El creador de magia
Prol¨ªfico, autodidacta y muy viajero desde su adolescencia, Marc Newson ha estampado su firma en zapatillas, bicicletas, relojes, maletas, aviones, bares o piezas ¨²nicas, lo que le convierte en un dise?ador inclasificable.
Ning¨²n dise?ador vivo ha visto lo que el australiano Marc Newson (Sidney, 1963): c¨®mo pagaban 2,1 millones de d¨®lares por una chaise longue que ide¨® para homenajear a Le Corbusier. Cuando ¨¦l mismo la construy¨®, hace dos d¨¦cadas, le pareci¨® un logro venderla por 3.000 d¨®lares a una galer¨ªa de Sidney. La historia de la antropom¨®rfica Lockheed Lounge resume la historia del design art, el dise?o m¨¢s escult¨®rico que funcional que se vende en galer¨ªas de arte.
Pero Newson es mucho m¨¢s que eso. Polifac¨¦tico e insaciable, ¨¦l atribuye su osad¨ªa y su frescura a los viajes, al a?o en que, siendo un adolescente y cargando una mochila, acompa?¨® a su madre en el InterRail europeo. Tambi¨¦n cree que influyeron en su atrevimiento los cursos de joyer¨ªa que realiz¨® cuando era un p¨¦simo estudiante. Pero su infancia tiene tambi¨¦n una deuda con sus abuelos maternos: cuando su padre abandon¨® a su madre adolescente, su abuelo se convirti¨® en una especie de figura paterna.
¡°Cuando era peque?o me encantaba ser diferente¡±, explica Newson de vacaciones en Grecia, el lugar de donde parti¨® aquel abuelo cuando emigr¨® a Australia en la primera mitad del siglo XX. Los ni?os odian ser diferentes. ?Por qu¨¦ le gustaba a ¨¦l lo contrario? ?Quer¨ªa ser famoso? ¡°Era m¨¢s bien cuesti¨®n de aceptar lo que era. Hijo de una mujer de 18 a?os y sin padre, estaba claro que era diferente, lo mejor era asumirlo. Hacerlo me dio fuerza. No s¨¦ si quer¨ªa ser famoso, pero s¨¦ que de ni?o era ya muy creativo y eso tambi¨¦n me hac¨ªa distinto¡±, explica. ¡°Es extra?o que alguien te anime a ser creativo cuando eres un ni?o. Normalmente se asocia la creatividad infantil al escapismo, a no querer hacer lo que toca, a la desobediencia, y se intenta limitar, pero yo ten¨ªa campo libre. Me di cuenta de que no quer¨ªa tener una vida corriente y mon¨®tona, con un horario fijo¡±.
Uno no se enriquece dise?ando para los fabricantes con mejor reputaci¨®n, pero desarrollas tu credibilidad, y eso ayuda
Newson recuerda que su abuelo cambiaba constantemente de trabajo: pasaba de ser dependiente a jardinero. Ese aparente desorden sirvi¨® para ordenarle a ¨¦l las ideas: se acostumbr¨® al movimiento y a la falta de rutina. Todav¨ªa hoy, con 49 a?os, no le atrae la tranquilidad de una vida organizada. ¡°Me gusta que la gente controle sus vidas, no que se las controlen los h¨¢bitos y las costumbres. Por eso, ya de ni?o, me atra¨ªa experimentar, probar y averiguar qu¨¦ era lo que me gustaba¡±. Ese af¨¢n encontr¨® en los viajes el terreno abonado para crecer. Y, en ese ¨¢mbito, Newson se vacun¨® pronto: ¡°Salir de tu zona de confort te abre los ojos, te permite comprender c¨®mo la gente soluciona los mismos problemas de maneras diversas¡±, explica.
Los viajes con su madre comenzaron siendo ¨¦l adolescente. Ten¨ªa 12 a?os cuando dedic¨® un a?o entero a viajar por Europa. Hoy en d¨ªa, esa decisi¨®n materna le sigue pareciendo lo m¨¢s normal: ¡°Mi madre iba a cumplir treinta a?os y, al tenerme tan joven, pens¨® que no hab¨ªa visto el mundo¡±. As¨ª que se hicieron con dos mochilas y compraron billetes para, de tren en tren, recorrer muchos de los pa¨ªses del planeta. ¡°No ten¨ªamos mucho dinero. Nos hartamos de comer pan. Nos quedamos varias veces sin blanca y una persona muy amable nos dej¨® dinero, un cura, por cierto¡±, recuerda sonriendo.
