Fortes huele a futuro

El joven torero malague?o Jim¨¦nez Fortes se present¨® en Pamplona y cay¨® de pie. Cort¨® una oreja en cada toro y sali¨® a hombros, pero eso es lo de menos. Lo importante es que se mostr¨® como un torero cargado de futuro. Lleva dos d¨ªas en esto y a¨²n es mucho lo que le queda por aprender; ni siquiera sus dos faenas fueron macizas y merecedoras, quiz¨¢, del premio mayor, pero dej¨® claro que tiene valor, que viene a por todas, y que le acompa?an una seguridad, una firmeza y una disposici¨®n m¨¢s que suficientes para aspirar a la condici¨®n de figura.

Huele a torero; huele a futuro por su forma de moverse en la plaza, por su colocaci¨®n delante de los toros, por su manera de citar y correr la mano; porque ejecuta las suertes con ce?imiento y ligaz¨®n, y, sobre todo, porque desprende personalidad y su toreo llega a los tendidos con la convicci¨®n de que aquello tiene fondo.

As¨ª lo cant¨® en un ajustado quite por gaoneras a su primero, al que le hizo una faena irregular en la que destac¨® una tanda de derechazos ligados y algunas r¨¢fagas de buen trazo antes de cobrar una estocada volc¨¢ndose materialmente en el morrillo del animal. Pero, al poco tiempo, la plaza entera estaba convencida de que en ese muchacho espigado hay un torero en ciernes. Y esa buena impresi¨®n la corrobor¨® en el sexto, m¨¢s soso que el anterior, pero al que no le perdi¨® la cara y consigui¨® muletazos henchidos de torer¨ªa. Lo dicho: su tarde no fue apote¨®sica, pero dijo que quiere ser torero, lo que no es poco.

No es ese el caso de C¨¦sar Jim¨¦nez, que ayer parec¨ªa el referente de los defectos del toreo moderno. Le toc¨® en suerte el toro m¨¢s potable de la tarde, el primero, y a punto estuvo de dormir a la concurrencia con su empe?o de componer la figura y sus aburridas maneras de entender el toreo. No es posible llamar la atenci¨®n si uno se coloca siempre despegado, no se cruza nunca, la suerte siempre descargada, sin hondura ni gracia, y en lugar de trazar muletazos emborrona con trapazos la buena embestida del toro. M¨¢s de lo mismo le ocurri¨® en el cuarto, soso el toro e ins¨ªpido el torero.

A Pinar le toc¨® un animal de casi seis a?os en primer lugar; el pobre anciano estaba agotado y hundi¨® la ilusi¨®n del muchacho. Se entreg¨® ante el huidizo quinto, y le cort¨® una de esas orejas extra?as que se conceden en esta plaza despu¨¦s de una buena disposici¨®n y una aceptable estocada.

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