Los escritores y su primer libro
Escritores como Antonio Mu?oz Molina, Lolita Bosch, Alberto Fuguet o Santiago Roncagliolo recuerdan c¨®mo se estrenaron en la literatura
Una voz dice algo en el tel¨¦fono, o una mano escribe un par de frases, y, al otro lado de la l¨ªnea, del buz¨®n, de la pantalla, un ser humano recibe el impacto con el cerebro paralizado por la euforia, con un vah¨ªdo de felicidad o desesperaci¨®n, porque la voz o el par de frases son el punto de llegada ¡ªy de partida¡ª de algo que busca su destino desde hace meses, o quiz¨¢s d¨¦cadas, y ahora, al fin, despu¨¦s de que una cantidad de azares o insistencias hicieran su trabajo, la llamada o las frases vienen a decir estimado, aunque a usted no lo conoce nadie, aunque no ha publicado nunca nada, hemos le¨ªdo su manuscrito y se lo vamos a publicar. El vah¨ªdo y el impacto y la par¨¢lisis euf¨®rica se repetir¨¢n, despu¨¦s, con variaciones. Pero nunca ¡ªnunca¡ª como en ese punto de la existencia en el que un escritor in¨¦dito recibe la noticia de que alguien lo publicar¨¢ por primera vez.
La forma en la que una persona puede, al fin, corregir ese error de paralaje entre la pregunta ¡°?a qu¨¦ te dedic¨¢s?¡± y la respuesta ¡°soy escritor¡± depende de miles de estambres por los que corren peque?os r¨ªos con dosis de buena suerte, momentos propicios, editores curiosos, llamados providenciales. El espa?ol Antonio Mu?oz Molina, autor de El invierno en Lisboa, trabajaba como empleado municipal en Granada cuando empez¨® a publicar en un peri¨®dico local una serie de art¨ªculos. Despu¨¦s de un a?o, sus amigos lo alentaron a publicarlos en un libro y lo hizo en la editorial de uno de ellos. As¨ª fue como, a los 27 a?os y en 1984, public¨® El Robinson urbano.
¡°Recordar c¨®mo empezaste es una lecci¨®n de humildad. Mucha gente con talento no llega a nada¡±, dice Mu?oz Molina
¡ªNo hizo que me sintiera m¨¢s escritor, pero s¨ª sirvi¨® para lo que vino despu¨¦s. Porque Pere Gimferrer, editor de Seix Barral, fue a Granada, un amigo le dio mi libro, Gimferrer lo ley¨® y llam¨® para decir que le hab¨ªa gustado. Fue un impacto tremendo, porque yo estaba habituado a que nadie me hiciera caso. Cuando le envi¨¦ la novela que estaba escribiendo y me dijo que la quer¨ªa editar, fue la alegr¨ªa de mi vida. Y le doy muchas vueltas a qu¨¦ hubiera pasado si yo no publicaba aquel primer libro, si Gimferrer no iba a Granada. Es una lecci¨®n de humildad, porque hay mucha gente con mucho talento que no llega a nada, o llega a mucho menos.
Lolita Bosch, en cambio, ten¨ªa un plan. Ella, catalana y residente en M¨¦xico desde los 18, decidi¨® que iba a publicar solo cuando tuviera 35 a?os.
¡ªUn a?o antes de cumplir los 35 fui a una librer¨ªa y anot¨¦ nombres de editoriales. Envi¨¦ cinco novelas para adultos, una novela para ni?os, y empec¨¦ a recibir rechazos de todas. Debo tener 50. Pero yo pensaba que era un proceso natural. Un d¨ªa supe que un editor, Constantino B¨¦rtolo, estaba al frente de un sello llamado Caballo de Troya. Lo llam¨¦, pero me dec¨ªan: ¡°No se puede poner¡±. Entonces llam¨¦ y dije: ¡°Le hablo de parte de la agencia Balcells¡±. Y se puso. Le dije: ¡°Mira, no te llamo de la agencia Balcells. Soy Lolita Bosch y tengo cuatro novelas¡±. Se las envi¨¦ y doce horas m¨¢s tarde me escribi¨® diciendo que se hab¨ªa enamorado de tres. Y publiqu¨¦ Tres historias europeas en 2005. No me cambi¨® a m¨ª, pero s¨ª a mi entorno. Para empezar, todo el mundo deja de preguntarte de qu¨¦ vas a vivir.
