El azote del ¡®todo gratis¡¯ en Internet
¡®Par¨¢sitos¡¯, ensayo de Robert Levine, denuncia las maniobras de las empresas tecnol¨®gicas para socavar en su propio beneficio los derechos de autor en la Red
Robert Levine escribi¨® Par¨¢sitos (Ariel) para rebatir el discurso de ejecutivos de compa?¨ªas tecnol¨®gicas, influyentes blogueros y acad¨¦micos, ¡°el poderoso anarquismo de Silicon Valley¡± y dem¨¢s defensores de la ¡°cultura libre¡±. A sus teor¨ªas opuso un pol¨¦mico y contundente ensayo period¨ªstico, cuya conclusi¨®n es clara: si la industria agoniza no es a causa de la codicia trasnochada de Hollywood, de los medios de comunicaci¨®n y de las multinacionales de m¨²sica, incapaces de dar a una nueva generaci¨®n de consumidores lo que quieren¡ gratis, sino porque esa agon¨ªa conviene a los oportunistas digitales. Los mismos que protagonizan el subt¨ªtulo: ¡°C¨®mo los oportunistas digitales est¨¢n destruyendo el negocio de la cultura¡±.
En su argumentario, Levine, que neg¨® ayer durante una entrevista en Madrid que sea un ¡°reaccionario que no entiende la Red¡± y record¨® que durante a?os ¡°incluso¡± trabaj¨® en la muy tecnol¨®gica revista Wired, ¡°Internet ha fortalecido a un nuevo grupo de intermediarios como YouTube, que se benefician de la distribuci¨®n sin necesidad de invertir en los artistas¡±. ¡°Parasitar se ha convertido en un camino a la riqueza¡±. Y el nuevo escenario acabar¨¢ con la creaci¨®n. Sobre todo, con la clase de actos creativos costosos y que leg¨ªtimamente persiguen una recompensa econ¨®mica.
Pero no solo con esos: ¡°Dos cosas me impulsaron a emprender un trabajo de a?o y medio: por un lado, me di cuenta de que muchos creadores independientes, como fot¨®grafos y periodistas, estaban sufriendo por la gratuidad en la Red. Por el otro, me escamaron las justificaciones simplistas que se daban a lo que lleg¨® despu¨¦s de Napster. La gente asum¨ªa que el error de la industria musical fue no permitir el acceso de sus contenidos en formato digital. Pero tambi¨¦n que el gran fracaso de los peri¨®dicos fue que ofrecieron sus contenidos gratuitamente. Ambos est¨¢n en los mismos problemas. Algo no cuadraba¡±.
El portal de v¨ªdeos, que celebra el contenido generado por el usuario en su ¡°enga?oso eslogan¡± (¡°retransm¨ªtete a ti mismo¡±), cuando desde el principio sus fundadores ¡°sab¨ªan que las tres cuartas partes de su oferta estaba sujeta a derechos de autor¡±, es uno de los ¡°par¨¢sitos¡± favoritos de Levine. Aunque el t¨ªtulo espa?ol del ensayo no sea exactamente suyo; en ingl¨¦s, la obra se llam¨® The free ride, que, seg¨²n su autor, sirve para denominar ¡°el lucro que uno obtiene por el trabajo de otro sin pagar nada a cambio¡±.
YouTube no es el ¨²nico gigante cuestionado en Par¨¢sitos: Levine tambi¨¦n disecciona las historias de ¨¦xito de su propietaria Google (y sus servicios de anuncios; el motor de b¨²squeda funciona ¡°mejor cuando el contenido es gratuito y sin restricciones¡±), agregadores como The Huffington Post, y gigantes como Amazon o Apple.
Para Levine, ¡°uno de los puntos de inflexi¨®n¡± lleg¨® a finales de los noventa en EE UU con la Digital Millennium Copyright Act (ley de derechos de autor en el mundo digital) y su concepto del fair use (uso justo), seg¨²n el cual ¡°las compa?¨ªas de Internet no son responsables del contenido pirata que albergan¡±. ¡°Entonces cayeron en que la protecci¨®n de los derechos de autor ser¨ªa un obst¨¢culo a su crecimiento. Y se dedicaron a crear un estado de opini¨®n interesado al presentar el problema de la cultura en Internet como una pelea entre los medios tradicionales y los consumidores, cuando es una lucha entre las empresas tecnol¨®gicas y las de medios¡±.
Lo lograron, asegura Levine, ¡°como se obtienen estas cosas en EE UU¡±: ¡°ejerciendo presi¨®n como parte de un lobby organizado¡±, ¡°labor que consiste, como dijo alguien en cierta ocasi¨®n, en hacer que tus propios intereses pasen por intereses generales¡±.
El libro se detiene en el caso de Lawrence Lessig, de la universidad de Stanford y en otro tiempo te¨®rico del Creative Commons. ¡°Su departamento, b¨¢sicamente dedicado a defender los intereses de las empresas tecnol¨®gicas, recibi¨® dos millones de d¨®lares de Google dos semanas despu¨¦s de firmar el acuerdo para comprar YouTube. No creo que sea un corrupto, es m¨¢s, creo que es un acad¨¦mico con brillantes ideas. Solo quiero aclarar que no solo presiona el lobby de la industria cultural¡±, explica Levine. El libro aporta m¨¢s ejemplos de ¡°activistas anticopyright financiados por la industria¡±.
Ciertamente, Par¨¢sitos resulta un muy documentado trabajo. Pese a lo cual, su autor no puede evitar en ocasiones el recurso a un cierto tono apocal¨ªptico y, como suele suceder en ambos bandos de la batalla por los derechos de autor, mezcla datos reveladores con teor¨ªas cercanas a la conspiraci¨®n y alg¨²n grueso an¨¢lisis (¡°en Internet, las mascotas monas son las nuevas t¨ªas buenas¡±).
Levine neg¨® ayer haber recibido por su trabajo m¨¢s dinero que el estipulado por el contrato editorial. En el texto trata el asunto con escr¨²pulo; cuando llega el momento de hablar de la industria del libro y menciona Random House, apostilla: ¡°es propietario de Double Day, el sello que me publica¡±. Para su edici¨®n en espa?ol ha contado con un apoyo de Ibercrea, que agrupa a cuatro entidades espa?olas de gesti¨®n de derechos de autor (AGEDI, AIE, CEDRO y SGAE). La organizaci¨®n, seg¨²n afirm¨® ayer su editor Oriol Alcorta, ha pagado la traducci¨®n (labor de Ferran Caballero y Vicente Campos). Adem¨¢s, Levine recibi¨® ayer el premio Ibercrea por el libro, que fue celebrado por The New York Times como ¡°una obra que deber¨ªa cambiar el debate sobre el futuro de la cultura¡±.
¡°Es mucho decir; aunque s¨ª creo que se ha ganado en concienciaci¨®n social sobre la protecci¨®n de derechos de autor¡±, repuso ayer el periodista neoyorquino afincado en Berl¨ªn, antes de negar que tenga planes de actualizar su relato, abandonado a principios de 2011, cuando el futuro online se presentaba ¡°como una elecci¨®n entre el comercio o el caos¡±. Es decir, antes del cierre de Megaupload y de la detenci¨®n de su fundador, Kim Dotcom, asuntos sobre los que Levine muestra la misma actitud convencida, aunque exenta de fanatismo, del libro: ¡°Desde el punto de vista del copyright, creo que cometi¨® muchos delitos. Si la pregunta es si estoy conforme con que fuese detenido en Nueva Zelanda y con la idea de que la de EE UU se erija en la polic¨ªa de Internet, la respuesta es no¡±.
Babelia
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