Al otro lado del mapa del tiempo
Pocas veces se ha dado, como con Joaqu¨ªn Vidal, una conjunci¨®n tal entre lectores, espectadores y un periodista
Desde el primer domingo de marzo al ¨²ltimo de octubre hab¨ªa toros en Las Ventas. Cada lunes repet¨ªa el mismo ritual. Tomaba el peri¨®dico y lo empezaba por el final, buscando la cr¨®nica al otro lado del mapa del tiempo.
El grupito de amigos de la andanada del 7 nos fij¨¢bamos en sus movimientos como si fuese una parte m¨¢s de la corrida. Que tomaba el cuaderno, ¡°eso es que ma?ana se pone t¨¦cnico¡±, soltaba el m¨¢s enterado. ¡°La que le va a caer a este¡±, dec¨ªa otro cuando un torero dudaba. Lo que al principio parec¨ªa una quiniela, un puro azar, se convirti¨® en un v¨ªnculo entre un grupo de chavales y el cronista de EL PA?S, Joaqu¨ªn Vidal. Tan temido por el oficialismo taurino como amado por los profesionales de pasar por taquilla.
Diez a?os despu¨¦s de dar el ¨²ltimo adi¨®s a Vidal, la afici¨®n se siente hu¨¦rfana tras la p¨¦rdida de un cr¨ªtico, su cr¨ªtico, que supo tomar el pulso de la plaza m¨¢s exigente y caprichosa del mundo, la que da y quita, la que roba el sue?o y ayuda a alcanzarlos. Pocas veces se ha dado una conjunci¨®n tal entre lectores, espectadores y un periodista al que se le dio el trato de maestro en vida, de guardi¨¢n de la pureza y la integridad en tiempos de pegapases y ventajistas.
Se fue su pluma, pero queda el recuerdo en forma de cr¨®nicas, colmadas con un humor y una manera de ejercer la cr¨ªtica que no se repetir¨¢. Nadie ha sido capaz de traspasar la frontera del aficionado, de conseguir que todos, hasta los antis, lo leyeran con devoci¨®n. Nunca los c¨ªrculos conc¨¦ntricos del ruedo dar¨¢n tanto de s¨ª.
Han pasado dos lustros y nadie olvida que tras la previsi¨®n del tiempo, con sus soles y sus paraguas, se encontraba esa delicia que empezaba con una ficha detallada, con sus avisos y pinchazos. A partir de ah¨ª comenzaba el mejor momento del d¨ªa. Se pod¨ªa encontrar desde un an¨¢lisis certero de la colocaci¨®n del torero, de los terrenos del toros, a una disecci¨®n de la bravura pasando por las aventuras de un don Mariano que cuando ve¨ªa torear sub¨ªa desde la plaza hasta Manuel Becerra dando pases de pecho al personal. O las ocurrencias del Ronquillo. O la masacre contra la acorazada de picar. O las desventuras de la tumbacristos. Porque, si no pasaba nada destacado en lo estrictamente taurino, siempre hab¨ªa alg¨²n cabestro rijoso cuyas andanzas daban para una cr¨®nica de principio a fin.
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