Un epistolario de obligada lectura
La correspondencia entre Am¨¦rico Castro y Marcel Bataillon no solo revela el alcance de estas figuras. sino que da pie a profundizar en la lectura del 'Quijote', 'La Celestina' y otras obras
La publicaci¨®n del Epistolario (1923-1972) de Am¨¦rico Castro y Marcel Bataillon, con una excelente introducci¨®n de Francisco Jos¨¦ Mart¨ªn, nos depara la inapreciable oportunidad de conocer los acuerdos y desacuerdos, sinton¨ªas y divergencias existentes entre dos grandes figuras cuyas obras, La realidad hist¨®rica de Espa?a y Erasmo y Espa?a, ejercieron una influencia decisiva en mi formaci¨®n cultural y literaria a comienzos de los a?os sesenta del pasado siglo. Sus cartas trazan dos vidas paralelas, en las que la amistad forjada por la estima rec¨ªproca no excluye enfrentamientos metodol¨®gicos y conceptuales sobre el ser y el vivir de la historia.
Marcel Bataillon, elevado tras sus magistrales estudios a la cima del hispanismo franc¨¦s, goz¨® del consenso de lo que su corresponsal denomina, no sin iron¨ªa, ritualidad nacional: ¡°Un universitario franc¨¦s es como un miembro de las antiguas ¨®rdenes religiosas. Hac¨ªa falta un especial modo de ser para echarlo todo a rodar. Yo me sal¨ª del convento hace a?os. No creo que usted lo haga¡±.
La publicaci¨®n de Espa?a en su historia en 1948, m¨¢s all¨¢ de la sonada pol¨¦mica con S¨¢nchez Albornoz, concit¨® contra Castro la casi unanimidad hostil de sus colegas del ramo, desde los representantes m¨¢s conspicuos del reba?o nacional-cat¨®lico y de los defensores de la milenaria identidad hisp¨¢nica sin moros ni jud¨ªos de Men¨¦ndez Pidal y sus disc¨ªpulos, a las de los hispanistas franceses de enfoques tan diversos como los de Braudel, R¨¦vah y Pierre Vilar, con la notable excepci¨®n de Baruzi y Sarrailh. Conforme Castro documentaba y a?ad¨ªa nuevos argumentos a su concepci¨®n de una Espa?a de ¡°occidentalidad matizada¡± por el mudejarismo de los primeros siglos de las literaturas castellana y catalana y por el papel fundamental de las castas en el vivir y desvivirse de nuestros compatriotas a lo largo de los siglos XV, XVI y XVII (Aspectos del vivir hisp¨¢nico, Origen, ser y existir de los espa?oles, De la edad conflictiva), la brecha abierta entre ¨¦l y quienes, ¡°eruditos a secas¡±, ve¨ªan amenazadas las bases de su saber (el de una Espa?a ib¨¦rica, romana y visigoda), se convirti¨® en un abismo insalvable.
Don Am¨¦rico ¡ªas¨ª lo llam¨¢bamos quienes tuvimos la suerte de tratarlo¡ª viv¨ªa en una ¡°situaci¨®n de fortaleza asediada¡±, ¡°aplastado por los de ac¨¢, los de all¨¢ y los de acull¨¢¡± (desde Eugenio Asensio y Leo Spitzer a Otis Green) y, a momentos, sus cartas son casi una llamada de socorro a un amigo cuya honradez y amplitud de miras le convierten en su salvavidas en medio del oleaje encrespado de los profesionales del gremio. Exiliado total, enfrentado a los divulgadores del credo cat¨®lico o del dogmatismo marxista, recuerda a su amigo que ¡°lo que para usted es fuente de conocimiento, para m¨ª es vida total, mi vida¡±. Ha tenido la mala suerte, le escribe, de descubrir una verdad que contradice la fundada tan s¨®lo en leyendas o esquemas abstractos, de reflexionar ¡°sobre cosas que esperan ser escritas desde hace mucho¡±, pero que nadie ha tenido el valor de plasmar en una nueva visi¨®n de lo que fuimos y de alg¨²n modo somos a¨²n. Aferrado a la validez de sus pensamientos ¡ª¡°los hechos y documentos valen como meros s¨ªntomas o indicios de una realidad vital m¨¢s profunda, la forma de la vida de la historia, de cada historia particular¡±¡ª, don Am¨¦rico hab¨ªa asumido con hero¨ªsmo ¡ªaunque a menudo con enfado o c¨®lera¡ª su condici¨®n de oveja negra: ¡°Cuanto m¨¢s solo me dejen, m¨¢s densidad y madurez adquirir¨¢n las realidades de mi historiograf¨ªa¡±. Semejantes a un movimiento s¨ªsmico del que es el epicentro o a una piedra arrojada en la lumbre quieta del agua, sus ideas se han ido abriendo paso en el mundo hisp¨¢nico y en el hispanismo europeo y americano pese a la tenaz resistencia y ninguneo de nuestros programadores culturales, para quienes no corre el tiempo. Como resume con precisi¨®n Francisco Jos¨¦ Mart¨ªn en su pr¨®logo, ¡°la publicaci¨®n de Espa?a en su historia fue como las 95 tesis clavadas por Lutero a la puerta de la catedral de Wittenberg. No hab¨ªa vuelta atr¨¢s. Los grandes sacerdotes de la historia oficial del nacionalismo espa?ol y los principales oficiantes del canon del hispanismo cerraron filas y condenaron sin apelaci¨®n posible¡±.
