Cerebros
Qu¨¦ dir¨ªa Hecht del serial de la Pantoja en Telecinco y sus cinco horas ininterrumpidas de debate entre realidad y ficci¨®n
Ben Hecht, m¨ªtico guionista de Hollywood, es actualidad por la preciosa edici¨®n de My Story, memorias que escribi¨® con la voz de Marilyn Monroe. No se publicaron en su d¨ªa porque las filtraciones previas a la prensa molestaron a la actriz. Hecht fue periodista de corrosiva inteligencia en el Chicago de los 20. Capaz de escribir art¨ªculos como Hegel: el hombre que mat¨® a Dios de aburrimiento, consideraba que la radio comercial norteamericana se herman¨®, nada m¨¢s nacer, con la industria del cine ¡°en el negocio de vaciar los cerebros de Norteam¨¦rica¡±.
Llegada la televisi¨®n quiso utilizarla y hasta grab¨® un m¨ªtico programa de entrevistas, que ojal¨¢ se recuperara, pero no dej¨® de lamentar que instrumentos tan delicados cayeran en manos tan zafias. Qu¨¦ dir¨ªa Hecht del serial de la Pantoja en Telecinco y sus cinco horas ininterrumpidas de debate entre realidad y ficci¨®n. La cadena convoc¨® a la dolida mujer de aquel alcalde corrupto de Marbella para comentar la emisi¨®n. Lo hizo con espasmos ante las escenas de sexo, como si las infidelidades del pasado se las estuvieran cometiendo a la cara. Pese al endulzamiento del relato, que exhib¨ªa el esplendor de una actriz con 21 a?os menos que la Pantoja cuando tuvo lugar esa pasi¨®n televisada, lo doloroso para ella de esas veladas de viagra y vino tinto era gozoso para los espectadores. Y a¨²n se le sirvi¨® otro plato suculento, un informe de detectives privados donde se analizaba si en el pasado hab¨ªa sido puta, con conclusi¨®n negativa. Aunque el detective, que intervino por tel¨¦fono, record¨® que lo que rastreaban era el dinero que presuntamente desviaban de fondos p¨²blicos. Pero el delito no importa...
El canal exprime en conchabeo, y con r¨¦ditos millonarios, esta saga de corrupci¨®n y amor¨ªos desde que cedi¨® su espacio a Jes¨²s Gil y Gil, con caballo y azafatas de jacuzzi, en los tiempos fundacionales de la emisora. Lo que sorprende es la importancia que los dem¨¢s medios concedemos a la emisi¨®n, como si estuvi¨¦ramos ante un fen¨®meno audiovisual digno de atenci¨®n, corriendo a expandir la idea, tan da?ina, de que lo rid¨ªculo es trascendental. Esa actitud seguidista es la m¨¢s peligrosa aliada en el negocio de vaciarle el cerebro a los espa?oles.
Babelia
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