La diva de ?frica
Oumou Sangar¨¦ es una de las artistas m¨¢s influyentes del continente. Esta cantante maliense pide paz en su pa¨ªs, ahora tan amenazado.
Ser invitada de la cantante Oumou Sangar¨¦ no es cualquier cosa. Basta comentarlo en el avi¨®n camino a Bamako para que los que lo oyen silben admirados. "Uff, ir a verla¡", dicen, "es mejor que ir a ver al presidente". Claro. Sobre todo ahora que, en verdad, no hay. El golpe de Estado del capit¨¢n Sanogo de marzo pasado acab¨® con ¨¦l (el famoso ATT, Amadou Toumane Tour¨¦) y a Mal¨ª le han ido creciendo los males desde entonces: una rebeli¨®n independentista en el Norte; la lucha entre facciones tuareg e islamistas luego; la pol¨¦mica por la designaci¨®n de otro presidente interino fantasma y el viento de guerra y/o intervenci¨®n internacional soplando sin descanso¡
Aterrizamos. Oumou en persona nos espera en el aeropuerto, rodeada de gente que la mira arrebatada. Antes, en la aduana, aguardaba Kamba Samak¨¦, su prima, su asistente desde hace d¨¦cadas, la log¨ªstica andante. Y un polic¨ªa, otro primo seg¨²n dicen, levantaba un cartel con el nombre de los invitados, nosotros. Sobra decir que no tardamos un minuto en cruzar la frontera. Oumou est¨¢ acompa?ada por Mamou Daff¨¦, director del Festival de S¨¦gou, el del N¨ªger, el r¨ªo que marca aqu¨ª la vida y por cuya orilla pasearemos en breve. El de S¨¦gou es uno de esos grandes festivales que, como el llamado del desierto, en Tombuct¨², son lugar de encuentro de m¨²sicos internacionales y culturas mil, y que han dado nombre al pa¨ªs. Ahora mucho de esto corre peligro.
Fue la novena mujer m¨¢s influyente de Africa en 2011 seg¨²n Forbes
Oumou luce imponente
Es guapa, alta, amplia, siempre maqueada al exagerado estilo continental; uno de los pesos pesados del pa¨ªs en lo musical (ha cantado y grabado con los m¨¢s grandes) y en los negocios. La novena celebridad m¨¢s influyente de ?frica en 2011, seg¨²n la revista Forbes, es m¨¢s que una estrella una constelaci¨®n¡ Siempre rodeada de familiares (solo en sobrinos cuenta 27) y de m¨²sicos en esta tierra que ha parido a algunos de los mejores: Toumani Diabat¨¦, Ali Farka Tour¨¦, Habib Koit¨¦, Boubacar Traor¨¦ y Salif Ke?ta, Amadou y Mariam¡
Siempre activa, Oumou parece y se confiesa feliz, pero tambi¨¦n atrapada, a ratos. No puede salir sin ser jaleada. Pasear es un sue?o imposible. La rodean, la tocan y abrazan en cuanto planta pie en la calle. Haremos un intento. Pero detenernos a comprar en el mercado se convierte al minuto en actividad de alto riesgo. Unos polic¨ªas nos despegan como corchos del gent¨ªo. "Vivo en una prisi¨®n", nos dir¨¢ durante el tiempo que pasamos con ella en Bamako, la capital de Mal¨ª, su lugar de nacimiento (1969) y residencia, justo antes de iniciar una gira europea que termina en Espa?a. El Festival La Mar de M¨²sicas, en Cartagena (Murcia), que nos ha tra¨ªdo hasta aqu¨ª y este a?o gira en torno a los nuevos sonidos de ?frica, le entrega premio por su carrera y su implicaci¨®n humanitaria, "por su encendida defensa en foros internacionales de los derechos de la mujer africana". Ella act¨²a en dos ocasiones: el 23 de julio, junto al gran banjista Bela Fleck, y el 24, con el saxofonista noruego Jan Garbarek y el percusionista indio Trilok Gurtu.