¡°Ser escritor es como ser padre, algo que vas a tener que demostrarte a vos mismo todos los d¨ªas¡±, afirma Marcelo Figueras
Despu¨¦s de haber enviado una novela a catorce editoriales de cuatro pa¨ªses, y haber recibido el rechazo de todas, el peruano Santiago Roncagliolo, autor de Abril Rojo, se fue a Espa?a para intentar ser un escritor profesional. All¨ª supo que Ediciones del Bronce hab¨ªa iniciado una colecci¨®n de libros sobre r¨ªos y present¨® una propuesta ¡ªel Amazonas¡ª que fue aceptada. Pero ¨¦l nunca hab¨ªa estado ah¨ª, de modo que se encerr¨® durante tres meses a leer todo lo que se hubiera publicado sobre el asunto y a fingir que estaba en Brasil.
¡ªEl libro se llam¨® El pr¨ªncipe de los caimanes y sali¨® en 2002. Un a?o despu¨¦s me lleg¨® una carta de la editorial, preguntando si quer¨ªa una caja con ejemplares, porque los iban a destruir. Pero yo sent¨ªa que hab¨ªa cumplido. ¡°He publicado un libro en Espa?a. Si todo sale mal puedo volverme a Per¨² y trabajar como empleado bancario¡±.
No siempre el camino al primer libro est¨¢ tapizado de jirones de piel de escritor. La espa?ola Mercedes Cebri¨¢n present¨® un relato al Certamen de J¨®venes Creadores del Ayuntamiento de Madrid y se llev¨® el primer premio. Bel¨¦n Gopegui, que estaba en el jurado, le dijo que, si ten¨ªa m¨¢s, se los enviara a su marido, el editor Constantino B¨¦rtolo.
¡ªConstantino empez¨® a hacerme una puntuaci¨®n en plan escolar: ¡°Este es un cuatro, este es el t¨ªpico ¡®qu¨¦ listo soy¡±. Al final me dijo: ¡°Si esto cambia, te lo publico¡±. As¨ª fue que publiqu¨¦ El malestar al alcance de todos en 2004. Si preguntas al ciudadano de a pie por m¨ª, te dice: ¡°Y qui¨¦n es esa¡±, pero yo siento que me he podido hacer una profesi¨®n gracias a ese libro.
¡°Uno no debe aprender
Berta Mars¨¦, hija del novelista Juan Mars¨¦, se cri¨® en un mundo de escritores, pero quer¨ªa dedicarse al cine. Habr¨ªa que preguntarse, entonces, qu¨¦ astros se movieron para que enviara un cuento a un concurso, ganara, la llamaran de la agencia de Carmen Balcells para alentarla a publicar y ella pensara en un hombre para cuya editorial hab¨ªa trabajado como lectora: Jorge Herralde, de Anagrama.
¡ªLos cuentos las editoriales no los quieren, y Herralde habr¨¢ pensado: ¡°Uf, qu¨¦ compromiso, no solo la conozco sino que ahora resulta que tambi¨¦n escribe¡±. Pero se lo di un viernes y me llam¨® un lunes. Me dijo que le hab¨ªan gustado mucho, y publiqu¨¦ En jaque en 2006.
Las rese?as que recibieron Cebri¨¢n y Mars¨¦ fueron buenas, pero los lanzazos beligerantes sobre la carne blanda de sus primeros libros produce, en los escritores, efectos tenebrosos. El argentino Marcelo Figueras, autor de Kamchatka, era un periodista joven cuando, en 1992, public¨® El muchacho peronista, en Planeta.