Esa escuela impagable convirti¨® al adolescente en cosmopolita. Vivir luego en Tokio y en Se¨²l ¨Ccon el nuevo marido de su madre¨C hizo despegar al hombre de mundo que es hoy Newson. El hambre por conocer, por experimentar y por comerse el mundo le dio energ¨ªa para probar y resistir. El bagaje de una infancia diferente le permiti¨® acumular contenido para tener algo que contar. El resultado fue que con 25 a?os expon¨ªa en Tokio los muebles antropom¨®rficos que ¨¦l mismo fabricaba. La revista Domus le dedic¨® un reportaje. Era 1990 y comenz¨® a trabajar para fabricantes a los que aspiran los grandes del dise?o. Con 27 a?os ya hab¨ªa dado el salto a Mil¨¢n y dise?aba para Cappellini, y algo m¨¢s tarde, para Moroso.
¡°Uno no se enriquece dise?ando muebles para los fabricantes con mejor reputaci¨®n, pero desarrollas credibilidad y eso te permite hacer luego otras cosas¡±, dice. Newson denuncia hoy que a los dise?adores se les usa para fines promocionales m¨¢s que para que hagan su trabajo: ¡°Es una moneda con dos caras. Los j¨®venes dise?adores se pueden beneficiar de los peque?os productores y del reconocimiento que reciben lo que ellos eligen, pero, al final, el mundo de las famosas productoras de dise?o como Cappellini o Moroso no es real. No sirve para pagar las facturas. Uno no puede vivir de ello. Para los j¨®venes dise?adores es un reto, un sendero que deben transitar, algo que deben hacer. Pero los beneficios son de experiencia y de curr¨ªculo, nada m¨¢s¡±, desvela.
Cuenta Newson que, cuando ¨¦l empez¨® a trabajar, la industria en Italia era algo relativamente sano. ¡°Hoy las peque?as empresas te hacen dise?ar para mostrar novedades en las ferias. Pero no producen muchos de esos dise?os y, claro, t¨² no cobras¡±, advierte. Aunque admite que la manera de tener ¨¦xito pasa por cooperar con estas compa?¨ªas, piensa que ¡°si uno quiere crecer como dise?ador, debe abandonar a los productores de muebles de dise?o y ponerse a trabajar para la industria general. La industria es el mundo real, el aut¨¦ntico reto¡±. Newson a?ade: ¡°He trabajado mucho para compa?¨ªas que son grandes en imagen y peque?as en producci¨®n¡±. ?El mundo en crisis cambiar¨¢ esa estrategia? ¡°En los productos para todos est¨¢ el verdadero reto. Pero en los productos minoritarios es donde se puede arriesgar¡±, explica. Tal vez por eso, ¨¦l vive con naturalidad esa bicefalia que le lleva a vender a la vez en galer¨ªas de arte y en supermercados.
Es raro que alguien te anime a ser creativo de ni?o. Normalmente se intenta limitar, pero yo tuve campo libre
El australiano admite una parte biogr¨¢fica en sus trabajos. Fue padre hace tres a?os, lo volvi¨® a ser hace uno y no ha dejado de dise?ar mobiliario para ni?os. ¡°No ves los problemas hasta que los tienes delante. Y en ese sentido, la compa?¨ªa Magis [que produce los muebles infantiles que ¨¦l dise?a pensando en sus hijas] es una excepci¨®n: invierte, es una verdadera industria. Su naturaleza es arriesgar. Y el resultado es una compa?¨ªa muy exitosa¡±.
Newson tambi¨¦n ha probado suerte en la moda, y eso tambi¨¦n lo hace singular. La pasarela no es un terreno c¨®modo para los dise?adores. El mundo del dise?o asocia moda a temporalidad m¨¢s que a creatividad, pero Newson le ha sabido encontrar el lado positivo: la eficacia y la rapidez. Desde hace dos d¨¦cadas, idea colecciones para G-Star. Empez¨® dibujando un par de vaqueros y qued¨® fascinado por la capacidad de respuesta de esa industria. ¡°Soy muy impaciente, y ver c¨®mo lo que dise?as se transforma en realidad tan r¨¢pido resulta impresionante¡±.
