®n del mundo y pedirles que les den una mano de pintura -es un decir- a los aviones?. Dicho de otra manera, ?por qu¨¦ no convertir aquello en una gigantesca obra de arte?.
THE BONEYARD PROJECT from viejas del mercado on Vimeo.
El museo dijo s¨ª y en unos meses m¨¢s de dos docenas de graffiteros (algunos cl¨¢sicos, otros novatos y alguna que otra leyenda) se desplazaron a Arizona para husmear, chequear y valorar las posibilidades de convertir aquellos titanes en algo con lo que pasar a la posteridad, una oportunidad ¨²nica para hacer algo distinto en un mundo regido por la uniformidad. Adem¨¢s, otros tambi¨¦n aceptaron acercarse al Pima, pero ante la imposibilidad de pintar un avi¨®n entero (algo que l¨®gicamente lleva una notable cantidad de tiempo) eligieron dedicarse a otras propiedades del museo: cascos, meg¨¢fonos y -lo m¨¢s interesante- bombas. As¨ª fue como lo que hab¨ªa empezado con una chifladura que uno suelta en una noche de fiesta se convirti¨® en uno de los proyectos del a?o en el agitado panorama art¨ªstico estadounidense. Al atractivo del precepto en s¨ª (bichos de 300 toneladas pintadas desde el morro a las alas en medio de un desierto) se uni¨® una lista de participantes de muchos quilates: Aiko, Peter.
Dayton, Shepard Fairey, Futura, How & Nosm, Mare, Tara McPherson, Richard Prince, Lee Quinones, Saner, Kenny Scharf y JJ Veronis decoraron distintas partes de aviones y parafernalia militar. Algo que tambi¨¦n hicieron Colin Chillag, Crash, Daze, Daniel Marin Diaz, Tristan Eaton, Jameson Ellis, Ron English, Faile, Eric Foss, Mark Kostabi, Lisa Lebofsky, El Mac, Alex Markwith, Walter Robinson, Hector Ruiz, Randy Slack, Ryan Wallace y Eric White entre muchos otros. Tres Douglas DC-8, un C97 y un C45 fueron customizados en su totalidad y el mismo destino corrieron algunos de los 125.000 artefactos a¨¦reos que se guardan en las arcas del museo.
Para que no hubiera dudas de que la cosa iba en serio se contrat¨® a Med Sobio, un comisario independiente y experto en graffiti y street-art y a Lesley Oliver, del museo de arte contempor¨¢neo de Scottsdale, uno de los tipos m¨¢s conocidos en la escena de Arizona por lo que respecta al mundo del arte y la conexi¨®n local con el proyecto.
El resultado, dejando de lado la magnificencia y tama?o de las obras de arte, ha sido un impresionante aumento de los visitantes al espacio adem¨¢s de una marea de publicidad que lleg¨® de la mano de los medios de comunicaci¨®n de todo el mundo que se interesaron por la exposici¨®n. De momento, y si en 2011 la prueba piloto tuvo un ¨¦xito en gran parte inesperado, 2012 ha doblado el n¨²mero de artistas invitados y se ha extendido a m¨¢s piezas y terrenos, ocupando varias hect¨¢reas del Pima. Y esto por algo que empez¨® en 2010, cuando -a modo de prueba- el artista brasile?o Nunca, decor¨® el morro de un DC3, siguiendo aquella tradici¨®n estadounidense de la II Guerra Mundial denominada nose art, donde pilotos e ingenieros decoraban la nariz del aeroplano. Cincuenta artistas despu¨¦s, el proyecto Boneyard sigue m¨¢s vivo que nunca: hasta mayo (la exposici¨®n arranco el 28 de enero de este mismo a?o) todo aquel que quiera admirar las mayores obras de arte jam¨¢s concebidas puede acercarse al 6000 de Valencia Road en Tucson. Huelga decir que la visita valdr¨¢ la pena.
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