¡ªTodas las cr¨ªticas fueron m¨¢s o menos buenas, excepto la de Clar¨ªn. Era atroz. Mi siguiente novela, El esp¨ªa del tiempo, es de 2002. Diez a?os me dur¨® el trauma. Pero pensar que cuando public¨¢s un primer libro te transform¨¢s en escritor es lo mismo que pensar que cuando sos padre por primera vez te transform¨¢s en padre. Es algo que vas a tener que demostrarte a vos mismo todos los d¨ªas.
"Pensar que cuando public¨¢s un primer libro te transform¨¢s en escritor es lo mismo que pensar que cuando sos padre por primera vez te transform¨¢s en padre", avisa Marcelo Figueras
El chileno Rafael Gumucio, autor de La deuda, era, en los a?os noventa, un joven in¨¦dito pero conocido (asist¨ªa al taller de Antonio Sk¨¢rmeta, del que sali¨® un grupo de talentos magn¨¦ticos), cuyo primer libro se esperaba con ansias. En 1995, cuando ten¨ªa 25 a?os, entreg¨® sus relatos a Planeta.
¡ªSe llamaba Invierno en la torre y El Mercurio public¨® una rese?a que se llamaba "A patadas con las palabras" y dec¨ªa que la condena para el autor era pasar cinco a?os y un d¨ªa sin escribir. En un programa de televisi¨®n donde hab¨ªa cr¨ªticos y escritores preguntaron: ¡°?Cu¨¢l es el peor escritor de Chile?¡±, y una se?orita dijo ¡°Rafael Gumucio¡±. Me qued¨¦ bloqueado por a?os, hasta que escrib¨ª Memorias prematuras, en 1999, y dije, bueno, si est¨¢ mal, es el final de todo. Pero hubo cr¨ªticas halag¨¹e?as y ah¨ª empez¨® mi carrera real.
El chileno Alberto Fuguet, autor de Missing, consigui¨® su primer contrato porque Antonio Sk¨¢rmeta, a cuyo taller asist¨ªa, le habl¨® con admiraci¨®n de un texto suyo a un editor de Planeta.
¡°Solo puedes escribir tu primer libro una vez, nunca vas a pasar de nuevo por esa inocencia¡±, le dijo una profesora a Daniel Alarc¨®n
¡ªEl editor me cit¨® en un caf¨¦ y me hizo firmar un contrato en una servilleta. Fue como existir antes de existir. Tard¨¦ tanto en escribir esa novela que antes publiqu¨¦ un libro de cuentos, Sobredosis, en 1990. Es superimportante c¨®mo se lanza un escritor y en ese sentido yo siento que sobreviv¨ª a pesar de todo. La fiesta de lanzamiento se hizo en una discoteca, con coca¨ªna, con actrices. La cr¨ªtica que sali¨® en El Mercurio fue atroz, pero el libro se agot¨® en cuatro d¨ªas. Si bien me dol¨ªa no ser aceptado, tampoco me interes¨® porque yo quer¨ªa ser director de cine. Y entonces me envalentonaba, y pensaba: ¡°?Quieren pelear? Vamos a pelear¡±.
Si Daniel Alarc¨®n, nacido en Per¨² y criado en Alabama, no hubiera recibido una beca del programa de escritura creativa de Columbia y no hubiera tenido como profesor a un editor de la revista Harper¡¯s y si ese editor no hubiera mostrado inter¨¦s por sus textos y no le hubiera dado la tarjeta de Eric Simonoff, un agente literario, y si Simonoff no hubiera firmado contrato con ¨¦l y si el editor del New Yorker no se hubiera retirado dando as¨ª lugar a que la editora que lo continu¨® quisiera dedicar un n¨²mero a nuevos escritores, y si Simonoff no le hubiera hecho llegar a esa editora un relato de Alarc¨®n y si esa editora no lo hubiera publicado, ese relato no hubiera despertado, como despert¨®, el inter¨¦s de tantas editoriales y es probable que su primer libro, Guerra a la luz de las velas jam¨¢s se hubiera editado en Harper Collins en 2007.
