El adi¨®s esc¨¦nico de Trisha Brown
La core¨®grafa y bailarina norteamericana pionera de modernidades abandona las tablas tras m¨¢s de 50 a?os de trabajo creador
![Trisha Brown, core¨®grafa norteamericana, en una imagen de archivo.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/IOWGBHMW64QSAVVWDQD2ZWBEIY.jpg?auth=24e50147f902dcc4655b417208f7d2f1ffd33a430a5c53a324ced7ec72d447b4&width=414)
La gran dama de la danza posmoderna se retira; lo anunci¨® de manera discreta el pasado mes de diciembre y estas actuaciones en enero en la Brooklyn Academy of Music ser¨ªan las ¨²ltimas; con 76 a?os, har¨¢ dos danzas nuevas por ¨²ltima vez a la vez que se exhibir¨¢n algunos otros n¨²meros de su cat¨¢logo. Lo mires por donde lo mires, el anuncio de Trisha Brown (Aberdeen, Washington, 1936) no es una buena noticia, y al hilo surgen muchas preguntas. ?Un discurso que se agota? ?Un tiempo (art¨ªstico) que termina? ?Efectos del drama global? El t¨ªtulo del art¨ªculo de anteayer de Alistair Macaulay en The New York Times, en su po¨¦tica s¨ªntesis, abre la espita de la reflexi¨®n y de la especulaci¨®n: ¡°Danza pura, puro final¡±. Macaulay se pregunta c¨®mo debemos reaccionar las personas ligadas al mundo de la danza ante un anuncio similar al que ha hecho Philip Roth en la literatura. Hace menos de un a?o, el panorama de la gran danza moderna recibi¨® la otra fatal noticia del cierre de la compa?¨ªa de Merce Cunningham, pero es que Trisha est¨¢ muy viva. El peso de la edad, aunque se piense en ello, no es una total justificaci¨®n. Es verdad que surgen nuevos creadores, algunos ya encumbrados, y que han crecido a la sombra e influencia de personalidades como Brown y Cunnigham. Pero algo pasa. No son noticias que se acepten c¨®modamente, y es que, probablemente la intuici¨®n art¨ªstica habla de un cambio severo, de una transformaci¨®n radical del g¨¦nero.
Entre los a?os sesenta y setenta del siglo XX Trisha Brown sent¨® las bases de un vocabulario rupturista a ultranza, inconforme y remodelador. El posmodernismo la abraz¨® como su l¨ªder en materia de danza y por algo es ella, de una serie de nombres m¨¢s, la que ha quedado en cabeza. Sus obras siguen vi¨¦ndose con gran inter¨¦s y en los ballets de la ?pera de Par¨ªs o de la ?pera de Lyon (entre otras grandes sedes de danza) de vez en cuando, se ponen en cartel t¨ªtulos suyos. No es exagerado decir que el valor real de su obra trasciende los g¨¦neros. Es un tipo de laurel reservado no s¨®lo a los grandes, sino tambi¨¦n a quienes dejan un sello distintivo en la evoluci¨®n del arte; Trisha tiene esa especificidad. Desde hace m¨¢s de 50 a?os baila, pero desde hace 30 es imprescindible para el g¨¦nero.
Core¨®grafos actuales como David Gordon, Mark Morris y Stephen Petronio citan con orgullo su influencia entre maternal y estil¨ªstica. Se trata de unas variaciones que van m¨¢s all¨¢ del lenguaje y pasan a la po¨¦tica esencial, pues Trisha ha sido adem¨¢s, una encendida defensora del an¨¢lisis cor¨¦utico y de la fluidez de presentaci¨®n, dos factores capaces de afectar la estructura coreogr¨¢fica, de dotarla y de elevarla. Es estos juegos de laboratorio vital entra la tecnolog¨ªa, a la que siempre ha estado muy abierta Brown, desde el sonido (las m¨²sicas posibles) a los registros (cinematogr¨¢fico o videogr¨¢fico). Y ha estado cerca de los grandes de diversas tendencias, con todos establec¨ªa una comunicaci¨®n aparentemente f¨¢cil, pero que sobre todo es honesta y decidida: pintores como Robert Rauschenberg; performer de la m¨²sica como Laurie Anderson; estrellas del ballet como Mikhail Baryshnikov.
Trisha cont¨® en una entrevista como lleg¨® a Nueva York en 1961 con las ideas no muy claras. La ciudad se lo dio todo despu¨¦s, ese caldo de cultivo algo turbio pero siempre prometedor. Menos de 10 a?os despu¨¦s, ya fund¨® la compa?¨ªa que hemos conocido hasta hoy. Un crisol de experimentaciones diversas y a veces, endiabladamente contradictorias.
Su persona siempre habla de esa fluidez, no hab¨ªa m¨¢s que verla en escena con su tropa, a la par y en una distinci¨®n que apenas era la de su canosa melena beethooveniana agit¨¢ndose en esa gestualidad particular que sin huir del naturalismo es sofisticada a su manera. Una manera personal de ser siempre una l¨ªder de la abstracci¨®n.
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