?El grito¡ de aburrimiento!
"Causas hab¨ªa suficientes para lanzar un alarido desesperado ante el sopor insoportable que provocaron los toros de El Ventorrillo"
En el silencio de la tarde, all¨¢ en las postrimer¨ªas del segundo toro, un grito profundo, desgarrado, largo y terror¨ªfico reson¨® con fuerza y rompi¨® el ambiente. Surgi¨® de la garganta de una mujer situada en el tendido uno, y el vecindario, asustado, se levant¨® como un resorte temiendo lo peor. Las asistencias de la Cruz Roja surgieron de las profundidades de los pasillos maestrantes alteradas por lo que ten¨ªa tintes de tragedia. La plaza entera qued¨® por unos momentos desconcertada por esa sorpresa may¨²scula que nunca se hab¨ªa o¨ªdo entre estas paredes. Y pronto comenzaron las conjeturas. Un vecino sin relaci¨®n alguna con la sanidad sentenci¨® muy serio: ¡®Eso ha sido una colapso¡¯. Pero no lo parec¨ªa, porque la se?ora segu¨ªa viva. Y otro rumor se extendi¨® como la p¨®lvora: ¡®Ha debido ser un s¨ªncope ante la visi¨®n del puntillero¡¯. Ciertamente, el grito ensordecedor coincidi¨® con la labor de Llaverito, que as¨ª se apoda el subalterno tercero de Fandi?o, que trataba de apuntillar al toro ya claudicado. Y entre los comentarios propios de hecho tan extra?o, un aficionado que hab¨ªa permanecido callado levant¨® la voz y dijo: ¡®Eso es que la se?ora estar¨ªa aburr¨ªa¡¡¯
No se supo, al final, el motivo cierto de aquella viva representaci¨®n de El grito de Munch, pero causas hab¨ªa suficientes para lanzar un alarido desesperado ante el sopor insoportable que provocaron los toros de El Ventorrillo, muy blandos, muy mansos y muy descastados.
As¨ª las cosas, los toreros no encontraron material para el triunfo y sufrieron el contagio habitual en tales casos: ellos tambi¨¦n se afligen, se les nublan las ideas y se muestran incapaces de cambiar el signo de una tarde que, desde el primer toque de clar¨ªn, se pleg¨® a las directrices del hast¨ªo.
Buen cartel de toreros sobre el papel. Tres hombres con razones y condiciones para el triunfo. Pero sus ilusiones se diluyeron; y quedar¨¢ para siempre la duda si ante esos toros se puede hacer m¨¢s que los intentos bald¨ªos de la terna.
El Ventorrillo / Urdiales, Fandi?o, Fortes
Cinco toros de El Ventorrillo, -el cuarto como sobrero-, correctos de presentaci¨®n, mansos, muy blandos y descastados. El sexto, segundo sobrero, de Montealto, manso y descastado.
Diego Urdiales: estocada y un descabello (silencio); pinchazo, casi entera -aviso- (silencio).
Iv¨¢n Fandi?o: estocada (silencio); estocada -aviso- (ovaci¨®n).
Jim¨¦nez Fortes: pinchazo, media estocada -aviso- y dos descabellos (silencio); estocada -aviso- y cuatro descabellos (silencio).
Plaza de la Maestranza. 19 de abril. Octavo festejo de abono. Media entrada.
Quiz¨¢, no ser¨ªa justo decir que Urdiales decepcion¨® las expectativas. Pero se esperaba m¨¢s de este torero aguerrido y dominador. Transmiti¨® una imagen de frialdad y conformismo, como si hubiera tirado la toalla. Reserv¨®n e incierto fue su primero, y dificultoso el cuarto. A ninguno de los dos le cogi¨® el aire, ni el torero dijo nada de inter¨¦s
Fandi?o hizo un esfuerzo por agradar, pero tampoco lo consigui¨®. Muy soso su primero y de corto recorrido el otro, al que rob¨® un par de naturales con hondura.
Y se presentaba el malague?o Jim¨¦nez Fortes, valiente, ilusionado y pesado, tambi¨¦n, y aspirante a coger el trono de coleccionista de avisos. El tercero se raj¨® pronto, y el torero se arrim¨® de verdad. En el sexto, otro dechado de soser¨ªa, porfi¨® hasta el cansancio, y de milagro no se escuch¨® otro grito desgarrador.
Urdiales capote¨® bien por delantales; Fandi?o se luci¨® por gaoneras y a la ver¨®nica; y Fortes dibuj¨® dos chicuelinas y una media excelente. Los ¨²nicos motivos para cambiar el semblante.
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