¡ªUna profesora me dijo: ¡°Solo puedes escribir tu primer libro una vez, nunca vas a pasar de nuevo por esa inocencia¡±. Ahora he visto a muchos amigos que han fracasado, he visto a gente criticando escritores que nunca ha le¨ªdo. Esas cosas son parte de perder la inocencia. Uno ya no vuelve a tener la sensaci¨®n de escribir solo para uno mismo, sin pensar en la cr¨ªtica ni en los lectores.
Los primeros libros son inevitables (para que haya un segundo debe haber un primero) y esa inevitabilidad tiene momentos altos, si se piensa en ponemos Viaje al fin de la noche, de Louis Ferdinand C¨¦line, o La traici¨®n de Rita Hayworth, de Manuel Puig. Pero, a veces, la inevitabilidad es simplemente la inevitabilidad.
¡ªA mis dos primeros libros los deshered¨¦, los quit¨¦ de las contraportadas ¡ªdice el escritor colombiano Juan Gabriel V¨¢squez, autor de El ruido de las cosas al caer, que, en los noventa, envi¨® una novela a tres editoriales de Colombia y fue rechazado por las tres¡ª. Al fin, la llev¨¦ a Magisterio y la aceptaron. Ten¨ªa 23 a?os, era 1997, todo me parec¨ªa un sue?o. Firm¨¦ el contrato y me mud¨¦ a Par¨ªs. All¨¢ recib¨ª el libro, que se llama Persona. Ese libro y el segundo fueron escuelas de aprendizaje, sobre el segundo, que fue una gran lecci¨®n acerca de todo lo que no se debe hacer. No creo que uno deba aprender en p¨²blico y por eso los quit¨¦.
Para el escritor argentino Mart¨ªn Kohan, autor de Bah¨ªa Blanca, la primera publicaci¨®n fue consecuencia de una paradoja blindada.
¡ªLa condici¨®n que me pon¨ªan las editoriales grandes para publicar un primer libro era tener ya publicado un primer libro. Hab¨ªa un grupo de escritores que estaban formando una editorial, y me acerqu¨¦. En 1993 sali¨® La p¨¦rdida de Laura, en Tantalia. A la novela le fue bien, tuvo buenos comentarios, y entonces fui a Sudamericana. Yo hab¨ªa cumplido mi parte. Ahora quer¨ªa que el sistema editorial cumpliera con la suya. Y en efecto, me publicaron mi segundo libro. Yo creo que el primero me abri¨® una posibilidad de publicaci¨®n. Hasta ese momento me parec¨ªa imposible que alguien pudiera editar un libro m¨ªo.
"La condici¨®n que me pon¨ªan las editoriales grandes para publicar un primer libro era tener ya publicado un primer libro", recuerda Mart¨ªn Kohan.
Para el colombiano Andr¨¦s Felipe Solano, el primer libro publicado ¡ªS¨¢lvame, Joe Louis, Alfaguara, 2007¡ª fue, tambi¨¦n, el primero que escribi¨®.
¡ªYo era periodista, y la editora de Alfaguara me pregunt¨® si ten¨ªa una novela. Yo estaba en eso, as¨ª que se la envi¨¦ y me dijo que la quer¨ªa publicar.
Lo dif¨ªcil vino despu¨¦s, porque Solano estaba haciendo una labor de periodista encubierto en Medell¨ªn, trabajando como obrero en una f¨¢brica para contar c¨®mo se vive con el salario m¨ªnimo.
¡ªYo no pod¨ªa contarle a nadie, y mi editora me llamaba y me dec¨ªa: ¡°?Qu¨¦ est¨¢s haciendo en Medell¨ªn, vendiendo un ri?¨®n?¡±. Tuve que ir a firmar el contrato a una notar¨ªa, y, como yo ya viv¨ªa con mi sueldo de obrero, la peque?a cantidad de dinero que tuve que pagar me descomplet¨® el bus de la semana.
