Guapos, serios, tristes¡
Ferrera, Leandro, Gallo Lo que es matar, Leandro lo hizo mal toda la tarde Y la de Gallo qued¨® en una actuaci¨®n sin relieve
Lo que es el toro¡ El tercero, de nombre Pleamar y 596 kilos de peso, hizo como quien no escuch¨® los clarines y se tom¨® su tiempo para salir al ruedo. Y lo sin prisas, con una parsimonia impropia de su raza. Avanz¨® lentamente por el callej¨®n de los sustos, se asom¨® con cuidado al ruedo, y cuando vio lo que vio, sali¨® como asustado. Olisque¨® el albero, mir¨® a los tendidos, no vio a nadie conocido y acudi¨® sin ganas al capote que le mostr¨® Eduardo Gallo. Mientras tanto, avanzaba la desconfianza de la afici¨®n que esperaba, de un momento a otro, la espant¨¢ de un manso de libro.
Lo que es el toro¡ En cuanto Pleamar atisb¨® el caballo de picador, despert¨® de su enso?aci¨®n, acudi¨® con briosa alegr¨ªa, y empuj¨® con una fuerza descomunal en un primer puyazo largo que desplaz¨® a la cabalgadura varios metros, mientras se luc¨ªa Jos¨¦ Ney, el piquero. A¨²n volvi¨® a una segunda entrada, pero esta vez no fue m¨¢s que un simulacro. Recuperado el toro, galop¨® con codicia a la llamada de Domingo Siro, que coloc¨® un espectacular par de banderillas, que corrobor¨® en el segundo, y fue obligado a saludar, montera en mano, a la ovaci¨®n del p¨²blico.
Brind¨® Gall¨® a la concurrencia y a su lado lo esperaba Pleamar con aire desafiante. Tras unos pases de tanteo junto a las tablas, lo abri¨® correctamente hacia los medios; y all¨ª el animal respondi¨® a su cantada bravura, y embisti¨® con acometividad, fijeza y recorrido en dos tandas que hac¨ªan alentar la esperanza de faena grande. Mulete¨® con correcci¨®n el torero, pero lo hizo despegado, sin fe, sin profundidad¡ Vamos, que aquello no tuvo el eco que merec¨ªa.
Cuadri/Ferrera, Leandro, Gallo
Toros de Cuadri, -el cuarto como sobrero-, muy bien presentados, mansos, descastados y desfondados; destac¨® el tercero por su bravura en el caballo.
Antonio Ferrera: estocada trasera _aviso_ y un descabello (ovaci¨®n); estocada ca¨ªda _aviso_ y un descabello (ovaci¨®n).
Leandro: dos pinchazos, tres descabellos _aviso_ y dos descabellos (silencio); un pinchazo _aviso_ tres pinchazos y estocada (silencio).
Eduardo Gallo: pinchazo y estocada (ovaci¨®n); dos pinchazos y casi entera muy baja (silencio).
Plaza de la Maestranza. Segunda corrida de feria. Media entrada.
Intent¨® probar suerte con la mano zurda y se deshizo el encanto. Pleamar se par¨®, y se apag¨® la luz que toda la plaza hab¨ªa encendido en su imaginaci¨®n. Dur¨® poco la alegr¨ªa, pero es bonito el recuerdo de ese toro empujando en el caballo, galopando al encuentro con el banderillero y repitiendo en la muleta.
Otro que acudi¨® al cite fue el quinto, que cay¨® en manos de Leandro, un torero fr¨¢gil que dio toda la impresi¨®n de ser un convidado de piedra en una corrida que nada tiene que ver con su honda y corta concepci¨®n del toreo. No es posible torear sin convicci¨®n, a la defensiva, despegado¡ As¨ª, no se dice nada; y nada dijo Leandro ante ese quinto que acudi¨® una y otra vez hasta que el p¨²blico, aburrido por los mantazos, le dijo aquello que dicen en M¨¦xico: "Matador, m¨¢tele". Y Leandro lo acuchill¨® m¨¢s bien, porque lo que es matar lo hizo muy mal toda la tarde.
Y ah¨ª se acab¨® la presente historia de los Cuadri en la Maestranza. Guapos de l¨¢mina, serios, con mucho cuajo, pero mansos, aplomados, desfondados, tristes y duros de pelar algunos de ellos cuando echaban la cara arriba con tornillazos de miedo.
Esa fue la fotograf¨ªa del lote de Antonio Ferrera, valiente, afanoso y pundonoroso toda la tarde, con un primer toro reserv¨®n y duro, al que arranc¨® muletazos estimables, en especial dos derechazos largos, metido entre los pitones, al final de una larga faena, cuando ya nada se esperaba. Volvi¨® a las andadas ante el cuarto, otro animal bronco, con la cara por las nubes, al que aburri¨® a base de tes¨®n. A los dos los banderille¨® con m¨¢s voluntad que acierto, pero qued¨® claro que la veteran¨ªa es un grado, y Ferrera super¨® el examen con plausible dignidad. Este cuarto fue un sobrero en sustituci¨®n del titular, un t¨ªo de 619 kilos, que, desde el centro del ruedo, vio a un subalterno en el burladero, aceler¨® como un formula uno y se dio tal topetazo contra la madera que el pit¨®n derecho se lo arranc¨® de cuajo.
Leandro se encontr¨® con un primero apagado y triste, con el que se mostr¨® desangelado y dubitativo. Y Gallo no fue capaz de levantar la tarde en el sexto, al que veronique¨® con gracia, pero ya era de noche, el toro blandeaba, hac¨ªa fr¨ªo, la gente ten¨ªa ganas de resguardarse, y el torero, a la defensiva, sin confianza en el toro ni en s¨ª mismo, trat¨® de justificarse, y todo qued¨® en una actuaci¨®n sin relieve que no le servir¨¢ para lo que pretende ser una renovada carrera.
Babelia
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