Corpus Barga, galgo aristocr¨¢tico con luz propia
El hombre que ayud¨® a Antonio Machado a cruzar la frontera de Francia en 1939 fue novelista, escribi¨® memorias, pero sus mejores p¨¢ginas eran los relatos de los lances en que fue protagonista en los momentos m¨¢s duros de la vida. A medias intelectual y hombre de acci¨®n, vivi¨® siempre comprometido con la libertad y la democracia
Ten¨ªa el nombre largo, de los que no caben en el carn¨¦ de identidad, Andr¨¦s Garc¨ªa de Barga y G¨®mez de la Serna. A este nombre y apellidos correspond¨ªa a su vez un porte distinguido, de gran galgo aristocr¨¢tico, con casa solariega en Belalc¨¢zar, C¨®rdoba, aunque hab¨ªa nacido en Madrid, en 1887, donde su padre ejerc¨ªa de vicepresidente de las Cortes. Su llegada a este mundo fue recibida con un gran volteo de campanas, debido a que era el D¨ªa del Corpus, dato que se a?adi¨® a su partida de bautismo. Por razones de espacio y buen gusto, a la hora de firmar sus art¨ªculos, qued¨® en Corpus Barga, cosa que no dej¨® de causarle alg¨²n quebranto ir¨®nico porque, siendo ya un gran caballero, nadie se atrev¨ªa a llamarle don Corpus, que parec¨ªa nombre de zarzuela o de comedia de los hermanos ?lvarez Quintero. Ni ¨¦l lo aceptaba.
De su larga biograf¨ªa queda fijado como momento estelar aquel en que ayud¨® a cruzar la frontera de Francia a Antonio Machado, en 1939, en medio de una multitud derrotada, que hu¨ªa hacia el exilio. Fue uno de tantos episodios m¨ªticos que vivi¨® este periodista, a medias intelectual y hombre de acci¨®n, el lance m¨¢s dram¨¢tico, pero no el m¨¢s rom¨¢ntico, puesto que a Corpus Barga, desde muy joven, siempre le adorn¨® un aire de ¨¢crata coronado de venenosas adelfas. Con quince a?os se embarc¨® de poliz¨®n a probar fortuna en Am¨¦rica de donde regres¨® con las manos vac¨ªas; luego particip¨® como reportero en el primer viaje en zepel¨ªn a trav¨¦s del Atl¨¢ntico, de Par¨ªs a Norteam¨¦rica, pasando por Brasil; durante la guerra espa?ola particip¨® con Andr¨¦ Malraux en la aventura de la aviaci¨®n republicana.
Comenz¨® siendo un adolescente superdotado, que ech¨® por la borda los estudios de ingeniero de Minas en cuanto conoci¨® de cerca las penalidades de los mineros de Pe?arroya adonde le envi¨® su padre para que conociera de cerca el oficio. Sol¨ªa ir con un criado a comprar pan por las tardes a una panader¨ªa de la calle de la Misericordia, junto a las Descalzas Reales, en la llamada Casa de Capellanes, un negocio de la familia Baroja, donde se expend¨ªa una extra?a forma de pan importada de Viena. En esa panader¨ªa sol¨ªa coincidir con un se?or de larga barba y quevedos, con otro que solo lloraba por un ojo, con otro que era cojo y con el pelo cortado a cepillo, personajes atrabiliarios de aquel Madrid de boteros de Solana. Poco despu¨¦s supo que esos personajes eran Valle-Incl¨¢n, P¨ªo y Ricardo Baroja. Se hicieron amigos. A partir de ese momento no ces¨® de abastecerse literariamente de la inspiraci¨®n que recib¨ªa de ellos. Se les ve¨ªa pasear juntos o sentados en las tertulias del caf¨¦ de Levante, el jovenzuelo como un ap¨¦ndice de los maestros, siempre aprendiendo. Embarcado en el periodismo, a los 19 a?os ya escrib¨ªa art¨ªculos en Los Lunes de El Imparcial al lado de las firmas m¨¢s prestigiosas. Al principio recib¨ªa la luz, como los planetas, de los grandes nombres en cuya ¨®rbita estableci¨® su vida. Baroja le dijo un d¨ªa: ¡°Corpus, mira mi cr¨¢neo, ya no tiene pelo y me duelen las r¨®tulas; en cambio t¨² tienes elegancia y distinci¨®n en el tipo, una gran fortaleza f¨ªsica y puedes hacer una gran carrera, toma, lee este libro, es Gorki, aqu¨ª no le conoce nadie todav¨ªa¡±.
