Larga vida, cortas miras
En su Vidas desperdiciadas hace Zygmunt Bauman una observaci¨®n que no puede dejarnos indiferentes; a lo largo de toda su historia, los hombres han procurado compensar la brevedad y fragilidad de sus existencias ampar¨¢ndose en algo m¨¢s duradero y estable que ellos: la eternidad de las religiones, el car¨¢cter imperecedero de las patrias o los ideales, las instituciones pol¨ªticas, la continuidad de la empresa a la que estaban profesionalmente ligados o al menos la prolongaci¨®n de la estirpe. Esta situaci¨®n se ha invertido en nuestros d¨ªas: cada individuo puede contemplar a lo largo de su vida la ca¨ªda de varias Iglesias, patrias o ideolog¨ªas, la quiebra de sus Estados y de sus empresas o la disoluci¨®n de sus matrimonios, y experimentar los consiguientes cambios de creencias, de nacionalidad, de profesi¨®n, de familia y hasta de sexo, ya que cada cual est¨¢ obligado a reiniciarse cada poco tiempo en todos los ¨¢mbitos para poder sobrevivir como propagandista infatigable de s¨ª mismo.
El lapso que dura una vida humana ¡ªnotablemente aumentado en los ¨²ltimos a?os¡ª se ha convertido hoy, en nuestro r¨¦gimen de obsolescencia galopante dominado por el corto plazo, en lo m¨¢s duradero que puede encontrarse sobre la tierra, y en la referencia ¨²ltima de todas las entidades "sobrehumanas" en las que en otros tiempos se buscaba amparo.
La cultura digital es en su mayor¨ªa un servicio de ¡®low cost¡¯ que no puede disimular sus defectos
Desde este punto de vista, es del todo coherente que la cultura digital, que es por definici¨®n la m¨¢s individualizada y adaptada a este r¨¦gimen, tienda a configurarse de tal modo que fenezca toda ella cada vez con cada individuo, pues la perpetuidad es ahora vista como un horripilante disvalor. Que de esta manera nos hagamos conscientes de que, por mucho que intentemos disimularlo, para nosotros no hay nada m¨¢s largo que la vida, es algo que tiene implicaciones existenciales y hasta filos¨®ficas muy relevantes.
Pero ello no nos impide observar que, hoy por hoy, la mayor¨ªa de los ordenadores est¨¢n a¨²n conectados a una impresora (esa cosa mec¨¢nica, ruidosa y terrible que siempre se estropea cuando lo virtual se dispone a desembocar en lo real), es decir, que todav¨ªa, aunque sea como obsolescencias en peligro de extinci¨®n, existen estructuras pol¨ªtico-jur¨ªdicas "anal¨®gicas". Las pr¨¢cticas jur¨ªdicas (no las tecnol¨®gicas) de las empresas digitales que imponen a sus clientes condiciones leoninas nos muestran una vez m¨¢s hasta qu¨¦ punto la cultura digital es en su mayor¨ªa un servicio de low cost (con los mismos vicios de las aerol¨ªneas as¨ª etiquetadas) cuyo comportamiento econ¨®mico no puede disimular sus muchos defectos con la supuesta brillantez de sus tecnolog¨ªas. Porque todav¨ªa no somos p¨¢ginas de Facebook.
Babelia
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