Rosemarie Mulcahy, historiadora del arte espa?ol
Deja escritas varias obras maestras, referencias imprescindibles en su ¨¢mbito
?¡®IN MEMORIAM¡¯
Rosemarie Mulcahy tendr¨ªa que haber hablado sobre los retratos cortesanos de Antonio Moro y Alonso S¨¢nchez Coello el pr¨®ximo 13 de noviembre en el Museo del Prado, dentro del ciclo de conferencias que, bajo la direcci¨®n de Francisco Calvo Serraller, organiza cada oto?o ¡ªen admirable y ya arraigada iniciativa¡ª la Fundaci¨®n de Amigos del Prado. Este a?o el ciclo lleva el t¨ªtulo de Maestros en la sombra, y Rosemarie Mulcahy, tan formal siempre en todo, no podr¨¢ cumplir su compromiso. El pasado d¨ªa 5 falleci¨® s¨²bitamente en Dubl¨ªn, su ciudad natal y de residencia, a consecuencia de un derrame cerebral, y cuando estaba preparando con ilusi¨®n un viaje a Londres para asistir el d¨ªa 19 a la inauguraci¨®n en el Museo Brit¨¢nico de la exposici¨®n de dibujos espa?oles. Con su muerte desaparece una brillante estudiosa del arte espa?ol del Renacimiento, y quienes la tratamos sufrimos la p¨¦rdida de una mujer inteligente, amigable y de gran calidad humana, profundamente enamorada de Espa?a, pa¨ªs que conoc¨ªa bien y visitaba con frecuente regularidad, m¨¢s de una vez en compa?¨ªa de su marido, el arquitecto y pintor Se¨¢n Mulcahy, que la sobrevive.
Rosemarie, nacida Rosemarie Scully, estudi¨® en el prestigioso University College de Dubl¨ªn (UCD), donde se doctor¨® con una tesis sobre la pintura de Juan Fern¨¢ndez de Navarrete que m¨¢s tarde (en 1999) public¨® en forma de libro monogr¨¢fico. Nos conocimos en Londres a principios de 1974 como estudiantes, ya no adolescentes, de los cursos de posgrado en el Departamento de Historia del Arte del University College local (UCL). Pronto hicimos amistad, y Rosemarie, con la mordiente iron¨ªa que a veces dejaba escapar, me reproch¨® que, proviniendo yo de la tierra que hab¨ªa dado, con Italia, la mejor pintura del mundo, estuviera estudiando el arte brit¨¢nico del siglo XIX, incluidos los prerrafaelistas, ¡°esos coloristas de bazar¡±. Yo, por no quedarme atr¨¢s en el intento de remedar el ingenio de su paisano Oscar Wilde, le contestaba a mi vez que era una l¨¢stima que conociendo ella tan bien a los genios del cinquecento del sur de Europa, dedicara su elocuente erudici¨®n a Navarrete El Mudo. Le debo a ella, a su ciencia y a su paciencia, el haber descubierto en Juan Fern¨¢ndez de Navarrete El Mudo a un artista sumamente original, quiz¨¢ el m¨¢s veneciano de los espa?oles del siglo XV, y que si hubiera tenido una vida menos corta ¡°excus¨¢ranos de tanto italiano¡±, como dijo rotundamente de ¨¦l su autorizado coet¨¢neo fray Jos¨¦ de Sig¨¹enza.
Autora, entre otros libros y numerosos art¨ªculos publicados en Apollo, Burlington Magazine y Archivo Espa?ol de Arte, del cat¨¢logo razonado de la colecci¨®n de pintura espa?ola en la National Gallery de Dubl¨ªn, Rosemarie public¨® dos magistrales obras de referencia en su campo preferido de conocimiento: The decoration of the royal bas¨ªlica of El Escorial (1994), y Philip II of Spain, patron of the arts (2004). Era una gran dilettante, en el noble y primer sentido ingl¨¦s del t¨¦rmino; m¨¢s all¨¢ de la pintura cl¨¢sica y contempor¨¢nea, le apasionaban la novela actual y el cine, y aunque nunca quiso hacer carrera universitaria, disfrut¨® mucho, en 2009, de un semestre como profesora invitada en el Smith College estadounidense. Tuvo la suerte de ser reconocida, cosa que no siempre los espa?oles hacemos a tiempo, con la Cruz de la Orden de Isabel la Cat¨®lica, que se le concedi¨® en 2002, y en cierta ocasi¨®n la vi posar con la cruz puesta como una bella dama renacentista.
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