En el centro de la tierra
Le¨®n Benavente es un nuevo grupo formado por m¨²sicos curtidos ya en mil guerras. Entre ellas, como colaboradores de Nacho Vegas, que les escribe la hoja de promo.
![](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/TWSHVBS5MXQTZA6OFV5FPQ6FMM.jpg?auth=1f15360a6b54f06fd77bbf2c59cba852e2f77b1cd15c1935829451383823ab56&width=414)
El 27 de mayo se publica el deb¨² de Le¨®n Benavente, un nuevo cuarteto formado por m¨²sicos de larga trayectoria. Edu Baos de Tachenko; C¨¦sar Verd¨², bater¨ªa de los murcianos Schwarz; y dos colaboradores habituales de Nacho Vegas: Luis Rodr¨ªguez y Abraham Boba, que es adem¨¢s autor de tres discos en solitario.
Es el mismo Vegas quien firma la hoja de promo, ese? rutinario que env¨ªan las discogr¨¢ficas para loar las glorias de sus lanzamientos. Y el asturiano la ha convertido en un relato. Un texto literario tan entretenido y bien escrito que, como dice Juan Santaner, del sello Marxophone, que publicara el debut del nuevo grupo, "ha inventado un nuevo g¨¦nero". Por esa raz¨®n hemos decidido reproducirlo ¨ªntegramente.
Le¨®n Benavente: el centro de un estado
Antecedentes hist¨®ricos
El origen
El viaje
El destino
En el a?o 1962, m¨¢s o menos cuando la nieve se empezaba a derretir en algunas cumbres y la primavera se instalaba, Francisco Franco tom¨® una decisi¨®n que ¨¦l consideraba de capital importancia y a la que ven¨ªa dando vueltas desde hac¨ªa tiempo: quiso descubrir cu¨¢l era el centro exacto de la pen¨ªnsula ib¨¦rica. Ten¨ªa que saber d¨®nde se situaba el mismo centro geogr¨¢fico de Espa?a (Portugal, como si no existiera), no pod¨ªa dormir por las noches sin averiguarlo. Siglos atr¨¢s, los musulmanes ya hab¨ªan hecho sus c¨¢lculos y hab¨ªan se?alado un punto en la que m¨¢s tarde ser¨ªa la villa cristiana de Pinto, al sur de Madrid. Pero Don Francisco no se fiaba de los moros, que deb¨ªan saber mucho de rezos y de hablar raro pero lo que es de aritm¨¦tica geogr¨¢fica, poco, as¨ª que dio un golpe sobre la mesa. Mand¨® llamar a El Pardo a los mejores matem¨¢ticos e ingenieros de caminos de todo el mundo, que casualmente fueron todos espa?oles, y les encomend¨® la tarea. Tras trece meses de trabajo a destajo, de complicadas mediciones, los expertos llegaron a una conclusi¨®n: los moros se hab¨ªan equivocado, pero por muy poco: el centro de Espa?a estaba en realidad en la localidad de Valdemoro, a unos siete kil¨®metros de Pinto. Enseguida comenz¨® la disputa entre los dos municipios por ver cu¨¢l de los dos ostentaba el t¨ªtulo, y hubo vecinos que sacaron la escopeta y se dispusieron a defender su honor a tiros. Franco pens¨® que el asunto se le estaba yendo de las manos, y fue entonces cuando pronunci¨® una de sus frases m¨¢s c¨¦lebres. Con su voz afluatada dijo: "ni pa ti ni pa m¨ª", y se fue a un punto equidistante de los dos pueblos, en Getafe. All¨ª, en un cerro, plant¨® un monumento y en un acto oficial declar¨® el lugar "Centro Aut¨¦ntico de Espa?a". Cuando le preguntaban si ese era el punto geogr¨¢fico exacto ¨¦l se limitaba a decir: "bueno, es por aqu¨ª, no hurgues". Con todo, la disputa entre Pinto y Valdemoro dio lugar a una de las expresiones m¨¢s populares del refranero espa?ol. Y para Franco la cosa se hab¨ªa convertido en una cuesti¨®n de orgullo personal, m¨¢s que de orgullo patrio. Algunos historiadores sostienen si el General¨ªsimo se afan¨® tanto en reprimir los nacionalismos perif¨¦ricos no fue por motivaciones pol¨ªticas, sino porque una eventual independencia de Catalu?a le iba a joder el centro geogr¨¢fico y hala, vuelta a empezar con los c¨¢lculos. Y eso no pod¨ªa ser.
