La familia en la cabeza

La familia, para bien y para mal, como centro del universo. Si la semana pasada se estrenaba la rusa Elena, diatriba contra la instituci¨®n, vista casi como una lucha entre alima?as, aqu¨ª tenemos la contrapartida esperanzadora, aunque en modo alguno amable: El Skylab, cuarta pel¨ªcula como directora de la habitual actriz Julie Delpy, cuenta el relato de una de esas largas e inolvidables jornadas de la gran familia en el pueblo, ambientada en los a?os setenta, con comilona, abrazos, partida de cartas, juegos infantiles, discusiones, econom¨ªa, pol¨ªtica, salud, resquemor, ilusi¨®n, canciones generacionales, lucha a brazo partido con el cu?ado y, en fin, altas dosis de estirpe. Una obra que, a pesar de su aspecto a lo Eric Rohmer, parece mucho m¨¢s influida por el estilo Richard Linklater, director del que Delpy ha heredado formas narrativas tras sus trabajos en Antes de amanecer y Antes de atardecer.

Como en aquellas sensacionales pel¨ªculas de Linklater, Delpy establece una estructura basada en el di¨¢logo y en la que se huye de los convencionalismos estructurales: aqu¨ª no hay giros de guion y las secuencias nunca parecen medidas, alarg¨¢ndose en el tiempo m¨¢s por la intuici¨®n que por el m¨¦todo. As¨ª, los grandes temas van surgiendo con tanta espontaneidad como, a veces, reiteraci¨®n: de la educaci¨®n a la antigua (¡°?como saque el cintur¨®n¡­!¡±) a Mayo del 68, pasando por la independencia de la mujer trabajadora, Vietnam, Argelia y el Skylab del t¨ªtulo, aquella estaci¨®n espacial que, tras perderse su control, amenaz¨® las cabezas de medio mundo durante un tiempo. El Skylab ejerce de este modo de met¨¢fora sobre las dificultades que acechan a la familia, pero su ¨²ltima escena no admite dudas respecto de la querencia de Delpy: una peque?a familia feliz juega en el tren al m¨ªtico juego de cartas de las familias mientras se dirige a otra feliz jornada campestre.