Premio a la verdad
Urdiales, Ferrera, Aguilar. La corrida de Victorino Mart¨ªn, de vuelta a su casa despu¨¦s de dos a?os de ausencia, mantuvo el inter¨¦s con un aprobado alto
La corrida de Victorino Mart¨ªn, de vuelta a su casa despu¨¦s de dos a?os de ausencia, mantuvo el inter¨¦s con un aprobado alto, a pesar de que predomin¨® la mansedumbre, la soser¨ªa y la falta de clase. Pero hubo toros, y algunos metieron la cara y vendieron a alto precio sus vidas.
Claro que eso se nota cuando hay un torero en la plaza que llega con las alforjas llenas de ilusi¨®n, el coraz¨®n henchido de valor y con la firme disposici¨®n de jugarse la vida para ganar la gloria. Solo as¨ª se obliga a los toros a dar todo lo que llevan dentro, si es que albergan algo en su interior, a romperse ante el pundonor del torero que les hace frente y a reconocer la victoria de quien viene a triunfar y triunfa a pesar de todo.
Toros de Victorino Mart¨ªn, correctos de presentaci¨®n y juego desigual; primero y tercero, encastados; desclasado y peligroso el segundo; mansos y sosos cuarto y quinto; manejable el sexto.
Antonio Ferrera: -aviso- dos pinchazos y estocada ca¨ªda (palmas); metisaca, cuatro pinchazos ¨Caviso- y bajonazo (silencio).
Diego Urdiales: pinchazo, media en los bajos ¨Caviso- y estocada (silencio); pinchazo y estocada ¨Caviso- (silencio).
Alberto Aguilar: estocada (oreja); media y dos descabellos (vuelta al ruedo).
Plaza de las Ventas. 8 de junio. Tercera corrida de feria. M¨¢s de tres cuartos de plaza.
Eso fue, m¨¢s o menos, lo que ocurri¨® ayer con Alberto Aguilar, un hombre que no est¨¢ en el circuito de las grandes ferias, que torea poco, pero que tiene un valor que asusta, una ambici¨®n sin l¨ªmites y, es m¨¢s, un hondo concepto del toreo.
Brind¨® al p¨²blico la muerte de sus primer toro, blando de remos, que no presagiaba nada bueno en la muleta. Se dobl¨® con ¨¦l en el inicio y el animal recortaba el viaje; pero plant¨® las zapatillas el tal Alberto, le mostr¨® la muleta planch¨¢, y dijo que de all¨ª no se mov¨ªa. Y se pas¨® al toro por el lado derecho muy cerca de la taleguilla, con una desmedida ambici¨®n de ganar la pelea a un animal que le plant¨® cara y no parec¨ªa dispuesto a dejarse ganar la pelea. Aguant¨® el torero tarascadas cuando lo pasaba con la mano izquierda, de esas que te quitan de enmedio, pero convenci¨® a su oponente que el mando era suyo. Era evidente que se estaba jugando la cogida, que parec¨ªa inminente la voltereta, pero ah¨ª segu¨ªa seguro, firme, con el arrojo y la raza de los toreros heroicos. Y, al final, con la plaza ya conmovida por su poder¨ªo, convenci¨® a todos, al toro el primero, de que la victoria era suya. Unos ayudados finales pre?ados de torer¨ªa fueron el preludio de una gran estocada y de la oreja ganada a ley que pase¨® entre la aclamaci¨®n popular.
Y este Alberto Aguilar es peque?o de estatura, no se le reconoce si se le ve por la calle, pero ayer fue el espejo del diestro grande y poderoso, capaz de someter a un toro que plantea dificultades y erigirse en vencedor. Y esa merecida oreja fue el premio a la verdad; a la verdad del valor, del poder¨ªo, del arrojo y el pundonor de los toreros aut¨¦nticos.
Pudo repetir la haza?a en el sexto, que tampoco ofreci¨® facilidades, pero tard¨® mucho, quiz¨¢, en convencerse de que el pit¨®n izquierdo era el bueno; cuando cay¨® en la cuenta se cruz¨® al pit¨®n contrario y dibuj¨® varios naturales de excelsa categor¨ªa. Media estocada y dos descabellos enfriaron los ¨¢nimos, pero ah¨ª qued¨® la gesta de un valiente artista.
OVACI?N: Alberto Aguilar tuvo ayer entreabierta la puerta grande por su contrastado valor, su ambici¨®n y su honda concepci¨®n del toreo.
PITOS: Las reconocidas facultades de Ferrera no sirvieron para que colocara un solo par de banderillas asom¨¢ndose al balc¨®n.
El peor lote fue para Urdiales, que aguant¨® estoico la p¨¦sima condici¨®n de su primero y se meti¨® entre los pitones del descastado quinto.
Y Ferrera se encontr¨® con el primero de la tarde, que fue de menos a m¨¢s; reserv¨®n en los inicios de faena, y largo, humillado y fijo en su embestida despu¨¦s. Alguna tanda result¨® meritoria, pero mientras el animal arrastraba el hocico, el torero no fue capaz de caldear el ambiente con su toreo despegado. Aplomado fue el cuarto, y a los dos los banderille¨® a toro pasado, y mat¨® de fea manera.
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