El evangelio ¨¢rtico seg¨²n Bj?rk
La apuesta intimista de la artista deja fr¨ªo al p¨²blico de su ¨²nico recital en Espa?a
Su m¨²sica parece nacer del aislamiento total. Como si al construirla ¨²nicamente la rodease el cielo del norte y de la tierra inh¨®spita que hay a pocos kil¨®metros del C¨ªrculo Polar ?rtico. Las met¨¢foras, y los t¨®picos, se agolpan cuando la islandesa Bj?rk (Reikiavik, 1965) expone su m¨²sica sinuosa y como arrancada de un cristal helado. Anoche en Santiago de Compostela ¡ªsu ¨²nica parada en Espa?a tras anular, por un problema de garganta, conciertos en Oporto y Barcelona¡ª, son¨® a criatura boreal y mostr¨® que lo suyo hace ya muchos a?os que ha escapado de los convencionalismos.
Biophilia, su s¨¦ptimo elep¨¦, publicado el a?o pasado, centr¨® el repertorio de Bj?rk. Hace ya 10 a?os, tal vez desde aquel hermoso y herm¨¦tico Vespertine, que sus canciones adelgazan, abandonan patrones r¨ªtmicos mec¨¢nicos y se abandonan a una suerte de melod¨ªa sin retornos, con escasos o muy ocultos estribillos, y donde la voz manda sin contestaci¨®n. Un coro de 14 mujeres n¨®rdicas, tambi¨¦n empleadas a modo de cuerpo de danza, reforz¨® ayer esta suerte de gospel ¨¢rtico en que ha convertido su sonido en vivo. Un bater¨ªa centrado en los tambores electr¨®nicos y un encargado de teclados, samplers y otros aparatos, pusieron la carne instrumental. Tres enormes pantallas proyectaron v¨ªdeos que conven¨ªan a la canci¨®n, en ocasiones abstractos, en ocasiones con extra?os aires new age.
Entre el p¨²blico, repartido en la inh¨®spita y fara¨®nica Cidade da Cultura, cinco mil personas no cumplieron las expectativas de aforo de la organizaci¨®n. La Xunta de Galicia hab¨ªa puesto a la venta 7.000 entradas, a 40 euros, en uno de esos actos que la Administraci¨®n ha programado para intentar colocar el macrocomplejo ideado por Manuel Fraga en el circuito cultural europeo. Pero la trama no lineal de su m¨²sica o la eliminaci¨®n del acento dance de sus primeros discos seguramente ped¨ªan un auditorio a cubierto y con asientos.
Bj?rk, que una vez funcion¨® de musa de cierta posmodernidad a¨²n procediendo de familia obrera con militancia sindical, se reserv¨® el material que la hizo viajar m¨¢s all¨¢ de su isla-pa¨ªs de 300.000 habitantes para el tramo final. One day o Declare Independence, de cuando la cantante cruzaba beats de baile con su voz a punto de romperse, acabaron por caer ya cerca de la medianoche. Pero reconfigurados, y pese a los intentos de alg¨²n espectador habitual de Debut (1993), result¨® dif¨ªcil soltar los pies.
A Biophilia lo encarnan campanillas tintineando, cuentas de vidrio sonando unas contra las otras, un cruce de gamel¨¢n ¡ªinstrumento de la tradici¨®n balinesa¡ª y celeste. Para el directo, Pagan poetry todav¨ªa arranca ovaci¨®n nada m¨¢s sonar los primeros compases, pero Hollow, Virus o Thunderbolt se quedan con el asombro de los oyentes y un aplauso extra?ado y generoso al final. El lugar est¨¦tico que ha conquistado Bj?rk, pese que los ¨²ltimos episodios de su discograf¨ªa no han cosechado el entusiasmo de la cr¨ªtica indie que antes cosechaba con su mera presencia, se encuentra m¨¢s cercano al de solitarios como Kate Bush o Robert Wyatt ¡ªquien le hizo coros en Medulla (2004), la m¨¢s radical de sus investigaciones vocales¡ª, que a la prensa de tendencias donde ella era habitual.
Sus canciones se mueven ahora con tracci¨®n org¨¢nica ¡ªella misma ha explicado que los latidos del coraz¨®n tocan a la misma velocidad que los temas de Biophilia¡ª y la electr¨®nica solo irrumpe rota y sucia. Con N¨¢tt¨²ra lo hizo a la vez que los fuegos artificiales que los promotores se hab¨ªan encargado de anunciar los d¨ªas antes y justo antes del bis. Se despidi¨®, en una de las fr¨ªas noches m¨¢s breves del a?o, con los dos cortes m¨¢s populares de los interpretados en Santiago, One Day y Declare independece.
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