Ha transcurrido nada menos que medio siglo y las cosas empiezan a cambiar, o eso parece. El r¨¦gimen fascista fue agonizando sin ninguna prisa, para dar paso a una simp¨¢tica transici¨®n que nos llevar¨ªa a un nuevo r¨¦gimen neoliberal y aqu¨ª nos encontramos, tan a gusto y pensando si prenderle fuego a todo o si hacer nosotros de antorchas humanas. Pero esto de lo que vengo a hablar es algo que sucede ahora y no podr¨ªa haber sucedido antes. Todo empez¨® as¨ª:
Justo 50 a?os despu¨¦s de que Franco se pusiera tonto, en marzo de 2012, a Luis Rodr¨ªguez le dej¨® tirado el coche cuando bajaba a Madrid desde Asturias. Era la en¨¦sima vez que hac¨ªa ese recorrido desde que se trasladara de Oviedo a la capital, un camino que los que vivimos por aqu¨ª arriba nos conocemos demasiado bien: subir y bajar el Huerna, la Ruta de la Plata, la Carretera de La Coru?a. En mitad de aquello se qued¨® Luis, parado en la autov¨ªa dentro un Opel Corsa con m¨¢s 300.000 kil¨®metros a sus espaldas y cargado con un bajo, un amplificador y una maleta de viaje. En el tramo que une Le¨®n con Benavente, que es como decir en medio de ninguna parte, porque si miras a uno y otro lado del asfalto lo que ves es un p¨¢ramo enorme. Mientras esperaba a que llegara la gr¨²a, Luis llam¨® a Abraham Boba, vecino suyo en el madrile?o barrio de Conde Duque. Hac¨ªa apenas un a?o que Abraham hab¨ªa publicado su ¨¢lbum Los d¨ªas desierto. Luis le habl¨® de escribir canciones juntos. Boba refunfu?¨® primero, se ri¨® entre dientes despu¨¦s y le dijo: "pero nada de canciones de amor, ya no m¨¢s". Quedaron en verse en cuanto Luis llegara. Por aquel entonces C¨¦sar Verd¨² estaba en Murcia pele¨¢ndose con las mezclas finales de Alquim¨ªstica, el disco de Schwarz que ver¨ªa la luz unos meses m¨¢s tarde. Fue el segundo en recibir la llamada desde la nada. C¨¦sar ser¨ªa el baterista, pero tambi¨¦n algo m¨¢s: un director de sonido. Y Luis dej¨® para el final a Edu Baos, que se encontraba ensayando en Zaragoza algunos temas que formar¨ªan parte de El amor y las mayor¨ªas, el ¨¢lbum de Tachenko que acaba de salir a la venta hace unos d¨ªas en el momento en el que se redactan estas l¨ªneas. Aunque tendr¨ªa el a?o ocupado con ese disco, todos sab¨ªan que m¨¢s que contingente, Edu era necesario para el proyecto y enseguida se uni¨® a la banda. Un alleranu, un vigu¨¦s, un murciano y un ma?o. Suena a chiste pero es cosa seria. Todos nacidos a mediados de los setenta, trovadores y n¨®madas, d¨¢ndose cita en medio de ninguna parte. Ven¨ªan de sitios distintos y cada uno hab¨ªa transitado sus propios caminos por el krautrock, el pop psicod¨¦lico, el rock de autor o el folk, pero ten¨ªan que acabar confluyendo en un punto a¨²n por definir. Aunque nadie lo sab¨ªa, en ese momento se estaba desplazando el centro de la pen¨ªnsula, o mejor dicho, se estaba gestando un nuevo estado, que era ¨¦l mismo todo centro y todo periferia: Le¨®n Benavente.