Pero hay m¨¢s que vaqueros: botellas de Dom P¨¦rignon, sartenes para Tefal, maletas para Samsonite, gafas para Lanvin, c¨¢maras de fotos para Pentax y, por supuesto, piezas ¨²nicas en el inagotable curr¨ªculo de este dise?ador: aviones, yates, lanchas motoras, bicicletas, coches¡ y la direcci¨®n art¨ªstica de la aerol¨ªnea australiana Qantas.
Philippe Starck le abri¨® a Newson una de las puertas m¨¢s importantes. Corr¨ªa el a?o 1989 cuando recomend¨® al promotor Iam Schrager ¨Cel ide¨®logo de los hoteles boutique¨C que comprara una de las chaises loungues Lockheed Lounge de Newson para el hotel Paramount que hab¨ªa dise?ado en Nueva York. Era el principio de la famosa cama de d¨ªa. Hoy ya conocen el precio que alcanz¨® en la ¨²ltima subasta. Y ha quedado claro que Starck le hizo tambi¨¦n un favor a Schrager. ¡°Menuda inversi¨®n¡±, ironiza Newson.
?Pagar 2,1 millones de d¨®lares por una cama de d¨ªa es una locura? Si lo comparas con el mercado del arte, es insignificante
?El mundo se ha vuelto loco al pagar 2,1 millones de d¨®lares por una cama de d¨ªa? ¡°No digo que no sea una locura, pero si lo comparas con el mercado del arte, es insignificante¡±, opina. ?l no recibe ni un c¨¦ntimo de esas cantidades. ¡°Que el precio aumente me ayuda de muchas maneras, pero no gano dinero con el aumento del valor de mis piezas, claro. La dise?¨¦ hace 25 a?os en producci¨®n limitada y ahora ella tiene vida propia. A todos los artistas del mundo les sucede lo mismo: si su trabajo tiene ¨¦xito, se convierte en una buena inversi¨®n¡±. A d¨ªa de hoy, Newson ni siquiera se siente representado por la famosa tumbona: ¡°Representa solo una parte de m¨ª que cada vez es m¨¢s peque?a¡±.
El hambre abre caminos. Leer el libro que Taschen ha editado con sus obras completas (Marc Newson: Works) revela que un tipo como ¨¦l podr¨ªa haberse dedicado a cualquier cosa, porque por encima de todo ten¨ªa una obsesi¨®n: llegar a ser algo. ¡°Crecer en Australia proporciona, por un lado, limitaciones, pero por otro, oportunidades, y s¨ª, creo que, visto con perspectiva, fui un joven con hambre de ¨¦xito¡±. Lo m¨¢s dif¨ªcil del camino hacia la cima para un dise?ador es ¡°la constante ansiedad que genera tener que convencer a alguien para que te deje hacer las cosas de la manera que piensas que se deben hacer¡±, explica. Asegura que le resulta m¨¢s dif¨ªcil convencer a los clientes hoy. ¡°Incluso si eres el dise?ador m¨¢s famoso del mundo ¨Cy no digo que lo sea¨C, hay gente que no te cree cuando hablas. Por eso sigo so?ando con un cliente que me diga siempre s¨ª¡±.
A pesar de su infancia singular, de su suerte excepcional y de sus m¨²ltiples logros, Marc Newson se considera una persona normal. ¡°Los ¨¢rboles no permiten ver el bosque y es muy dif¨ªcil conseguir tener perspectiva. Sin embargo, la de dise?ador es, todav¨ªa, una profesi¨®n muy democr¨¢tica¡±, argumenta. Explica que estar en la cima del dise?o es muy diferente de estarlo en la del arte o en la de la arquitectura. ¡°Los artistas famosos pasan a tener una vida irreal. Los arquitectos en la cima son casi pol¨ªticos. Pero nosotros, los dise?adores, seguimos siendo personas corrientes. No nos cuesta mantener los pies en el suelo. Nadie me reconoce por la calle. Nada me recuerda en la cotidianidad del d¨ªa a d¨ªa el nivel de ¨¦xito profesional que pueda tener. Tal vez por eso me considero afortunado, pero me siento como siempre, como una persona normal¡±.
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