Un garbanzo gigante en una 'mobylette'
¡®De milagros y maravillas¡¯ provoca una sensaci¨®n muy parecida a la de ahuecar una almohada
Un momento para la reflexi¨®n. ?Por qu¨¦ llevamos a?os diciendo la Velvet Underground (que es terciopelo subterr¨¢neo, masculino) y los Talking Heads (que son cabezas parlantes, femenino)? Me encontr¨¦ pensando en eso mientras ve¨ªa De milagros y maravillas y, en justa correspondencia, sucedi¨® uno (o una): vi brotar entre su follaje el esp¨ªritu de los Talking Heads, leve y feliz como la sonrisa del gato de Cheshire.
Ernesto Collado me hab¨ªa dicho: ¡°Es un inventario de cosas buenas en un tiempo saturado de mediocridad y malos augurios. Inventario viene de inventar. Cosas de las que no sabemos nada pero nos gustan mucho, y cosas sobre las que no estamos muy seguros pero nos hacen gracia¡±. Bien, as¨ª habla ¨¦l. Tampoco es f¨¢cil resumir una funci¨®n que comienza con el rabo de una pera como puerta de entrada a la segunda realidad de Heisenberg. O que ha detectado el hermanamiento entre mecheros y bolis BIC a la hora de perderse en los pliegues cu¨¢nticos. A m¨ª me resulta m¨¢s sencillo decirles que De milagros y maravillas provoca una sensaci¨®n muy parecida a la de ahuecar una almohada. Es un espect¨¢culo familiar y una empresa familiar, porque, hartos de trabajar en la granja de Maggie, todo se lo guisan Ernesto Collado y su mujer, m¨¢ximos representantes de la Fundaci¨®n Collado & Van Hoestenberghe, muy justamente autocalificada como ¡°Asociaci¨®n con ¨¢nimo¡±, y que no decaiga. DMYM es, ahora que lo pienso, una invitaci¨®n a pensar lateralmente. Lema posible, digno de Macedonio Fern¨¢ndez, o de Queneau (que s¨ª): ¡°?Lo fundamental no ser¨¢, a veces, una funda mental?¡±. Hay un momento, puro Macedonio (o macedonia), en el que Collado habla de que una parte del espect¨¢culo era la lectura de un ensayo de Montaigne, ¡°pero no funcionaba porque no lo le¨ªa en voz alta para no influenciar al espectador. De hecho, solo funcion¨® en Jap¨®n. Tomaron muchas notas¡±.
Volvamos a los (o las) Talking Heads y su esp¨ªritu. Collado sale a escena con camisa abotonada hasta el cuello, ojos taladrantes, ¨¢vidos, maravillados (s¨ª, los lleva puestos) y, en una palabra, infantiles, y orejas forradas de celo (¨ªdem) porque padece, dice, desprendimiento de l¨®bulos: puro David Byrne. Luego se calza un Stetson y propone un ejercicio: levantarse por la ma?ana y decidir hacerlo todo como John Wayne. Ah¨ª brota, inequ¨ªvoco, el aire ¡°gratis y fresco¡± de True stories, la misma mirada (¨¢vida, maravillada, puesta) sobre el mundo y las cosas. Por su parte, B¨¢rbara van Hoestenberghe canta canciones infantiles que no lo parecen (o viceversa) y toca teclado, guitarra el¨¦ctrica, viol¨ªn y xil¨®fono con la falsa ingenuidad de Tina Weymouth.
Javier Tomeo la hubiera calificado de falsa miope, y es que padece un caso de dioptr¨ªa universal: todas las gafas, dice, le van bien, como a Pau Riba, lo que equivale a decir que su mirada es m¨²ltiple. Pero hay m¨¢s Talking. Gran momento TH: cuando nos deleitan con una suprema muestra de ¡°baile endorf¨ªnico¡± y danzan como danzaban Byrne y Weymouth y toda la banda en Stop Making Sense.
Yo vi al gato de Cheshire, pero Collado ha visto a Dios. Dios, nos cuenta, era un garbanzo gigante montado en una mobylette, que le exhort¨® a seguir predicando el optimismo a los gentiles. Los Allman Brothers tambi¨¦n lo vieron, en los sesenta, y lo mostraron en la portada de Eat a peach: all¨ª era un melocot¨®n gigante en una camioneta, pero para el caso es lo mismo. La diferencia es que Ernesto Collado no necesita ¨¢cido. Ni Barbara van Hoestenberghe. ?C¨®mo va a necesitarlo, con ese apellido? De milagros y maravillas ha ido de gira por media Espa?a (y medio extranjero), pero yo no lo (o la) vi hasta la otra noche, en L¡¯Antic Teatre. Gran noche. Bar al aire libre, aire de casino de pueblo en verano. Solo faltaba una hilera de luces a modo de guirnalda. O sea: que no hagan como yo. Si ven el anuncio junto a su casa, no tarden tanto.
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