A momentos, las cartas de Am¨¦rico Castro son casi una llamada de socorro a un amigo cuya honradez y amplitud de miras le convierten en su salvavidas
Las respuestas de Bataillon a Castro ¡ªpasado el periodo lejano de su relaci¨®n de disc¨ªpulo a maestro, del joven hispanista de los a?os veinte al autor de El pensamiento de Cervantes¡ª muestran la grandeza y honestidad de un intelectual que, m¨¢s all¨¢ de las diferencias entre sus planteamientos historiogr¨¢ficos, advierte la fuerza innovadora de las ideas de su amigo, ¡°de un autor, como usted, cuyo pensamiento est¨¢ en constante elaboraci¨®n¡± y cuyo ejemplo ¡°es una incitaci¨®n a sacudir los mortales h¨¢bitos de repetici¨®n que trae consigo la segunda ense?anza especializada¡±.
En el momento en que arrecian las descalificaciones y ataques a don Am¨¦rico, ya por parte de historiadores m¨¢s o menos relacionados con Bataillon, ya por meros plum¨ªferos del servicio del franquismo como Gonzalo Fern¨¢ndez de la Mora, el autor de Erasmo y Espa?a y de tantos aguijadores ensayos sobre El Lazarillo y El viaje de Turqu¨ªa, o Las Casas, le aconseja ahorrar energ¨ªas en vez de replicar a quienes no lo merecen pues, como dijo Manuel Aza?a, ¡°a partir de cierta edad se aprende a dejar en paz a los necios¡±.
Ello origina un intercambio de cartas que es para m¨ª el momento culminante del Epistolario. Al argumento pro domo de Castro:
¡°En cuanto mi necesidad de enfrentarme con tanta mala gente, es probable que nuestro diferente modo de ver provenga de no partir del mismo punto de vista. Ud., perteneciente a un pa¨ªs con una historia hecha, quiz¨¢ no comprenda lo que es formar parte de una comunidad humana sin noci¨®n de qui¨¦n es. Se trata de ver si es posible que un pueblo se despierte, se trata de poner historia en un lugar de mentira y mitolog¨ªa¡±.
Bataillon responde con una comprensi¨®n admirable, a la altura de su persona y saber:
¡°A fin de cuentas sufro con ud. cuando le reprochan que demuestra mal, con textos que no son tan espa?oles como ud. piensa, o con hechos no tan espec¨ªficamente espa?oles como ud. cree, sus grandes teor¨ªas de la Espa?a de las tres castas. Estas ideas para m¨ª no son tan s¨®lo las de un viejo amigo que las defiende heroicamente sino que son verdaderas de una verdad profunda que todav¨ªa es necesario aclarar, pero que no se pod¨ªa difundir sin un talento y un genio como el suyo¡±.
Para el creciente n¨²mero de seguidores de don Am¨¦rico o sensibles a sus ideas fecundas ¡ªde Ferrater Mora a Gaos, de un arrepentido La¨ªn Entralgo a Paulino Garagorri, pasando por el n¨²cleo de historiadores o amantes de nuestra literatura, sin las anteojeras de la grey agrupada en torno al canon, como M¨¢rquez Villanueva, Sicroff, Gilman, Jim¨¦nez Lozano, Rodr¨ªguez Pu¨¦rtolas y otros que no cabe citar aqu¨ª¡ª, la resistencia a aquellas de los medios universitarios de la Pen¨ªnsula son el mejor ejemplo de ¡°los mortales h¨¢bitos de repetici¨®n¡± antes citados y del hecho de que en nuestras aulas las ideas se heredan sin ponerlas en tela de juicio. El ¡°lejos de nosotros la peligrosa novedad de discurrir¡± planea todav¨ªa sobre el alma mater.
No obstante, el goteo incesante de actas y documentos que muestran la justeza del planteamiento castriano, cuando sus denostadas ¡°intuiciones¡± acerca del origen converso de Vives y Teresa de ?vila se ven corroboradas por pruebas documentales fehacientes, el negacionismo no cede o se reduce, Le Pen dixit, a mero ¡°detalle¡±. Pero quienes pensamos por nuestra cuenta y no ocultamos lo que contradice la norma inmutable del gremio, gracias a don Am¨¦rico podemos leer hoy La Celestina ¡°fuera de la dehesa de las moralizaciones sin belleza¡± y el Quijote, como la obra desestabilizadora de todas las creencias y g¨¦neros de un cristiano nuevo cuyo h¨¦roe come ¡°duelos y quebrantos¡± los s¨¢bados y cuyo supuesto cronista es un morisco. Han dejado de ser la papilla insulsa que nos hicieron ingerir y se han convertido en obras vivas que nos esclarecen en medio del ¡°caos y mucha canaller¨ªa (que) rigen este mundillo de hoy¡±: el de la supuesta Creaci¨®n divina tildada por Celestina, la Vieja, de Feria y Mercado ¡ª?el dios Mercado que nos gobierna!¡ª y a la que el asno del que nos habla Mateo Alem¨¢n roc¨ªa desde?osamente ¡°con lo suyo¡±. ?No fueron ellos acaso los precursores de nuestros actuales indignados? Quien sepa leer con provecho nuestras mejores obras responder¨¢ que s¨ª.
Epistolario. Am¨¦rico Castro y Marcel Bataillon (1923-1972). Edici¨®n de Simona Munari. Introducci¨®n de Francisco Jos¨¦ Mart¨ªn. Biblioteca Nueva. Madrid, 2012. 448 p¨¢ginas. 22 euros.
Gracias a don Am¨¦rico podemos leer hoy La Celestina ¡°fuera de la dehesa de las moralizaciones sin belleza¡±
Babelia
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