Carmen, el presidente y el Rey
El escritor Manuel Vicent juega de nuevo con la historia y la ficci¨®n en 'El azar de la mujer rubia'
![Tereixa Constenla](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F4a9d21e6-fecd-4076-96c0-2a3304b4a129.png?auth=2be3e07afdf303d62f9e812c5b126fc431dcf33d7cc11ab282cead556ee2c9e4&width=100&height=100&smart=true)
![Carmen D¨ªez de Rivera, en una imagen de 1997.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/QO6MNQCY62GK4WVLWBEKQZCEDI.jpg?auth=036fccbf5ee3a359659d38e469f00fa2cf6fe4de2775069b9a646eb3b1988306&width=414)
Seguramente a Manuel Vicent (Villavieja, Castell¨®n, 1936) no se le pasaba por la cabeza que aquella mujer rubia, que mezclaba la timidez con la soberbia y que se dejaba caer por la tribuna de prensa del Congreso en ocasiones, acabar¨ªa protagonizando una de sus novelas. De Carmen D¨ªez de Rivera se dijo de todo: musa de la Transici¨®n, amante real, agente marxista, esp¨ªa, masona¡ Era lista, moderna y guapa, trilog¨ªa imperdonable en sociedades de alma enrarecida como era la espa?ola reci¨¦n muerto el dictador y vivo el esp¨ªritu de la dictadura.
Con lo que D¨ªez de Rivera vivi¨® a los 17 a?os bastaba para una tragedia griega o un culebr¨®n venezolano. A esa edad descubri¨® que el hombre con el que iba a casarse era su hermano. Hasta los 17, Carmen ignor¨® que era hija de Ram¨®n Serrano Su?er, cu?ad¨ªsimo de Franco, anta?o todopoderoso ministro y amigo de algunos placeres no bendecidos por la Iglesia como las relaciones extraconyugales. Serrano mantuvo una de ellas con la marquesa de Llanzol, casada con un arist¨®crata acaso demasiado bonach¨®n y viejo para la mujer m¨¢s sofisticada de Madrid. De aquella pasi¨®n naci¨® Carmen, que creci¨® sin saber que el t¨ªo Ram¨®n era en verdad su padre y que el novio Ram¨®n era en realidad su hermano.
Despu¨¦s sigui¨® acumulando experiencias, unas radicales y otras sencillamente hist¨®ricas. Se fue de misionera a ?frica, se comprometi¨® con la democracia mucho antes de que creyesen en ella los elegidos para pilotarla, se hizo amiga de los pr¨ªncipes, mano derecha de Su¨¢rez y finalmente eurodiputada del PSOE. Hasta aqu¨ª la biograf¨ªa. Pero Manuel Vicent no ha escrito una biograf¨ªa. ¡°He creado un juego literario entre la realidad y la ficci¨®n cuyas reglas, no me cabe duda, ser¨¢n comprendidas y aceptadas por cualquier lector agudo¡±, escribe en una nota que se puede leer al final de la novela.
En El azar de la mujer rubia (Alfaguara), Vicent pone en pie una quimera (mitad literatura, mitad historia) sobre la que tambi¨¦n arm¨® su anterior novela, Aguirre, el magn¨ªfico, que suscit¨® grandes carcajadas y el cabreo mitol¨®gico de la duquesa de Alba. ¡°Cuando se enfadaba se vend¨ªan como churros¡±, bromea. ¡°Este¡±, a?ade en referencia al actual, ¡°est¨¢ pasado por la censura jur¨ªdica. No creo que haya nada querellable. Casi me da verg¨¹enza¡±.
El libro arranca en aquellos d¨ªas en los que, pasara lo que pasara a continuaci¨®n, estaba garantizado que mejorar¨ªa el presente. El novelista reivindica el papel de los pol¨ªticos de entonces: ¡°Dieron lo mejor que ten¨ªan para sacar esta empresa adelante. Lo que sucede ahora es justo lo contrario: los partidos se han convertido en estancias cerradas con un aire irrespirable. Cada partido da lo peor que tiene de s¨ª¡±.
En puridad El azar de la mujer rubia germin¨® sobre una imagen posterior: Su¨¢rez y el Rey, de espaldas mientras caminan por un jard¨ªn, el brazo real sobre los hombros del presidente. Aquella foto sacudi¨® al escritor: ¡°Me imagin¨¦ qu¨¦ pod¨ªa imaginar Su¨¢rez de s¨ª mismo. La nebulosa de Su¨¢rez era una met¨¢fora exacta de la realidad, recordar es siempre desfigurar e imaginar. Si una memoria nebulosa la aplicas a la literatura, se convierte en una materia literaria¡±.
Aferrado a la niebla, Vicent reconstruye con ingredientes literarios episodios hist¨®ricos que fueron hitos sublimes o rid¨ªculos de los a?os de democracia: el funeral de Franco, la legalizaci¨®n del PCE, el golpe de estado de Tejero, la guerra sucia contra ETA durante el Gobierno socialista, la boda de Ana Aznar en El Escorial, la foto de las Azores o la ca¨ªda de Lehman Brothers y el principio del fin que no tiene fin.
De la desmemoria que se ha adue?ado del hombre que, sin haber sido preparado para ello (¡°Adolfo Su¨¢rez no hab¨ªa le¨ªdo un libro¡±, se lee en la obra), empe?¨® su energ¨ªa y su honor en enterrar la dictadura, emergen personajes y acontecimientos. Ficticios o no. ¡°La funci¨®n de la literatura es que sea veros¨ªmil¡±, defiende el autor de Tranv¨ªa a la Malvarrosa. Dir¨¢ m¨¢s: ¡°Por falta de talento o fuelle o ganas, no puedo escribir nada que no haya imaginado, vivido o tocado de cerca, pero no se trata solo de contar tu batallita, ese algo vivido se transforma en una experiencia que le ata?e a m¨¢s gente¡±.
En este juego literario, Carmen D¨ªez de Rivera es uno de los v¨¦rtices de un tri¨¢ngulo que completan el Rey y Adolfo Su¨¢rez. La historia ya tiene en su pedestal a los dos hombres, pilares de la Transici¨®n, pero Carmen, fallecida en 1999, es un jir¨®n desva¨ªdo del pasado, que el escritor rescat¨® en el ¨²ltimo segundo antes de que desapareciera para siempre.
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