Empezar hablando de cruces de caminos y puntos de encuentro para tratar de decir algo del disco de debut de Le¨®n Benavente no es un capricho. Si me viera obligado a ponerle una etiqueta universal a esta estupenda colecci¨®n de canciones ser¨ªa la de road pop, porque adentrarse en ella supone un viaje f¨ªsico y emocional, por carreteras y caminos secundarios, lugares y estados mentales de confusi¨®n, rabia, desconcierto e incertidumbre. No se encuentran aqu¨ª canciones que nos hablen del sal¨®n de casa o de la angustia que nos provocan las paredes de nuestra habitaci¨®n. Es un disco que mira mucho m¨¢s all¨¢, al mundo de ah¨ª fuera, y se aventura a recorrerlo dando cuenta de todos los riesgos que conlleva el viaje. Puede escucharse c¨®modamente desde el sof¨¢, pero mejor hacerlo mirando por la ventana, y mucho mejor estando fuera y en movimiento: una magn¨ªfica mixtape monogr¨¢fica para un viaje por carretera, o por la naturaleza si se quiere, pero en todo caso un viaje que tiene algo de fren¨¦tico. Desde Perpignan a Nueva York, pasando por el barrio del Cabanyal o el parque de El Retiro, hasta una quincena de lugares concretos son mencionados de una u otra forma en el ¨¢lbum, sin contar con los referidos en el propio nombre de la banda. Nos ponemos en marcha. El motor de este veh¨ªculo suena engrasado y escupe ecos de Can y Stereolab: una base r¨ªtimica formada por bajos, sintes, bater¨ªas y percusiones que nos transportan de un extremo a otro del disco con cambios de marcha que parecen calculados matem¨¢ticamente. Las guitarras de Luis oscilan entre los riffs pegados al suelo que en ocasiones remiten a unos Gang of four y los arpegios enso?adores que nos despegan varios metros por encima del asfalto y se acercan al m¨¢s reciente dream pop. Abraham lo envuelve y desenvuelve todo con el Farfisa mientras nos lo cuenta, y lo cuenta mejor que nadie.
El trayecto comienza con una constataci¨®n de riesgos. Desde las primeras notas parecen decirnos que van a romper con todo lo que se daba por supuesto, a sabiendas de los lastres con los que parten. "?nimo, valiente" es un grito de aliento que es casi una chufla, porque si no empezamos as¨ª acabaremos igual que al principio. T¨² que sabes lo que fueron los 80, / te mereces todo lo que pase. Avisados quedamos. Enorme canci¨®n. El discurso sonoro se vuelve m¨¢s furioso a medida que los peligros se van haciendo m¨¢s palpables. Se oyen cantos de hienas y surgen las primeras dudas, que quedan ventiladas con un estribillo directo al est¨®mago. Las cuestiones se van sucediendo una tras otra en el disco, y aunque a veces cada canci¨®n parece contestar a aquella que la precede, estamos ante un ¨¢lbum m¨¢s de preguntas que de respuestas, y si en alg¨²n momento sucumben a la nostalgia de algo anterior al viaje queda claro que se trata solo de un lugar de paso. Las canciones m¨¢s aparentemente amables del disco nos llevan de una suerte de saudade ("Estado provisional") a un agrio desencanto en la dist¨®pica "Las ruinas", pero estas dos paradas en el camino quedan sublimadas cuando se enmarcan dentro del viaje completo. Es uno de esos discos raros hoy en d¨ªa, mucho m¨¢s frecuentes hace unas d¨¦cadas, en los que merece la pena hacer una escucha ininterrumpida de principio a fin. El modo de escucha aleatorio es pecado si uno se quiere adentrar en este periplo. Y hasta ahora no hemos llegado m¨¢s