Dio testimonio del olor a azufre que empezaba a despedir Europa, la Rusia de la revoluci¨®n, el Berl¨ªn de 1930, la Espa?a de la Rep¨²blica y la guerra¡
Eran los tiempos en que Azor¨ªn escrib¨ªa un art¨ªculo diario de noche en la redacci¨®n de El Pa¨ªs durante un a?o sin cobrar una peseta. Los mejores seg¨²n su opini¨®n, unidos al hambre canina. Corpus Barga era un se?orito que, como es l¨®gico, militaba en el anarquismo, no s¨®lo literario, tambi¨¦n en el que se expend¨ªa en las covachas, perfumado de dinamita, entre la conspiraci¨®n y el sue?o de la acci¨®n directa. La reacci¨®n que provoc¨® el atentado mortal contra Canalejas le forz¨® a poner tierra de por medio. Se estableci¨® en Par¨ªs donde vivi¨® desde 1914 hasta 1948. En Par¨ªs se constituy¨® en c¨®nsul literario, acompa?ante, anfitri¨®n y gu¨ªa de los escritores espa?oles famosos que ca¨ªan por all¨ª, Baroja, Unamuno, Valle-Incl¨¢n, Ortega y Gasset, Blasco Ib¨¢?ez y su sobrino Ram¨®n G¨®mez de la Serna. ?A qui¨¦n no conoci¨® Corpus Barga? No eras nadie si Corpus Barga no hab¨ªa escrito sobre ti. Trat¨® a Colette, a Maiakovski, a Ily¨¢ Ehrenburg, a Kerenski, a Trotski, a las marquesas proustianas que abr¨ªan salones Saint Germain; participaba en las tertulias de la Rotonde con Modigliani, Apollinaire, Cocteau y Picasso. Desde Par¨ªs hac¨ªa descubiertas como enviado de El Sol, La Correspondencia de Espa?a, El Intransigente, El Radical y de La Naci¨®n, de Buenos Aires. Sin perder su aire aristocr¨¢tico dio testimonio del olor a azufre que empezaba a despedir Europa, la Rusia de la Revoluci¨®n sovi¨¦tica, el Berl¨ªn de 1930 con la ascensi¨®n de los nazis, la marcha sobre Roma de Mussolini, la Espa?a de la Rep¨²blica y la guerra.
En uno de los viajes a Espa?a en 1917 fue detenido por aventar la huelga revolucionaria con sus art¨ªculos, aunque no hab¨ªa participado en la revuelta. Lo encerraron en un acorazado en aguas de Bilbao e imbuido por la literatura ¨¢crata trat¨® de convencer al capit¨¢n para que se hiciera a la mar en conquista de la libertad. Durante su paso por la capital de Espa?a se un¨ªa a los lances rom¨¢nticos de Valle-Incl¨¢n y de Ricardo Baroja, cuando se disfrazaban de frailes capuchinos y se iban de noche a pasear por el cementerio de San Mart¨ªn donde fing¨ªan azotarse al pie de las tumbas.
Siempre comprometido con la libertad y la democracia, durante la Rep¨²blica jug¨® del lado de Aza?a, pero su nombre iba siempre unido a los casos m¨¢s sonados de la pol¨ªtica y de la literatura. Fue novelista, escribi¨® memorias, pero sus mejores p¨¢ginas eran los relatos de los lances en que fue protagonista en los momentos m¨¢s duros de la vida. Corpus hab¨ªa colaborado en salvaguardar de las bombas el Museo del Prado durante la guerra y luego acompa?¨® a Las meninas hasta el refugio en Ginebra, pero su momento estelar lo constituye el hecho de haber ejercido de eficiente samaritano con Antonio Machado a la hora de cruzar la frontera de los Pirineos hacia el exilio. En este camino de la amargura, desde Barcelona hasta Portbou, entre la riada de espa?oles derrotados que arrastraban carretas con colchones y enseres de m¨ªnima subsistencia, Antonio Machado no pronunci¨® nunca una sola queja, ninguna maldici¨®n. En las paradas, sentado con el bast¨®n entre las piernas, hablaba de Fray Luis, de Valle-Incl¨¢n, de los cl¨¢sicos latinos, recordaba historias de las tertulias en Madrid, en Par¨ªs, tal vez llevaba en la memoria el sol de su infancia en Sevilla, mientras las tropas de Franco bombardeaban a la gente que corr¨ªa despavorida por las cunetas, en medio de un enorme atasco de coches. A los gendarmes que les detuvieron en la frontera, Corpus les explic¨® qui¨¦n era aquel anciano. ¡°Es nuestro Paul Val¨¦ry¡±, les dijo. A continuaci¨®n se encarg¨® de agilizar los papeles con llamadas a Par¨ªs. Pasaron una noche en un vag¨®n en v¨ªa muerta en la estaci¨®n de Cerb¨¨re. A instancia de Corpus Barga la Embajada de la Rep¨²blica en Par¨ªs quiso hacerse cargo de todos los gastos, pero Machado, en compa?¨ªa de su madre y de su hermano Jos¨¦, prefirieron quedarse en Collioure, en una pensi¨®n donde el poeta y su madre, una viejecita casi agonizante, tuvieron que dormir varios d¨ªas en la misma cama. Murieron uno tras otro, a los pocos meses. Corpus Barga todav¨ªa vivi¨® muchos a?os, ejerciendo un magisterio lejano. Se exili¨® a Per¨² en 1948 y en Lima fund¨® una escuela de periodismo. Muri¨® en 1975.
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