La cantante conduce un coche 4¡Á4 de lujo, estilo Hollywood (le gustan estos modelos por ser, como ella, "de talla grande"), brillante, enorme, lleno de lucecitas y pantallas. Con sus dedos coronados por largas u?as rojas busca el CD en el salpicadero. "Paz en Bamako, en Gao, en Tombuct¨², paz en los pa¨ªses vecinos¡ M¨¢s necesaria que nunca", atruena la m¨²sica pegadiza. La Paix se lee en el t¨ªtulo de ne¨®n. Esta es su canci¨®n preferida ahora, por ser la ¨²ltima, afirma. Y porque es un grito contra el terrible momento pol¨ªtico que vive este pa¨ªs independizado de Francia en los sesenta. "Nunca hubiera imaginado que algo as¨ª suceder¨ªa en Mal¨ª", canta ella. El Norte est¨¢ en boca de todos. La amenaza del fundamentalismo. La shar¨ªa se otea a lo lejos como cielo negro en ¨¦poca de lluvias. Un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n, polic¨ªa y Ej¨¦rcito se apostan en el centro de Bamako, en la zona de los ministerios, vigilando a los manifestantes con pancartas que llaman a la acci¨®n y/o la reacci¨®n. Lo que sea. "?Qui¨¦n salvar¨¢ a Mal¨ª?", rezan los titulares de las revistas.
Su gira por Europa la traer¨¢ a Espa?a el 23 y 24 de julio
Nadie lo sabe. Solo que "nadie quiere al golpista", dice Oumou, "que nadie simpatiza con los islamistas". Violaci¨®n lo llama ella. "Nosotros somos musulmanes, pero musulmanes modernos, dem¨®cratas, aceptar la shar¨ªa ser¨ªa volver d¨¦cadas atr¨¢s". Ella es y se siente mujer de esta ¨¦poca. "Los malienses deben unirse como un solo hombre, hablar con una sola voz, pelear por la democracia", sigue entonando en su disco. Las noticias gotean en la televisi¨®n nacional, la ORTM: los islamistas destruyen santuarios en Tombuct¨², los independentistas de Azawad se repliegan de Gao, la ciudad est¨¢ minada y no se puede acceder¡
Lo pol¨ªtico hecho vida cotidiana
Presente y hasta futuro. "La m¨²sica en Mal¨ª est¨¢ muerta", comenta abatido Barou Diallo, bajista, arreglista y hombre para todo de Oumou y antes de Ali Farka Tour¨¦ y otros. Concierto y evento que se organiza en el pa¨ªs, all¨ª est¨¢ ¨¦l. O estaba. Porque ahora no se organiza nada. Samuel Sidib¨¦, director de la Bienal de la Fotograf¨ªa de Bamako, conocida internacionalmente, asegura que esta no se va a poder celebrar probablemente en 2013. "Nadie est¨¢ tomando decisiones, no hay presupuesto asignado". Quiz¨¢ sea interesante dejar un curso en blanco para la reflexi¨®n, afirma en plan autoconsuelo en su despacho del Museo de Mal¨ª. Tan incierto es todo que en un momento dado confiesa haber recogido y guardado sus m¨¢s preciados libros de fotograf¨ªa: "Solo Dios sabe lo que va a pasar ma?ana". El deterioro democr¨¢tico amenaza con empeorar la situaci¨®n de un pa¨ªs de por s¨ª paup¨¦rrimo (el n¨²mero 175 de 187 pa¨ªses, un ¨ªndice de desarrollo humano por debajo de la regi¨®n), hasta convertirla en desesperada. Cunde el miedo. Se evitan las manifestaciones multitudinarias¡ "El otro d¨ªa se organiz¨® una gala en la televisi¨®n, la ORTM, para recaudar fondos para los refugiados del Norte, tan olvidados, y la sala estaba medio vac¨ªa", cuenta Diallo.
