El ¨¢lbum y la muerte
?Es el ¨¢lbum familiar una obra de arte? No cabe la menor duda. Pero ?una obra gr¨¢fica o una composici¨®n literaria? Una mezcla de las dos. De este modo en Huesca se expone estos d¨ªas una muestra con el certero t¨ªtulo de Narrativas dom¨¦sticas, cuya materia prima es el ¨¢lbum y su constante inspiraci¨®n.
De una parte, nada m¨¢s pr¨®ximo a la realidad que un conjunto de fotos caseras, sin pretensiones de trascendencia ni de creatividad. De otro, nada m¨¢s artificial que esa colecci¨®n que salta y resalta, sonr¨ªen casi invariablemente los personajes y se juntan azarosamente en las p¨¢ginas de un libro que apenas posee el hilo de sus vacilantes fechas. Un hilo fino y quebradizo puesto que las instant¨¢neas, como tales, sobrevuelan en microsegundos varios meses o a?os, captan una boda, una excursi¨®n, una boda, un viaje y, actualmente, casi cualquier momento de unos y otros: todos aquellos sujetos (la vecindad entera) que en esa circunstancia se halla parada y cerca de la c¨¢mara del m¨®vil.
Los ¨¢lbumes de la ¨¦poca preindustrial, cuando incluso era preciso desplazarse hasta el estudio del profesional para obtener la foto, eran como tesoros familiares porque en ellos solo entraba lo que hab¨ªa alcanzado un singular y festivo valor. Hoy, en cambio, los libros de ¨¢lbumes ser¨ªan tan copiosos como imposibles de almacenar. En consecuencia, es la misma c¨¢mara la que almacena las secuencias en el invisible contenedor del m¨®vil, donde se apilar¨ªa una profusa colecci¨®n cargada de trivialidad.
Casi nada se ha popularizado m¨¢s que la misma foto. Y acaso nada de este tipo inocente nos ha dominado m¨¢s. La compulsi¨®n a fotografiar sin raz¨®n ni pausa ha creado una suerte de histeria colectiva. Y lo fotogr¨¢fico se une a la experiencia de modo tan ¨ªntimo que no parecen capaces de existir la una sin la otra.
La fotograf¨ªa, al fin, es hoy el testimonio del menor suceso a tal grado que llega a ser la parte m¨¢s incuestionable de la experiencia. Porque ?c¨®mo transmitir mejor la belleza de un paisaje, de un banquete, un monumento, una novia, un nieto o un familiar? La belleza y la fealdad, el mal tiempo o el accidente acaban siendo avalados por la foto. La foto no es el motivo de vivir pero es casi imposible vivir del todo sin fotografiar.
??lbumes de fotos hoy? Los sucesos que antes lo constitu¨ªan y se presentaban como importantes cap¨ªtulos de la "narrativa dom¨¦stica" han sido ametrallados por un sinf¨ªn de microan¨¦cdotas. De este modo, la historia de la vida mediante fotos ha llegado a ser un continuum parecido a los d¨ªas sucesivos en los que ocurre algo o nada sin que se distingan demasiado entre s¨ª.
Pero ?y la muerte? ?Se fotografiar¨¢ ya tambi¨¦n la muerte? Claro que no. Antes, siendo el ¨¢lbum familiar, la gloria de la experiencia positiva exclu¨ªa naturalmente la enfermedad y la agon¨ªa. Pero hoy, la muerte, siempre con mucha m¨¢s autoridad que cualquier otro momento de la vida tendr¨ªa que hallarse recogida en el carrete llamado (precisamente) "virtual".
En la inteligente exposici¨®n de Huesca, patrocinada por su Diputaci¨®n, una artista brit¨¢nica Jo Spence tuvo la idea de fotografiarse a s¨ª misma a lo largo del plazo en que sufri¨® un c¨¢ncer y reflejar as¨ª c¨®mo ese maldito asesino fue deterior¨¢ndola. Muri¨® en 1992 y, obviamente, no ofreci¨® constancia de su rostro muerto, final indispensable del relato. Todos los ¨¢lbumes ayer y hoy son, en consecuencia, historias falsas. Cuentos de la vida sin su correspondiente muerte. Cromos sin su cronos terminal.
Un ¨¢lbum cl¨¢sico da siempre mucho que pensar. Da siempre mucho que sentir. En todo ¨¢lbum, el paso del tiempo nos traspasa de un velado dolor al recorrer sus p¨¢ginas. Ni las verbenas, los ba?os del verano o las manos entrelazadas de los enamorados nos animan. El ¨¢lbum nos mata. No hay foto de esa defunci¨®n privada pero, de hecho, el ¨¢lbum mismo alcanza su m¨¢ximo sentido para los otros cuando no existimos ya.
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