Picasso, de su pu?o y letra
?La ¨²ltima obra del pintor malague?o? Una pluma en edici¨®n limitada que cuesta 29.000 euros
Pablo Picasso tambi¨¦n escrib¨ªa, aunque a menudo se olvide. Como sucede con los grandes genios, desbordan los g¨¦neros y las disciplinas. Desde El deseo atrapado por la cola, la m¨¢s conocida de sus piezas literarias, pasando por Las cuatro ni?itas o el curioso artilugio mezcla de espect¨¢culo y diario ¨ªntimo que es El entierro del conde de Orgaz, por citar s¨®lo algunas, forman un corpus considerable, hasta el punto de que Gallimard edit¨® los ?crits de Pablo Picasso, en edici¨®n biling¨¹e, seg¨²n los textos hubieran sido escritos en franc¨¦s o en espa?ol. No es de extra?ar que, Montbanc, el fabricante de instrumentos de escritura por excelencia, le haya dedicado una de sus plumas estilogr¨¢ficas de coleccionista, que se suma a las Salvador Dal¨ª, Joan Mir¨® o Antoni Gaud¨ª.
La pieza, de la que se han realizado 91 ejemplares (los a?os que vivi¨® el pintor malague?o) tiene una estructura especialmente heterodoxa. A diferencia de las estilogr¨¢ficas cl¨¢sicas en las que el capuch¨®n es el elemento secundario que sirve, en algunos casos para hacer de contrapeso de la pluma cuando se escribe, en esta ocasi¨®n lo que manda, por tama?o y concepci¨®n es el capuch¨®n. El doble de grande que la pluma de laca negra, que asemeja los l¨¢pices que usaba el pintor, el capuch¨®n de oro 750 recoge un texto sacado del dibujo Portrait de la jeune fille, de 1936, en el que el artista describe el dibujo que est¨¢ haciendo. En la plumilla, que puede verse a trav¨¦s de una apertura en el capuch¨®n, est¨¢ grabada la plabra ojo, tal y como Picasso la dibujaba.
Adem¨¢s de la mencionada edici¨®n de 91 ejemplares, que pese a venderse al no muy m¨®dico precio de 25.200 euros; otra edici¨®n a¨²n m¨¢s limitada (s¨®lo 39 ejemplares) realizada en oro gris para homenajear el uso que Picasso hizo del cemento en sus obras 1939, se vende a 41.000 euros la unidad.
Para la presentaci¨®n en Barcelona, Montblanc invit¨® a una vieja amiga del pintor, Luc¨ªa Bos¨¦, que record¨® infinidad de an¨¦cdotas de aquel hombre ¡°que te desnudaba con la mirada¡±, que le serv¨ªa ¡°sopa higi¨¦nica¡± por las noches, y que le hizo comer huevos de golondrina de 200 a?os que le acababan de regalar y que ¨¦l aun no hab¨ªa probado. Claro que tambi¨¦n, en una ocasi¨®n, hizo que Jacqueline, su ¨²ltima mujer, se desprendiera de un brazalete de Herm¨¦s, para entreg¨¢rselo a ella como regalo.
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