Oumou Sangar¨¦ es due?a de un hotel, el Wassulu, nombre de la regi¨®n que la vio crecer y que ha producido una extraordinaria cantidad de cantantes. Su madre misma, Aminata Diakit¨¦, fue int¨¦rprete de altura. Y tambi¨¦n su t¨ªa, Na, mujer de hermosa voz. Como la mayor¨ªa de su generaci¨®n, su progenitora comparti¨® marido con otras esposas y este la abandon¨® cargada de hijos. Oumou hubo de buscarse la vida; sufri¨® tanto con la situaci¨®n que su lucha contra la poligamia es legendaria. La m¨²sica la salv¨®. "Para m¨ª es una liberaci¨®n, cuando salgo a cantar es un puro relax, mis letras son mi mensaje, las m¨¢s queridas, las que hablan de los problemas de las mujeres", asegura. Se ha hecho famosa por haber popularizado el sonido wassulu, un estilo de melod¨ªas derivado de rituales de caza y campo, de oraciones. Enseguida form¨® parte del Ensamble National de Mal¨ª e hizo su primera gira europea en 1986. Luego mont¨® su grupo y cre¨® su propio sonido bas¨¢ndose en la tradici¨®n de su tierra, un estilo musical que combina los tambores djembe y karyaing con el sonido funky del kamalengoni, una suerte de arpa que simboliza la juventud y el placer, la libertad y cierta ruptura con las reglas establecidas. Con su disco m¨¢s querido, Moussoulou (mujer), se convirti¨® en estrella. Ten¨ªa 21 a?os.
Nuestra protagonista no vive habitualmente en su hotel, tiene casa en otra zona, pero no desea mostrarla, "por cuesti¨®n de seguridad". El Wassulu es su hogar temporal, la sede de sus conciertos cada s¨¢bado. Y un establecimiento que ofrece un popurr¨ª de estilos en su, llam¨¦mosle, decoraci¨®n. Hay de todo mezclado hasta lo imposible: lo mismo una pecera o una m¨¢scara que una l¨¢mpara estilo Versalles rematada con guirnaldas. Por la ma?ana abunda el personal que entra y sale sin descanso, que hace algo, que grita en b¨¢mbara... Pero todo va bien despacio aqu¨ª. Marankanu Yattora, de 56 a?os, se ocupa de la recepci¨®n desde que abri¨® el hotel hace una d¨¦cada. Y asegura que pocas veces ha visto periodo tan malo. "D¨¦cadas de democracia barridas en unos meses¡". Adama Koite, de la secci¨®n de Cultura de la ORTM, llega al hotel para informarse sobre la condici¨®n de nueva embajadora en la campa?a Every One de la ONG Save the Children de Oumou.
Ella se ocupa de todo en el hotel
Hasta del modelo de bombillas a comprar. A una lado de la entrada hay una tienda de discos comida por las goteras; al otro, una oficina de money transfer vigilada por polic¨ªas. Todo de su propiedad. Sufre ella con lo que cuesta sacarlo adelante. Unas cincuenta personas trabajan a su cargo en este y otros negociados, muchos. Es desde empresaria del gremio del taxi hasta embajadora de buena voluntad de la FAO, pasando por todo lo imaginable. Emprendedora y cr¨ªtica, comenta a menudo el mal hacer pol¨ªtico, las condiciones en que viven los ciudadanos o en que se encuentra su ciudad. En el barrio de Senikoro no se puede contener cuando, tras las lluvias del d¨ªa, ve el agua del N¨ªger desbordarse por falta de alcantarillado calle abajo, inundando las casas; los ni?os movi¨¦ndose entre el barro: "?Ves esto?, la falta de Estado, la falta de acci¨®n, la falta de ganas, la falta de todo...". ?La atacan o critican por ser tan conocida y poderosa y libre de opini¨®n y acci¨®n? "S¨ª", responde, "pero son muchos m¨¢s los que me quieren". La ponen a parir, de hecho, nos cuentan luego varias personas cercanas. No hace falta reproducir: mujer, movi¨¦ndose sola y a su aire, en un ambiente tradicional... ?Y la pol¨ªtica? ?Es opci¨®n para Oumou al estilo de lo que ha sucedido con el cantante senegal¨¦s Youssou Ndour, hoy ministro de Cultura en su pa¨ªs? "No", dice. "Yo soy libre, quiero ser libre para decir lo que pienso".
