La pr¨®xima Feria del Libro ser¨¢ viral
Leo los imaginativos e inteligentes comentarios de mis colegas escritores sobre el destino de la Feria de Madrid y me hace pensar en que nunca habr¨ªamos llegado a este punto si el punto hubiera engordado en lugar de enflaquecer. Las ideas que se proponen para la transformaci¨®n de la Feria son las que se derivar¨ªan de una conferencia de m¨¦dicos a prop¨®sito de un enfermo en fase grave o terminal. No significa que le enfermo vaya a morir ya, lo significativo viene a ser que esa Feria llena de gozo y esplendor durante d¨¦cadas se halle en una fase de desfallecimiento que hace temer sobre su evoluci¨®n.
Mi impresi¨®n, sinceramente, es que deb¨ªa ser convertida, al menos, en una feria de dos especialidades. Una destinada a los ni?os, libros parvularios, ilustrados y con fantas¨ªas para entretener a la puerilidad, y otra ocupada por aquellos autores capaces de crear colas multitudinarias y generar el famoso espect¨¢culo de la multitud. En uno y otro caso no habr¨ªa de faltar el p¨²blico, base del ¨¦xito. En el primero de los apartados, a los ni?os los acompa?ar¨ªan parientes que hallan en el regalo una esperanza de inducirlo a la lectura, supuestamente un bien en s¨ª.
La magia que conlleva el autor de alt¨ªsimo culto es superior a su cualidad de escritor, evidentemente
En cuanto al segundo, autores que producen colas y gran entusiasmo entre la poblaci¨®n, nos hallar¨ªamos en un caso de distinta naturaleza pero de apariencia similar. El autor atrae a sus lectores como ni?os o parientes, los convoca como devotos y van tras su firma promoviendo diferentes especies de la imaginaci¨®n. Ese autor ante el que se agolpa la muchedumbre no es s¨®lo un escritor sino adem¨¢s un mago. Lo mismo que los personajes de los cuentos infantiles, llenos de magos, llaman especialmente la atenci¨®n por la quimera que suscitan.
La magia que conlleva el autor de alt¨ªsimo culto es superior a su cualidad de escritor, evidentemente. No quiere esto decir que el autor posea pocos m¨¦ritos en sentido estricto o los posea como un aderezo de todo los dem¨¢s. Sencillamente significa que su imagen va apart¨¢ndose simb¨®licamente de la literatura en proporci¨®n directa a la promiscuidad de la cola.
Como en los cuentos infantiles, el personaje encantado se encuentra all¨ª. Plasmado en cuatricrom¨ªa sobre las p¨¢ginas del cuento y se encuentra tambi¨¦n en 3D expuesto en la caseta editoral de la Feria.
Pero otro sector m¨¢s, de las a¨²n llamadas ferias del libro, podr¨ªa nutrirse de la clase de escritores que ni fu ni fa. Que ni despiertan el entusiasmo de las masas ni se convierten en figuras de los sue?os de los lectores. Son escritores sinceros o no, honesto u oportunistas. Todos dignos. Unos buenos, otros, malos. Otros ni fu ni fa.
Este tercer sector reunir¨ªa a escritores unidos por el fen¨®meno de no vender grandes sumas de ejemplares aunque que juntos formen grey. Son compa?eros del oficio de escribir y todos iguales en el trance de querer gustar. La diferencia respecto a las otras dos categor¨ªas es que el posible encandilamiento sobre los lectores no alcanza en ellos ni la dimensi¨®n del rel¨¢mpago, ni de la masclet¨¢. Escritores modestos ante lectores humildes. Profesionales, ocasionales o no, que cuentan con lectores, circunstanciales o no.
De este modo la estructura ferial ser¨ªa algo m¨¢s coherente. Frente al batiburrillo de la actual Feria del Libro de Madrid compuesta por personajes de todo orden se impondr¨ªa otro modelo m¨¢s n¨ªtido. El visitante podr¨ªa escoger con fundamento entre esto o aquello, con plasticidad y libertad. Las grandes colas act¨²an hoy como lazos contagioso y los libros infantiles m¨¢s celebrados como aros invisibles.
La Feria del futuro no se hallar¨ªa tan condicionada por estos dos grandes imagos contagiosos. Los escritores se dar¨ªan la mano, sin aspavientos, son sus sosegados lectores. Y la escritura, de consideraci¨®n cada vez menor, recibir¨ªa la genuina consideraci¨®n de su probables dioses menores. Dioses grandes pero tan diminutos como viene a ser el artesano oficio de, letra tras letra, dedicarse a escribir.
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