que a la mitad del recorrido. Ahora viene lo duro. Cuestionarlo todo mientras se pasa por todo parece ser la m¨¢xima de Le¨®n Benavente, y eso es lo que hacen en el ecuador del disco con un trallazo inapelable como "La palabra", donde se enfrentan a los l¨ªmites del sonido y del lenguaje para decidir que antes de encarar de nuevo el amor, vamos a preguntarnos de qu¨¦ hablamos cuando hablamos de esa cosa y de todas las dem¨¢s cosas que hasta ahora parec¨ªan sagradas. El golpe de estado ya est¨¢ dado; ahora vamos a pensar en un nuevo orden. La furia desatada da paso a la m¨¢s reflexiva "D¨¦cada", porque algo tiene que cambiar o si no se ir¨¢ todo a la mierda. Preludio inquietante del que es uno de los momentos ¨¢lgidos del disco, en el que se sube al carro Irantzu Valencia como autoestopista de lujo. "La gran desilusi¨®n" ahonda en el tema del desencanto y lo transforma en una pieza de orfebrer¨ªa pop que nos deja con una sonrisa marcada a fuego en la cara, una que es en parte dulce y en parte amarga. Y aunque nos quedamos embelesados, la recta final del viaje nos depara un momento ¨¦pico, un duelo a pleno sol como en una pel¨ªcula del oeste pero en esta particular pel¨ªcula de carretera. La monta?a rusa s¨®nica de Le¨®n Benavente nos lleva del desasosiego a la revuelta pasando por la indignaci¨®n, o c¨®mo a trav¨¦s de las emociones vividas, la imaginaci¨®n y la evocaci¨®n sonora, el rock puede plantarle cara al mundo real. En este disco todos se mueven, pero nadie huye. En "El Rey Ricardo" y "Revoluci¨®n" nuestras navajas de Albacete se enfrentan a su espada de Toledo, y despu¨¦s de la brutalidad nos queda una sensaci¨®n de victoria. Si echamos la vista atr¨¢s nos damos cuenta de que todo ha sucedido a trav¨¦s de nueve grandes canciones, una por una. Pero esperen, que a¨²n queda la secuencia final. En "Ser brigada" recogen a otra autoestopista ilustre, Cristina Mart¨ªnez, y cierran el ¨¢lbum con un viaje dentro del viaje, una historia de amor y violencia (ahora s¨ª) para la que no hay "y fueron felices y comieron perdices" que valga, sino esta bomba: Y vieron que incluso las flores tienen su parte decadente, / que se pudra este ramo de rosas pero no antes que usted, se?or presidente. Ep¨ªlogo tremendo para un paseo salvaje y precioso de apenas cuarenta minutos. Los cuarenta minutos m¨¢s intensos que el que esto suscribe ha tenido en mucho tiempo.
?Para qu¨¦ volver? Para qu¨¦, dicen, si hemos llegado hasta aqu¨ª. Lo que nadie sabe a¨²n es d¨®nde van a ir a parar, pero sospecho que muy lejos. Si algo me parece innegable escuchando a Le¨®n Benavente es que este no es un mero encuentro casual en alg¨²n punto situado entre Mozota y Moreda de Aller. Le¨®n Benavente no es El Pisuerga que pasa por Valladolid, no es cre¨ªble que el estado de gracia que desprenden estas canciones sea cosa de coyunturas. En la m¨²sica pop tenemos la fea costumbre de llamar a las nuevas aventuras "proyectos", o a¨²n peor, "proyectos paralelos", como si siempre fueran cosas que est¨¢n por hacer o que acontecen en una dimensi¨®n secundaria. El ¨¢lbum de debut de Le¨®n Benavente es una realidad urgente, y apuesto a que se seguir¨¢ hablando de ¨¦l dentro de algunos a?os. Tal vez incluso dentro de medio siglo, cuando se cumpla otro ciclo y alguien decida volver a desplazar el centro de la pen¨ªnsula ib¨¦rica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.