Su hotel se llama como la regi¨®n donde naci¨®, Wassulu
Cada d¨ªa a la puerta del hotel ya la esperan muchos. Hay cola. La reina del wassulu siente que a veces es demasiado. "Por eso cre¨¦ una fundaci¨®n, para erradicar el hambre". Especial inter¨¦s pone en los/las lazarillos. Abundan los ciegos por la calles de Bamako, ciudad pobre y por hacer; solo un pedazo del centro y alg¨²n distrito residencial se escapa a tal definici¨®n y cuadra con lo urbano. Menos capital que otras capitales de la zona nos parece. Ambiente rural, de cobijos precarios, aluvi¨®n de peque?os comercios, hacinamiento, muchas motocicletas y mucho polvo del camino. Una adolescente apenas con un ni?o en sus brazos se acerca pidi¨¦ndole ayuda, se ha quedado viuda cargada de hijos; llora. Oumou le da dinero. Da todo el rato. Vamos hacia un acto de recaudaci¨®n en el orfanato de Niaber en el citado barrio de Sebenikoro que ella apoya y paramos de paso en la casa paterna (una relaci¨®n que ella recuper¨® luego, ¨¦l, Sidiki Sangar¨¦, muri¨® ya). Va cargada de cientos de bolsitas de leche y cereales que vuelca en un barre?o y, autom¨¢ticamente, una fila de ni?os se forma a la espera. Vamos de visita a su hacienda en una zona rural, donde tiene ganado y se cobija su madre, Aminata, en ¨¦poca de lluvia, y transporta sacos de cereales y frutas y hasta un par de puertas en un pickup.
Vi¨¦ndola all¨ª, una imagina de d¨®nde viene. Oumou es terrenal, no ha perdido el contacto con el suelo. Entre rayos y truenos, un diluvio cae sobre nosotros y este campo rojo sangre densa, y ella se tumba en la estera, bebe leche, seca a un cordero aterido, organiza a los temporeros y a los pastores. Si no hubiera llovido, mover¨ªa hasta a las vacas. Ni se inmuta o se incomoda con nada. Lo mismo sube a lo alto de un escenario que cruza un estercolero. Una todoterreno.
Oumou es terrenal, no ha perdido el contacto con el suelo
Salir con ella por Bamako es asistir a escenas extraordinarias. Siempre ocurre algo. Que hay que recuperar una maleta que perdi¨® en una estaci¨®n de autobuses que no sabe d¨®nde queda¡ Un muchacho se ofrece a correr delante de su veh¨ªculo para indicarle el camino. Y lo hace. Que hay que acercarse al banco... Los de seguridad le buscan sitio y se le cuadran. Y as¨ª. Pasamos por un concesionario de una marca asi¨¢tica en el barrio de Djelibougou y resulta que no solo all¨ª tiene oficina, sino que todo el edificio es suyo. Nos acercamos al garaje de su compa?¨ªa de taxis, en el barrio nuevo Soutouba que mand¨® construir ATT, y descubrimos que todos son coches amarillos, una serie marca Oum Sang, su nombre acortado, hecha en China. "Empec¨¦ la construcci¨®n del garaje justo el d¨ªa del golpe de Estado", recuerda. Doscientos taxis tiene, la cuarta parte retenidos aqu¨ª por golpes y accidentes. "Hay mec¨¢nicos, pero van despacio. Ahora contrataremos a buenos conductores, no malos como antes", se?ala Kamba, que cada d¨ªa se descubre m¨¢s divertida. El coche se mueve a su aire por Bamako. Detiene el autom¨®vil una y otra vez para comprar frutas, aceites, todo tipo de productos desde la ventanilla, ejerciendo una suerte de McAuto a la maliense. Habla con todo el mundo. Dos tel¨¦fonos siempre en sus manos son su oficina m¨®vil. Comunicaciones aqu¨ª y en el extranjero. Lo mismo charla con su modista pidiendo un arreglo que con su representante en los Pa¨ªses Bajos, la persona que la descubri¨® para el mundo y la sac¨® de ?frica. No quiere o¨ªr de vivir fuera; de hecho, tiene una casa en Par¨ªs que apenas usa. "Vivo aqu¨ª porque es donde quiero vivir".
Aqu¨ª se siente querida
La espinita es la pareja, los hombres, el amor¡ A¨²n no divorciada oficialmente, "mentalmente" lo est¨¢, porque se separ¨® de su marido en 2009 tras 18 a?os. "Mientras viajamos juntos todo fue bien, pero cuando naci¨® mi hijo y ¨¦l deb¨ªa quedarse aqu¨ª, todo cambi¨®. Los hombres no est¨¢n preparados para eso, tienen que crecer mucho en ese sentido. Si encontrara a alguien que respetara debidamente mi carrera, no me importar¨ªa volver a casarme, pero, mientras, es mejor estar sola que mal acompa?ada. De momento estoy feliz, mi hijo me adora, mis amigos est¨¢n aqu¨ª, viajo mucho, me encanta mi trabajo...".
