Los McGuffin
El abstruso tuit de un desconocido dec¨ªa: ¡°Regres¨¦ al post que dej¨¦ en mi esmarfon¡±. El mundo se acaba, pens¨¦. Y cruc¨¦ los dedos, como los primeros reyes romanos. Solo me calm¨¦ cuando quise creer que un esmarfon pod¨ªa ser un mcguffin. Pero no, result¨® que era un tel¨¦fono m¨®vil (smart- phone)construido sobre una plataforma inform¨¢tica con una mayor capacidad de computaci¨®n y conectividad que un m¨®vil convencional.
?Si s¨¦ qu¨¦ es un mcguffin? Mi amigo John William Wilkinson fue el primero en explic¨¢rmelo al contarme esta escena de dos tipos en un tren: ¡°?Podr¨ªa decirme qu¨¦ es ese paquete que hay en el maletero que tiene sobre su cabeza?¡±, pregunta uno. Y el otro contesta: ¡°Ah, eso es un mcguffin¡±. El primero quiere entonces saber qu¨¦ es un mcguffin y el otro le explica: ¡°Un mcguffin es un aparato para cazar leones en Escocia¡±. ¡°Pero si en Escocia no hay leones¡±, dice el primero. ¡°Entonces eso de ah¨ª no es un mcguffin¡±, responde el otro.
Un mcguffin bien paradigm¨¢tico lo hallamos en El halc¨®n malt¨¦s, el filme m¨¢s charlat¨¢n de toda la historia del cine. La trama de la pel¨ªcula de John Huston se centra en la en¨¦rgica y locuaz b¨²squeda de la estatuilla de un halc¨®n que fue el tributo que los Caballeros de Malta pagaron por una isla a un rey espa?ol. Pero al final, el codiciado halc¨®n que tanto ha dado que hablar y por el que tanta gente ha matado resulta ser solo el elemento de suspense que ha permitido avanzar a la historia.
Hitchcock fue el primero en llamarlos as¨ª; aparecen en bastantes de sus filmes, por ejemplo, en ¡®Psicosis¡¯
Con halcones malteses y mcguffins nos hemos cruzado en todas las esquinas de la vida. En Pulp fiction, de Quentin Tarantino, por ejemplo, hay un importante malet¨ªn que jam¨¢s sabemos qu¨¦ contiene. ?Y qu¨¦ decir del misterioso paquete que aparece en Barton Fink, de los hermanos Coen? ?O de la cajita que un chino muestra a Catherine Deneuve en el burdel de Belle de Jour (Bu?uel) y de la que tampoco llegamos a conocer nunca el contenido? ?Y no es la guerra civil el paquete, malet¨ªn, o m¨¢s bien el letal estuche de m¨¢s de un literato espa?ol?
Hitchcock fue el primero en llamar mcguffins a los mcguffins. Aparecen en bastantes de sus pel¨ªculas. En Psicosis, por ejemplo, la peripecia inicial de Janet Leigh acaba resultando irrelevante en la trama, pero cumple con la funci¨®n de dejarnos en estado de sobresalto permanente. En una l¨ªnea parecida estar¨ªan tantos y tantos episodios de Los Simpson, donde el preludio que abre cualquier filme de la serie poco se relaciona con el desarrollo posterior del cap¨ªtulo.
¡°?El mcguffin? En las historias de bribones siempre es un collar y en las de esp¨ªas, los documentos¡±, dec¨ªa Hitchcock. Y eso me recuerda que en el relato Los Papeles de Aspern, de Henry James, los documentos del escritor muerto ¡ªque intuimos que jam¨¢s el joven investigador encontrar¨¢¡ª son, por supuesto, unos perfectos mcguffins.
El primer mcguffin de mi vida creo haberlo detectado en Un maldito embrollo, de Pietro Germi, adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de una novela de Carlo Emilio Gadda. En ella, el comisario Ingravallo, cargado de caf¨¦s y perdido en el laberinto de su intrincada investigaci¨®n, hablaba de vez en cuando por tel¨¦fono con su santa esposa, a la que no ve¨ªamos jam¨¢s. ?Estaba Ingravallo casado con una McGuffin?
He de salir un momento porque tengo cita para el almuerzo, he quedado con los McGuffin. Me han asegurado que, justo antes de los postres, me revelar¨¢n ¡°el enigma del universo¡±, ese secreto que solo Falter (personaje de Nabokov) conoc¨ªa y no quer¨ªa transmitir a nadie desde que susurrarlo al o¨ªdo de su psiquiatra le costara la vida a este. Los McGuffin, matrimonio perfecto, han prometido comunicarme el secreto sin causarme trastorno ps¨ªquico. Y eso s¨ª, conf¨ªan en que todo quede entre nosotros. Ya les he dicho que por m¨ª no habr¨¢ problema, seguro. Despu¨¦s de todo, tres personas siempre pueden guardar un secreto si dos de ellas ya han muerto.
Babelia
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