El argentino Ariel Magnus public¨® su primer libro, Sandra, en 2005 y en Emec¨¦ pero, para entonces, ya hab¨ªa escrito decenas.
¡ªNo quer¨ªa publicar, porque me parec¨ªa una traici¨®n a la libertad. Pero cuando me escribi¨® el editor de Planeta que hab¨ªa le¨ªdo unas notas m¨ªas en un suplemento para preguntarme si ten¨ªa algo de ficci¨®n, fue una alegr¨ªa. Cuando fui a ver la tapa, el nombre del autor era Ariel Manguel. Pensaba: ¡°A lo mejor lo ponen as¨ª por alguna raz¨®n¡±. Y no dije nada hasta que me dio miedo y dije: ¡°Che, yo me llamo Magnus¡±. Y lo cambiaron. Pero la publicaci¨®n de un libro es el antievento. Al principio, vas a las librer¨ªas y no est¨¢, no salen rese?as. Y sin embargo, para alguien que escribe hay un antes y un despu¨¦s de ser publicado.
"Mi primera novela gan¨® el premio Clar¨ªn en 1998. Se vendieron 20 mil ejemplares, estaba en las librer¨ªas, en los kioscos. Me reconoc¨ªan los taxistas. Fue arrasador", dice Pedro Mairal
Lo primero que public¨® el argentino Pedro Mairal fue un libro de poemas, en 1996, y, si se comparan la discreta repercusi¨®n y los delicados comentarios que recibi¨® ese libro con los de su primera novela, el resultado es porno duro.
¡ªYo hab¨ªa escrito Una noche con Sabrina Love, y un d¨ªa un amigo me pas¨® las bases del Premio Clar¨ªn y la mand¨¦. La novela gan¨® el premio en 1998. Se vendieron 20 mil ejemplares, estaba en las librer¨ªas, en los kioscos. Me reconoc¨ªan los taxistas. Fue arrasador. Era una m¨¢quina de mercadeo puesta al servicio del libro, pero una m¨¢quina. Sent¨ª que ten¨ªa que recuperar el silencio, hacerme invisible. Como si todo eso me quedara grande. As¨ª que estuve cinco a?os sin publicar. Pero creo que el primer libro es importante, porque empieza a quedar claro un rol que era confuso: antes la gente se preguntaba, ¡°?y este qu¨¦ hace?¡±. Despu¨¦s, sos el que hace libros.
La escritora argentina Samanta Schweblin public¨® su primer libro para demostrarle a su familia que ella no estaba hecha para eso.
¡ªCre¨ªan que yo merec¨ªa el Nobel, y para demostrarles que estaban equivocados junt¨¦ diez cuentos y los present¨¦ a dos premios y gan¨¦ los dos. Despu¨¦s dej¨¦ el manuscrito en la recepci¨®n de Planeta, y al tiempo recib¨ª un mail diciendo que me iban a publicar.
Se llam¨® El n¨²cleo del disturbio, se public¨® en 2002, y tuvo rese?as muy buenas.
¡ªPero fue devastador. Los periodistas me hac¨ªan preguntas como en qu¨¦ tradici¨®n literaria me enmarcaba, y yo no entend¨ªa nada. Me asust¨®, me destroz¨®, deje de escribir durante dos a?os. Yo era muy chica. Mi segundo libro sali¨® reci¨¦n siete a?os despu¨¦s.
En los primeros noventa, Mariana Enr¨ªquez, argentina, autora de C¨®mo desaparecer completamente, ten¨ªa 21 a?os y estudiaba periodismo. Ten¨ªa una novela escrita, pero no hab¨ªa pensado en publicarla. Una periodista, hermana de su mejor amiga, se la pidi¨® y la present¨® a Planeta. Bajar es lo peor se public¨® en 1994 y, aunque casi no salieron rese?as, esa historia atravesada por las drogas y el amor gay arm¨® revuelo.