En una suerte de celebraci¨®n y catarsis, las noches de los s¨¢bados, si Oumou est¨¢ en Bamako, hay concierto en el Wassulu. Un cl¨¢sico. No preguntes la hora. Nunca se pregunta tal en ?frica. Es norma a seguir, tanto como la de no perder nunca la compostura. Habr¨¢ concierto en el Space Cultural Wassulu. Y punto. Y lo hay. Grande. Con emoci¨®n desbordada, en el patio, junto a la piscina de agua turbia por el polvo, apenas sin luz. Un canto infinito en el que todos participan, improvisan: una comunicaci¨®n con el p¨²blico que dif¨ªcilmente se da en ning¨²n otro pa¨ªs. "Es imposible, esto solo puede suceder aqu¨ª". Hay quien llora mucho. "En Mal¨ª abundan las habladur¨ªas y estas hacen da?o, as¨ª que para mitigarlas algunos acuden a Oumu y ella les canta", nos explican. "Yo les digo que me tomen de ejemplo, que resistan como yo hago", aclara ella. Hoy, Na, la dulce t¨ªa de Oumou, sale tambi¨¦n a escena. Interpreta con voz que parece extra¨ªda del fondo de la tierra. Oumou se emociona: "Ella no pudo nunca tener hijos y en sus letras habla de la infancia y de la p¨¦rdida...".
Otro d¨ªa en el coche, Oumou y su prima Kamba, de 42 a?os, tararean canciones cada rato y hablan de apellidos tradicionales del pa¨ªs, los Traor¨¦, Coulibaly, Ke?ta, Tour¨¦, Diall¨® o Sangar¨¦ que abundan. Por ellos se sabe de d¨®nde procede la gente. Esto lo cuentan bien los griots, los juglares, maestros en el arte de hablar, quienes a¨²n antes de la colonizaci¨®n eran parte importante de la sociedad africana; cada familia principesca ten¨ªa uno. Oumou tiene varios. Una de sus griots es Paye Camara, que la acompa?a en todo momento y concierto posible, la jalea, narra y reproduce sus historias como un eco. Para entenderlo: "Los griots somos los sacos que guardan palabras, damos vida a los hechos y a las gestas de los reyes ante las j¨®venes generaciones", aclara el libro Sunyata o La epopeya mandinga (Ediciones Bellaterra).
A orillas del N¨ªger
Junto a este r¨ªo sagrado y grande que todo lo marca, vive el marabou suf¨ª Adama Yalkoi junto a los suyos. Es un terreno vallado que Oumuo les ha dejado hasta que construya su nueva casa. Decide mostr¨¢rnoslo y conduce hasta el lugar. Al verla llegar se arma la de Al¨¢ (en este caso). Decenas de personas surgen de las tiendas, ni?os, mujeres¡; un color de vestidos y t¨²nicas y de tierra que hace da?o a la vista de tan hermoso. Todos le cantan, se postran ante la diva; las voces suenan entonadas como el agua cercana. Oumou se deja acunar antes de ir a una mezquita min¨²scula que han levantado bajo el puente nuevo del r¨ªo, construida piedra a piedra de las muchas del lugar. La orilla est¨¢ salpicada de personas reunidas en ritual. "Dios est¨¢ aqu¨ª", dice Oumou en la mezquita rodeada de santones, "lo de fuera no es Dios". Lo de fuera son sacrificios de animales, personas que entran en trance, que se comprometen y se al¨ªan con esp¨ªritus, rituales milenarios que se siguen realizando como anta?o. "No hay nada excepto Dios", nos dicen los suf¨ªes de despedida. A ella le regalan hermosos ejemplares del Cor¨¢n. Respeto por respeto. "Eso ha sido siempre mi pa¨ªs", dice. Eso es ella. Eso es vivir en paz. Oumou Sangar¨¦ se marcha hoy camino de Europa. Y esta noche mismo se reunir¨¢n las mujeres y Paye Camara, la griot, cantar¨¢ sus haza?as bajo las palmeras.
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