El instinto del paladar
Esta Crisis es, en cuanto calamidad gigante, un cementerio sin lindes donde los muertos vuelan ya. Muertos y enfermos, inv¨¢lidos y desamparados, part¨ªculas rotas y desintegradas del mont¨®n.
La generalidad del mundo occidental que sufre este embate adquiere la apariencia de un cosmos o esfera en descomposici¨®n cuyos componentes desaparecen como cenizas unos, y otros se desgajan del conjunto, salen del sistema y evolucionan errabundos en busca de una nueva identidad.
En el mundo de la cultura se detecta cada vez m¨¢s esta evoluci¨®n del sistema decadente. Los bloques que formaban parte del universo cultural, desde la escritura a la arquitectura, desde la m¨²sica a la moda, van deshaci¨¦ndose del conglomerado Cultura para adquirir una vida aislada, no muy pr¨®spera pero independiente del sistema que antes la reun¨ªa como un pe?¨®n social.
Ahora se puede ser culto en numerosas materias que jam¨¢s se enunciaron en la escuela. Pero, a la vez, no se es m¨¢s culto hoy con m¨¢s libros, m¨¢s sinfon¨ªas o m¨¢s pinacotecas en la memoria. La memoria, paralelamente, ha quedado descalificada. Y no porque no contribuya a establecer relaciones y a gozar de los recuerdos m¨¢s hermosos, sino porque se ha dejado almacenar artificialmente y hoy vale m¨¢s un Google que mil nemotecnias a disposici¨®n. Toda nuestra Historia fue destilando memorias y ahora, sin embargo, su miel enfrascada como una compota, se colmata en los dep¨®sitos de no se sabe qu¨¦.
De este modo, pues, no se es m¨¢s culto acumulando m¨¢s saber. En verdad, no cabe hablar de alguien culto o ¡°de peso¡± puesto que la blenda cultural se ha dispersado entre millones de emisores y millones de receptores como una metralla sin fin.
Ser culto fue un concepto plenamente est¨¢tico, acorde con tiempos de meditaci¨®n. Pero ahora, presentarse como alguien culto evoca al due?o de una caja de plomo donde se hacina un conocimiento s¨®lido y dif¨ªcil de desplazar.
En vez de culto, el individuo vale m¨¢s en cuanto es un creativo. Puede que sea m¨¢s creativo gracias a lo que aprendi¨® anteayer pero ni un paso m¨¢s. En cuanto el creativo hunde sus inspiraciones en profundidades filos¨®ficas, por ejemplo, sus proyectos huelen a naftalina y no debe descartarse que lo despidan del cargo.
Ser un valioso creativo conlleva ser un din¨¢mico, veloz y provisto de una elasticidad que le permita cambiar sin rendir mucho tributo a lo convencionalmente adquirido. Efectivamente, la cultura pudo tenerse por una sagrada convenci¨®n pero se trataba, adem¨¢s, de un monumento sagrado. Todos los feligreses que parec¨ªan m¨¢s doctos en cuanto m¨¢s cultura ten¨ªan fueron tambi¨¦n los mayores dignatarios en sus Iglesias respectivas.
Lo culto aupaba. ?Puede ser, entonces, que ahora lo culto achaparre? Puede ser. Porque hall¨¢ndose el saber repartido por los supermotores de b¨²squeda que lo encuentran enseguida todo, hallarse perdido no es tanto la ignorancia de las grandes verdades como el desconocimiento del dispositivo clave.
La moda, la novela, el cuadro, la pel¨ªcula van desprendi¨¦ndose de la masa culta y de sus casas matrices para aglutinarse en el contenedor del entertainment. Mientras la esfera cultural de tradici¨®n va qued¨¢ndose pues sin contenido real, aumentan los departamentos de creaci¨®n que juntos, cada uno a su aire, cada uno sin definici¨®n cabal construyen (creativamente) el nuevo ¨¢mbito del placer intelectual. Un gozo que carece de firme direcci¨®n y nombres propios. Un disfrute desordenado y ligero, al fin, que, como ocurre en la cocina de fusi¨®n, posee sabor variante, sorprendente y desconocido. Un sabor del saber que jam¨¢s habr¨ªa so?ado hace poco el alma pura, la libido m¨¢s encarnada y el amarillo instinto del paladear.
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