¡ªFue atroz. Me llevaban a programas de televisi¨®n bizarros, el 80% de las preguntas eran si me drogaba, un periodista me pregunt¨® si yo estaba con la l¨ªnea de los escritores autorreferenciales o narrativistas, y yo no ten¨ªa idea de qu¨¦ era eso, entonces di una respuesta muy ignorante: ¡°Bueno, me gustan las dos¡±. Durante mucho tiempo ese libro me dio verg¨¹enza, como un peinado adolescente. El segundo es de 2004, para que veas el tama?o del trauma.
"Me llevaban a programas de televisi¨®n bizarros, el 80% de las preguntas eran si me drogaba, un periodista me pregunt¨® si yo estaba con la l¨ªnea de los escritores autorreferenciales o narrativistas"
M¨¢s all¨¢ del clich¨¦ autor que se desloma trabajando en una oficina y embiste tozudamente contra el sistema editorial, los caminos de la publicaci¨®n son, a veces, tan insondables como simples. Juan Pablo Roncone es chileno y estudia abogac¨ªa, pero siempre quiso escribir. Una amiga le avis¨® que una editora, Andrea Palet, estaba recibiendo manuscritos para su editorial, Los libros que leo. Roncone le envi¨® relatos, Palet los ley¨® y el resultado fue Hermano ciervo, un suave y prestigioso suceso de 2011. La misma editora, en 2005 y cuando trabajaba en Ediciones B, recibi¨® una novela de ciencia ficci¨®n del amigo de un escritor al que estaba editando. La public¨® y la novela, Ygdrasil, fue un ¨¦xito de ventas y de cr¨ªtica.
"Descubrimos dos cosas: que ¨¦l, aparte de catedr¨¢tico de Filosof¨ªa, era el due?o y editor de KRK, y que yo, aparte de un profesor interino del sistema p¨²blico, hab¨ªa escrito una novela", explica Ricardo Men¨¦ndez Salm¨®n
¡ªHoy ¡ªdice su autor, Jorge Baradit¡ª hay literatura fant¨¢stica chilena. Antes no hab¨ªa. Y no me cabe duda de que fue por Ygdrasil y por Andrea Palet.
El argentino Carlos Busqued, autor de Bajo este sol tremendo, finalista del Premio Herralde en 2009, es ingeniero metal¨²rgico, trabaja armando libros en una universidad tecnol¨®gica de Buenos Aires, y cuando mand¨® la novela al premio era un desconocido perfecto. ¡°Cuando lo contrat¨¦¡±, cuenta Herralde, ¡°le escrib¨ª a nuestra jefa de prensa en Buenos Aires, pero ella no ten¨ªa ni idea de qui¨¦n era, ni tampoco ninguno de sus amigos escritores y periodistas¡±.
¡ªMand¨¦ la novela al premio porque era el ¨²nico que no especificaba cantidad de p¨¢ginas, y mi novela era muy corta. Herralde me mand¨® un correo que dec¨ªa: ¡°Est¨¢s entre los diez finalistas, y aunque no ganes te quiero publicar¡±. Recibir una muestra de respeto de una persona como ¨¦l es importante. Es como si hubiera tocado jazz una sola vez en la vida y el disco me lo hubiera publicado Blue Note. Pero no me cambi¨® la cotidianeidad. Yo tengo que seguir yendo a laburar y poner cara de ¡°qu¨¦ interesante es esto¡±.
El mexicano Juan Pablo Villalobos trabajaba en Barcelona en una empresa de comercio electr¨®nico. Despu¨¦s de que en M¨¦xico le rechazaran unos cuentos, escribi¨® una novela que fue rechazada en tres editoriales de M¨¦xico y de Espa?a. Un d¨ªa, mirando las novedades de Anagrama en la web, vio que estaba abierta la convocatoria al premio Herralde.
¡ªLa mand¨¦ pero asum¨ª que no iba a ir a ning¨²n lado. Cuatro meses despu¨¦s Herralde me mand¨® un mail diciendo que quer¨ªa hablar conmigo.
El d¨ªa de la cita, Villalobos se sent¨® a esperar en la recepci¨®n de Anagrama, entre las fotos de Vila-Matas, Paul Auster, Sergio Pitol.
¡ªPensaba, ¡°joder, es como el peso de la tradici¨®n literaria¡±. Ese d¨ªa Herralde me dijo: ¡°Si yo fuera un editor serio no te publicar¨ªa, porque nadie te conoce, pero la novela me gust¨®¡±. Cuando publicaron Fiesta en la madriguera yo me segu¨ª sintiendo tan escritor como antes, pero la mirada de los otros cambia. El libro te legitima.
En J¨¦rome Lindon, mi editor, Jean Echenoz, escribe: ¡°He escrito una novela, es la primera, no s¨¦ si es la primera, no s¨¦ si escribir¨¦ otras. Todo lo que s¨¦ es lo que he escrito y que si pudiera encontrar un editor, estar¨ªa bien. Si este editor pudiera ser J¨¦rome Lindon estar¨ªa, por supuesto, todav¨ªa mejor, pero no so?emos¡±. Lindon fue, en efecto, el editor de Echenoz, y la relaci¨®n dur¨® muchos a?os, hasta que Lindon muri¨®, en 2001. El libro de Echenoz, escrito apenas despu¨¦s de esa muerte, es el recuerdo de esa relaci¨®n entra?able. En 1998, el espa?ol Ricardo Men¨¦ndez Salm¨®n trabajaba como profesor de filosof¨ªa y lo hab¨ªan destinado a un instituto de Oviedo. ¡°Una noche en que ten¨ªa una hora libre, sub¨ª a mi departamento y me encontr¨¦ a un compa?ero, Benito Garc¨ªa Noriega, ojeando unos papeles. Eran unas galeradas del Viaje sentimental de Laurence Sterne. Descubrimos dos cosas: que ¨¦l, aparte de catedr¨¢tico de Filosof¨ªa, era el due?o y editor de KRK, y que yo, aparte de un profesor interino del sistema p¨²blico, hab¨ªa escrito una novela. Benito me pidi¨® que le mandara el manuscrito. Se lo dej¨¦ un viernes por la tarde y el s¨¢bado por la ma?ana me llam¨® entusiasmado. En febrero de 1999, KRK public¨® La filosof¨ªa en invierno. Huelga decir que el libro pas¨® desapercibido. Hoy no solo ha conocido una segunda edici¨®n en KRK, sino que ha sido traducida al franc¨¦s, lo cual no deja de causarme asombro y un raro sentimiento de gratitud: hacia Sterne, hacia el azar y hacia las viejas y rom¨¢nticas relaciones entre editor y autor¡±.
Fabi¨¢n Casas, argentino y autor de Los lemmings, lleg¨® a la publicaci¨®n porque Juan Gelman, a quien hab¨ªa conocido en un encuentro de poetas, le present¨® a Jos¨¦ Luis Mangieri, editor de Tierra Firme, que lo ley¨® y lo quiso publicar. El resultado fue Tuca, elegido como el mejor libro de poes¨ªa de 1990 en Argentina.
¡ªMangieri era una persona incre¨ªble. Cada vez que yo andaba mal de plata, ven¨ªa a verme. Cuando se iba, me hab¨ªa dejado plata escondida debajo de los libros que me tra¨ªa de regalo. Lo mejor que me dio Gelman fue a Jos¨¦ Luis Mangieri.
Hace unos a?os Mangieri se enferm¨® y, junto a su cama, turn¨¢ndose con sus hijos para velar la agon¨ªa, estuvo Fabi¨¢n Casas. As¨ª, aun sabiendo que cargar¨ªa para siempre con esa muerte en la memoria, acompa?¨®, hasta el final, al hombre que lo hab¨ªa ayudado a alumbrar aquel principio.
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